ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 328

El edificio Las Fundaciones, cuya fotografía tomada en fechas cercanas a su inauguración en 1955 engalana nuestra postal del día de hoy, es uno de los primeros trabajos realizados por Diego Carbonell Parra (1923-2000), tras disolverse la sociedad que mantuvo con Tomás José Sanabria entre 1949 y 1953, la cual dejó una fructífera producción entre obras y proyectos. También es la segunda edificación de importancia realizada por el empresario Eugenio Mendoza Goiticoa (1906-1979) en la avenida Andrés Bello. La primera, de 1945, fue el Hospital Ortopédico Infantil, proyectado en un terreno aledaño por Carlos Guinand Sandoz en conjunto con la firma norteamericana conformada por Wallace Harrison, Jacques-André Fouilhoux y Max Abramovitz. El hospital está vinculado a la Fundación Venezolana para la Parálisis Infantil creada en 1942 por Mendoza, primera de dos que hallarían cobijo y se beneficiarían de la rentabilidad del edificio diseñado por Diego Carbonell que hoy nos ocupa.

1. Eugenio Mendoza Goiticoa (1906-1979) y su primera gran obra filantrópica: el Hospital Ortopédico Infantil (1945), aledaño al edificio Las Fundaciones.

La labor filantrópica de Mendoza, compartida con la creación de empresas de diferente tenor, seguirá con la gestación en 1951 junto su esposa Luisa Rodríguez Planas de la Fundación Eugenio Mendoza (la segunda vinculada a la obra de Carbonell) dedicada a 3 fines primordiales: la ayuda al niño, a la agricultura y a la cultura y, en 1958, con la creación de la Fundación de la Vivienda Popular, completada en 1961 con el Banco Hipotecario de la Vivienda. Más adelante, en 1964, Mendoza se convertirá en el principal propulsor y partícipe en la Declaración de Responsabilidad Social de la Libre Empresa, que daba piso principista a la organización y al concepto del Dividendo Voluntario para la Comunidad, basado en la participación del empresariado nacional, mediante el aporte de un tanto por ciento de los beneficios anuales de cada empresa, a fin de llevar a cabo con más posibilidades una acción social de mayor alcance para resolver los problemas de la población más necesitada. Anteriormente, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Mendoza había sido llamado por el presidente de la República general Isaías Medina Angarita, para encargarse del Ministerio de Fomento (1942-1943) y en 1958, a la caída del régimen de Marcos Pérez Jiménez, es designado miembro de la nueva Junta de Gobierno pero renuncia a los pocos meses.

2. El edificio Las Fundaciones visto esde la plaza Andrés Bello en la década de 1960 (izquierda). Plano de conjunto (derecha).
3. El edificio Las Fundaciones visto desde el sureste por el lente de Leo Matiz en fechas cercanas a su puesta en funcionamiento.

El edificio proyectado por Carbonell para Mendoza, situado al lado norte de la avenida Andrés Bello entre la plaza dedicada al prócer (inaugurada en 1956) y el Hospital Ortopédico Infantil, se concibió basado en dos cuerpos: el bajo, alargado a lo largo del eje oeste-este del terreno (lo que acentúa su horizontalidad); y una torre de oficinas de planta rectangular, con el eje mayor también en sentido oeste-este, ubicada en el extremo oeste. Los criterios que justificaron la asunción de este partido arquitectónico están aclarados plenamente en la Memoria Descriptiva publicada en el nº 4 de la revista Integral (junio de 1976) junto al resto del proyecto. Allí se explica que las masas generales del edificio “fueron definidas por las condiciones del subsuelo formado sustancialmente por grandes rellenos provenientes de la construcción de la Avenida. Así, en el extremo oeste se colocó la torre de oficinas, la cual comprende sótano, planta baja y mezanine, ocho plantas de oficinas y departamento ejecutivo en la planta superior. En el extremo este el relleno alcanza un máximo de dieciocho metros, lo que planteaba un difícil problema en el aspecto relativo a fundaciones; en ese extremo se desarrolla una planta comercial con mezanine parcial, y para solucionar el problema de las fundaciones se adoptó una estructura liviana, constituida por losas onduladas de seis centímetros de espesor”.

4. Edificio Las Fundaciones. Planta baja comercial y de acceso a la torre de oficinas (arriba) y sótano (abajo).
5. Edificio Las Fundaciones. Corte en sentido norte-sur de los comercios.

Así, el cuerpo bajo contiene en planta baja 13 locales comerciales 12 con mezzanina y sólo ocho de ellos con sótano de tal forma que hay dos que por no tener sótano son de mayor tamaño en planta baja. También el programa contemplaba una “sala expositiva de arte” (sin mezzanina) ubicada entre los locales 9 y 10 con la misma área que éstos en planta baja pero con un amplio sótano donde se podían realizar exposiciones. La cubierta ondulada de concreto que los cubre se encuentra inclinada de menos a más en sentido norte-sur para permitir la existencia hacia la avenida Andrés Bello de las ya mencionadas mezzaninas que a su vez protegen un pasillo abierto al exterior que comunica los comercios entre sí. El extremo este fue rematado por un local de mayor tamaño (el nº13) que originalmente estuvo destinado a ser concesionario de automóviles de la marca DeSoto (fabricada por Chrysler Corporation de 1928 a 1960). El local nº1, ubicado en el extremo oeste, con mezzanina, sótano, una amplia vitrina a doble altura y la cubierta ondulada colocada en sentido perpendicular a la del resto del cuerpo bajo, contribuye a definir el atrio que da acceso al edificio. En él, en algún momento funcionó otro concesionario de vehículos en este caso de la marca Renault. Por otra parte, la “sala expositiva de arte” estuvo ocupada durante muchos años por la Sala Mendoza vinculada directamente a los intereses filantrópicos del propietario del edificio. Los estacionamientos de todo el edificio fueron resueltos al aire libre, al norte, en la parte posterior del terreno donde también se colocó un jardín de infancia.

6. Edificio Las Fundaciones. Corte por la torre de oficinas mostrando el hall de acceso.
7. Edificio Las Fundaciones. Planta tipo torre de oficinas (arriba). Planta nivel pent house (abajo)
8. Edificio Las Fundaciones. Vista desde el suroeste donde se puede apreciar el atrio de acceso a la torre de oficinas y el cambio en la dirección de la cubierta ondulada del cuerpo bajo.

El acceso a la torre de oficinas (en cuyo pent house se encontraba la sede de las dos fundaciones) tiene la particularidad de que está marcado por un atrio conformado por el cambio de sentido de la cubierta ondulada del que se beneficia igualmente el local nº1, como ya se indicó.

9. Edificio Las Fundaciones. Vista desde el pent house hacia el este de la ciudad.
10. Edificio Las Fundaciones. Vista desde el interior de la fachada sur y corte-detalle de la misma.

De la Memoria Descriptiva publicada en Integral también se recoge lo siguiente: “Toda la torre de oficinas está dotada de aire acondicionado. En el sótano se instaló el equipo de enfriamiento de agua, la cual es bombeada a los equipos de ventiladores instalados en cada piso. Los ductos son exteriores y están colocados en la fachada norte, formando los antepechos de las ventanas y sirviendo de protección contra la lluvia y el sol”. Ese particular tratamiento de la fachada norte estuvo acompañado de una preocupación climática similar para la fachada sur pero en este caso más cuidadosa de mostrar el carácter de una edificación ubicada en el trópico. Así, “para controlar el soleamiento en la fachada sur, se estudiaron unos dispositivos especiales formados por láminas verticales de asbesto, de sesenta centímetros de profundidad y un centímetro de espesor, y bóvedas horizontales de aluminio de dos milímetros de espesor y ciento veinte centímetros de profundidad, que unen las láminas verticales de asbesto”. Cabe destacar que todas las ventanas (en las que se colocaron cristales “Solex”) pueden abrirse en caso de que se presenten fallas en el sistema de aire acondicionado.

11. Edificio Las Fundaciones. Planta tipo de oficinas con la ampliación de 1979.
12. Vista desde el sureste del edificio Las Fundaciones con la ampliación de la que fue objeto en 1979.

En 1979, año que coincide con el de la muerte de Eugenio Mendoza, se concluye la construcción del proyecto de Bernardo Borges, Francisco Pimentel y Pablo Lasala, para ampliar en 20.000 m2 el edificio Las Fundaciones. La ampliación, que eliminó el atrio de acceso de la edificación original desvirtuando su concepción arquitectónica, y añadió una escalera contra incendios en el extremo este del volumen diseñado por Diego Carbonell, está conformada por una torre adosada de 19 pisos que no contempló transición formal alguna con la obra preexistente.

El edificio Las Fundaciones fue expropiado por Fogade como parte de la crisis bancaria que afectó el sistema financiero venezolano a finales de los años 1990. Actualmente es la sede del Ministerio del Poder Popular para la Alimentación.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal y 12. Colección Crono Arquitectura Venezuela.

  1. https://www.ccscity450.com/obra/hospital-ortopedico-infantil/ y Colección Crono Arquitectura Venezuela.

2. http://viejosrecuerdos.eklablog.com/plaza-andres-bello-a127262154 y Revista Integral nº 4, junio de 1976.

3. https://twitter.com/materialesamv/status/1116063605215170562

4, 5, 6, 7, 9 y 10. Revista Integral nº 4, junio de 1976.

8. https://www.facebook.com/DOCOMOMO.VE/photos/diego-carbonell-parra-edificio-las-fundaciones-avenida-andres-bello-caracas-1950/1088015867905109/

11. Mariano Goldberg. Guía de edificaciones contemporáneas en Venezuela. Caracas. Parte 1, 1980

¿SABÍA USTED…

… que en 1956 se inaugura la plaza Andrés Bello?

1. La plaza Andrés Bello (c.1965)

Con la inauguración en 1956 de la plaza Andrés Bello se completó una operación a escala urbana que tenía dos grandes objetivos: el primero era el dotar a la avenida concluida en 1952 (que finalmente tomó el nombre del prócer) de un importante espacio público del cual carecía; y el segundo, convertirse en la cara hacia la ciudad o en la puerta de entrada del desarrollo denominado Unidad Vecinal Simón Rodríguez, proyectado por los arquitectos José Manuel Mijares y Carlos Raúl Villanueva desde el Taller de Arquitectura del Banco Obrero (TABO), como parte del Plan Nacional de Vivienda (y en particular del Programa Presidencial para Erradicar la Vivienda Insalubre) para el año 1957. De esa manera Bello y Rodríguez, los dos mentores claves en la formación del Libertador, se estarían dando la mano.

2. Fotografía aérea tomada por Edmundo Pérez en 1951 del Barrio Independencia (Tiro al Blanco), donde se puede observar la accidentada topografía y su ocupación por viviendas informales.
3. Croquis del proyecto para recondicionamiento del Barrio Independencia en tres terrazas. La primera etapa y la plaza Andrés Bello estaban concluidas para el 23 de enero de 1957.
4. Impactante vista de los trabajos de movimiento de tierra en el lugar donde se ubicaba el Barrio Independencia (c.1952).

En tal sentido, la plaza formó parte de la intervención planificada de la cual fue objeto a partir de 1955, previo desalojo de las viviendas informales que lo ocupaban, el escarpado sector conocido como Barrio Independencia o Tiro al Blanco, ubicado a las faldas del Ávila colindante con la Calle Real de Los Cortijos de Sarría y aledaño a Maripérez. La zona se incorporaba así, de manera indirecta a otras dos iniciativas de gran valor destinadas a potenciar el futuro del noreste de la ciudad: la construcción de la estación del teleférico, que conectaría Caracas con el Litoral Central y facilitaría el acceso a lo alto de la montaña (lugar destinado para ser ocupado por el hotel Humboldt); y la apertura del primer tramo de la Cota Mil, una vía de 500 metros de longitud entre Tiro al Blanco y Maripérez, hecha con el propósito de facilitar la ejecución de la estación inaugurada en diciembre de 1955.

El plan para desarrollar Simón Rodríguez contempló, mediante la realización de un impresionante movimiento de tierra a cargo del Ministerio de Obras Públicas (MOP), la conformación de tres terrazas: las dos ubicadas más al norte se destinarían al desarrollo de la primera y la segunda etapa de la Unidad Vecinal (que contarían con amplias visuales tanto hacia la ciudad como hacia El Ávila), y la tercera al sur, colindando con la avenida Andrés Bello, se destinaría a la construcción del espacio público que hoy nos ocupa.

5. Planta de conjunto de la primera etapa de la Unidad Vecinal Simón Rodríguez (izquierda) y vista general en momentos en que se
estaba terminando la construcción de su primera fase (1956) al mismo tiempo que la plaza Andrés Bello (derecha).
6. Simón Rodríguez visto desde el noreste (Cota Mil) en fechas cercanas a 1957.

Antes de dedicarnos a comentar la plaza quizás valga la pena señalar que el conjunto de viviendas de Simón Rodríguez fue diseñado para la clase media y obrera. Se planteó utilizando una macromanzana a la cual se le accede con una vialidad periférica principal (que se conecta con la avenida Andrés Bello a través de la avenida Trujillo, abierta para tal fin) y calles internas que no la atraviesan, contando con una excelente relación entre áreas libres y ocupadas. En ella se construyeron en 1956, como primera fase de la primera etapa, cuatro superbloques Diego de Losada -DL Modificado-1956 de 15 pisos cada uno (iguales a los empleados en la segunda etapa del 2 de diciembre o 23 de enero, diseñados por Carlos Brando), que sumaron un total de 600 apartamentos complementados con: un grupo escolar para 600 alumnos, tres pre-escolares y tres parques infantiles, una guardería, dos edificios para comercio, una iglesia y un mercado cubierto, plazas públicas, edificios administrativos estacionamientos y campos deportivos. Para concluir la primera etapa, al año siguiente (1957), se realizó la segunda fase, consistente de otros cuatro superbloques (DL Modificado-1957) con 780 apartamentos, un cine con fuente de soda y doce locales comerciales, con lo cual la Unidad Vecinal Simón Rodríguez totalizó 1.380 apartamentos en lo que se tenía originalmente previsto como primera etapa.

7. Foto de archivo de la empresa Fibrocemento, encargada de la construcción de la plaza Andrés Bello en momentos en que se ejecutaba la obra.
8. Foto tomada en enero de 1965 donde puede observarse en la parte superior la primera etapa de la urbanización Simón Rodríguez concluida, en la parte inferior la plaza Andrés Bello y en el centro centenares de viviendas informales construidas en el área que estaba acondicionada para desarrollar la segunda etapa de los superbloques.

En lo concerniente a la plaza Andrés Bello, separada del desarrollo concluido en 1957 por la terraza que contemplaba la realización de su segunda etapa, se concibió como un amplio espacio que ofrece hacia la avenida su aspecto más formal, presidido por una escultura del ilustre escritor y educador caraqueño, en la que predominan los pisos de mármol italiano acompañados de dos fuentes de forma circular, jardines verdes y el correspondiente equipamiento. Hacia el norte, formando un conjunto con la parte sur, se desarrolló un parque con caminerías y juegos infantiles que originalmente serviría de transición con la Unidad Vecinal Simón Rodríguez una vez ésta se completara.

9. c.1957. Frente sur de la plaza Andrés Bello (izquierda) y vista hacia el edificio Las Fundaciones (derecha)
10. Tres tomas de la estatua de Andrés Bello en diferentes momentos.

El espacio, construido por la firma FIBROCEMENTO, estuvo acompañado desde su nacimiento por un vecino de lujo: el edificio Las Fundaciones de Diego Carbonell, finalizado en 1955, y al otro lado de la calle por el Centro Diagnóstico Integral Andrés Bello (antigua Tienda por Departamentos VAM) y el edificio Andrés Bello que, sumados a la culminación en 1969 del Centro Andrés Bello (iniciado en 1957) de Raúl Garmendia, le otorgan a ese segmento de la avenida una calidad urbana que no posee en ninguna otra parte.

Tentados a afirmar (sin tener certeza documental sobre ello) que fue diseñada por el TABO y a repetir (sin que tampoco sea del todo cierto) que la escultura de Bello la realizó Ernesto Maragall, la plaza se vio fuertemente afectada cuando, a raíz de la caída de la dictadura en 1958, la segunda etapa de Simón Rodríguez fuese casi de inmediato invadida y ocupada por construcciones precarias. Ello, sumado a la falta de mantenimiento, trajo como consecuencia el que las fuentes dejaran de funcionar, que la maleza creciera indiscriminadamente y que no se repusiera periódicamente el alumbrado lo cual la convirtió en un lugar descuidado e inseguro.

Hoy en día la plaza pertenece a la Parroquia El Recreo y colinda con Simón Rodríguez, Pinto Salinas y Pedro Camejo nombres que asumieron las zonas ocupadas por la informalidad a partir de 1958. Recuperada luego de ser atendida entre 2002 y 2008 ofrece, a 12 años de su puesta al día, algunas señales de desgaste que requieren de atención.

ACA

Procedencia de las imágenes

  1. http://viejosrecuerdos.eklablog.com/plaza-andres-bello-a127262154

2. Colección Crono Arquitectura Venezuela

3, 4 y 8. http://orachapellincaracasvenezuela.blogspot.com/2010/11/blog-post.html

5. Beatriz Meza. «Superbloques y masificación: vivienda Banco Obrero en Venezuela (1955-1957)». TECNOLOGÍA Y CONSTRUCCIÓN, Vol. 24-I, 2008 I y http://orachapellincaracasvenezuela.blogspot.com/2010/11/blog-post.html

6. https://www.pinterest.com/pin/283937951486707600/

7. https://www.pinterest.com/pin/451134087652015738/

9. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad y https://www.pinterest.es/pin/373165519129697296/

10. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad y https://www.facebook.com/lavenezuelainmortal/posts/948333841932216

VALE LA PENA LEER

Un nuevo libro relata la turbulenta historia de la complejidad arquitectónica

Por Michael Webb

14 de septiembre de 2022

Tomado de ArchDaily.com

El título rompedor de marquesinas lo dice todo: Architecture Unbound. A Century of the Disruptive Avant-Garde de Joseph Giovannini (Rizzoli, 2021, reseñado en el pasado Contacto FAC 291 del 25/09/2022), es un ambicioso intento de explorar las costas más salvajes del diseño y explicar cómo y por qué los arquitectos inconformistas se han atrevido tanto. También es una amplia introducción a los artistas que sentaron las bases para la innovación arquitectónica hace un siglo; a los filósofos y teóricos que mapearon nuevas formas de pensar; y a las complejidades de la teoría del caos, los programas paramétricos y de software que han dado forma a edificios excepcionales en las últimas décadas.

Un tomo de 800 páginas con más de mil notas finales podría intimidar a todos menos a los especialistas y estudiantes dedicados. Pero, de hecho, es sorprendentemente legible y bien argumentado: afortunadamente libre de la jerga académica y las polémicas intimidatorias que florecen en este campo. Uno puede contar con la erudición y la escritura viva de Giovannini, un crítico que ha defendido durante mucho tiempo la vanguardia. Incluso lo ha practicado en una escala modesta, y dedica este estudio a su esposa e hija por su tolerancia a un apartamento inclinado. El libro en sí está inclinado. Pentagram ha dispuesto el texto en bloques sutilmente inclinados y su portada es un digno tributo a Alexander Rodchenko, el maestro de la tipología constructivista. Hay una gran cantidad de imágenes bien subtituladas de edificios célebres y desconocidos, junto con obras de arte relacionadas.

La disrupción es el tema principal. La narración salta abruptamente de un tema o época a otra y viceversa. Un prólogo describe el rascacielos angular que alberga el Banco Central Europeo en Frankfurt como una «Torre Inclinada de Pisa contemporánea» y una insignia de aceptación para Coop Himmelb(l)au, que fueron anarquistas en sus primeros años. Luego, en rápida sucesión, algunas citas de Virginia Woolf, Thom Mayne y Colette; un collage iconoclasta de Stanley Tigerman, diseños radicales de 1983 y una sección sobre cómo las artes se movieron más allá del realismo a partir de la década de 1890. Abróchense los cinturones de seguridad, va a ser un vuelo lleno de baches.

Giovannini cita a Claude Parent, un arquitecto francés radical y productivo que cayó en la oscuridad, como una gran influencia en los practicantes contemporáneos, junto con Gordon Matta-Clark (que cortó edificios) y Lebbeus Woods (que no construyó casi nada pero dibujó divinamente). Elogia a Frank Gehry por su enfoque intuitivo del diseño, modelando a mano y explorando muchas iteraciones antes de permitir que sus socios expertos en computadoras creen documentos de trabajo, y también le apasionan los dibujos visionarios de Zaha Hadid y su dominio de las formas que fluyen sensualmente. Su abrazo a Peter Eisenman es menos convincente. Este es el arquitecto cuya obsesión por las geometrías subyacentes produjo una casa con una grieta en el piso del dormitorio y el Centro de Diseño y Arte Aronoff extrañamente distorsionado en Cincinnati. Eisenman admite que las decisiones clave sobre Aronoff fueron tomadas por la computadora y observa: «No sé si me gusta cómo se ve, pero el problema es irrelevante». Uno se pregunta si los usuarios están igualmente despreocupados.

Otros talentos aclamados (si bien familiares, y abrumadoramente blancos), desde Daniel Libeskind hasta Enric Miralles; Diller Scofidio + Renfro a Farshid Moussavi, cada uno recibe unas pocas páginas, y el libro abunda en revelaciones. Hay un fuerte énfasis en la representación gráfica. Marcos Novak, un pionero de la realidad virtual en UCSB, exhibió cuatro cuadros en la Bienal de Venecia de 2000, y sus formas rotas y rotas son tan emocionantes como cualquier imagen de la NASA de galaxias distantes. Dibujos y un modelo de escolares de Moscú muestran que otra generación ha heredado la visión de los constructivistas.

Giovannini ha hecho un trabajo admirable de selección y compresión, pero inevitablemente hay lagunas. Elogia a los artistas soviéticos de vanguardia de la década de 1920, en particular El Lissitzky y Kazimir Malevich, quienes influyeron fuertemente en Zaha Hadid, pero presta poca atención a las visiones arquitectónicas de Konstantin Melnikov, Alexander Vesnin y sus contemporáneos constructivistas. Apenas se mencionan las variadas manifestaciones del primer modernismo, y se retrata a la Bauhaus y sus herederos como si fueran una especie de Écoles des Beaux-Arts reaccionarias. El autor suscribe el mito ampliamente compartido de que el Modernismo expiró alrededor de 1970, gracias a algunas tesis provocativas y la demolición de un complejo audaz pero mal administrado en St Louis (Pruitt-Igoe de Minoru Yamasaki). Las viviendas públicas mal mantenidas y los desarrolladores que hacían Mies a bajo precio hicieron más para disminuir su atractivo que cualquier tratado. Sería más justo argumentar que el Modernismo (que simplemente significa «reciente» en lugar de «pasado») nunca desapareció. Varias generaciones de arquitectos desafiaron los viejos dogmas y, a través de su inventiva, el Modernismo ha renacido, realizando su potencial expresivo en una diversidad de formas.

MoMA y Philip Johnson son justamente criticados aquí por seleccionar un solo aspecto de la nueva arquitectura, despojándola de sus objetivos sociales y ungiéndola como el Estilo Internacional en una exposición de 1932. (También son ridiculizados por otro ejercicio de simplificación, la exposición Arquitectura Deconstructivista de 1998). Giovannini reconoce que los teóricos pueden ser «doctrinarios e insoportablemente arcanos… actuando como la clase sacerdotal de la arquitectura», repitiendo los errores de pioneros dogmáticos como Le Corbusier, que trató de reducir el diseño a cinco puntos, antes de ignorarlos en Ronchamp y Chandigarh. Pero está claro que está seducido por la ausencia de reglas, al borde de la anarquía, que ha generado un caos de forma por la forma en las ciudades prósperas de China, el Golfo y Europa.

Para bien o para mal, Estados Unidos se ha resistido a las innovaciones más audaces. Se necesitaron 14 años para financiar y construir el Walt Disney Concert Hall de Gehry, y el arquitecto fue constantemente denigrado hasta su finalización. Pero ese conservadurismo (o timidez) ha bloqueado muchas propuestas cuestionables. Antes de que las demandas se decidieran por una reurbanización mundana para el sitio del 11 de septiembre, se invitó a los radicales a ofrecer sus ideas. United Architects (un equipo ad hoc) propuso un complejo retorcido de cinco torres unidas en lugar del World Trade Center. Giovannini desearía que se hubiera realizado, pero un montaje lo muestra cerniéndose sobre el horizonte del bajo Manhattan tan intrusivamente como los ejes fálicos que ahora desfiguran Midtown.

El mensaje subyacente del libro es que, para estar a la altura de las demás artes, la arquitectura debe reflejar las incertidumbres reveladas por científicos y filósofos. ¿Pero por qué? Es cierto que vivimos en tiempos turbulentos, a merced del cambio climático, las desigualdades sociales y los demagogos y sus engañados acólitos, pero los arquitectos ilustrados respondieron a la era igualmente problemática de Hitler, Stalin y la Gran Depresión con edificios tranquilos y racionales, y posiblemente necesitamos más de esos ahora. Es fácil descartar la funcionalidad como aburrida, pero muchos de los edificios citados aquí están fuera de escala con respecto al contexto, su programa y los humanos que pasan por allí. Las ciudades solo pueden acomodar unos pocos íconos transgresores antes de que comiencen a parecerse a una película de ciencia ficción.

Los arquitectos contemporáneos tienen más que ofrecer que las virtudes tradicionales de firmeza, comodidad y deleite, pero esos principios siguen siendo relevantes. Y hay una curiosa sensación de desapego de la realidad en estas páginas. Por ejemplo, apenas encontré una mención de la obligación de los arquitectos de conservar energía y recursos, crear edificios netos cero y hacer que nuestras ciudades sean más habitables.

ACA

NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

El arquitecto como trabajador

PROFESIÓN Y CRISIS

Francisco González de Canales

Ediciones Asimétricas

2022

Nota de los editores

Mucho se ha debatido en el último medio siglo sobre el trabajo del arquitecto —¿profesión u oficio?, ¿creación o colaboración?, ¿disciplina autónoma o engranaje de un sistema socio-político?… — pero casi nada se ha escrito sobre el propio arquitecto como trabajador. Uno de los problemas de partida es que el arquitecto siempre ha tenido problemas para reconocerse a sí mismo como un trabajador más. Los arquitectos han preferido ver en la arquitectura una vocación, algo que se hace con placer, como una afición o una pasión, rodeando de diferentes mitificaciones esta actitud. En los intentos recientes de describir el estado de la profesión la palabra crisis parece llenarlo todo y pocas veces se acompañan de reflexiones de más amplio alcance.

Este ensayo aborda cuestiones que aparecen hoy en el debate sobre la arquitectura contemporánea y las analiza desde una perspectiva puramente laboral. Plantear aquí la figura del arquitecto como trabajador significa revisar su status laboral dentro de la economía contemporánea, un status compartido con otros trabajadores creativos. Asimismo, significa comenzar una tarea crítica respecto a los mitos recurrentes y las condiciones asumidas como incuestionables con el objetivo de abrir paso así a alternativas colectivas que hagan posible que el trabajo del arquitecto sea un ejercicio digno en un futuro próximo.

ACA