
La sorpresiva victoria de Aristóbulo Istúriz en las elecciones en las que se presentó como candidato de La Causa Radical (LCR) a la Alcaldía del Municipio Libertador del Distrito Federal en diciembre de 1992, significó el inicio de una gestión que para el período 1993-1996, tal y como apunta Margarita López Maya en “Alcaldías de izquierda en Venezuela: gestiones locales de La Causa Radical (1989-1996)», texto que apareció en Gobiernos de izquierda en América Latina. El desafía del cambio (1999), buscaba cambiar la manera de hacer política a esa escala, “desarrollando prácticas de organización y participación ciudadana que permitieran ir transformando lo que se consideraba la tradicional cultura clientelista venezolana por una más democrática”.
Istúriz al momento de asumir la dirección municipal aunque no contaba con experiencia previa para el cargo, si pudo aprovechar en buena parte el aprendizaje alcanzado por Clemente Scotto, perteneciente a su mismo partido político, quien había ganado las primeras elecciones municipales en 1989 para la Alcaldía del Municipio Caroní del estado Bolívar y que logró ser reelecto en 1992, por lo que ambas se constituyeron en experiencias que corrieron paralelas durante tres años.
Comprender la gestión llevada a cabo por Istúriz significa, por un lado, saber que el Municipio Libertador formaba parte junto al Municipio Vargas de lo que se denominaba el Distrito Federal y, por el otro, que integraba el Área Metropolitana de Caracas, entidad creada con fines censales en 1950, junto a los municipios Sucre, Chacao, Baruta y El Hatillo, todos ellos pertenecientes al estado Miranda. Sin embargo es la de Libertador la que por tradición será conocida como Alcaldía de Caracas ya que en ella se asientan los poderes públicos que estructuran el Estado venezolano.

Otro dato importante que se debe manejar es la dificultad que significaba, a efectos de su gobernabilidad, el tener una elevada densidad poblacional, una variada composición social y más de la mitad de sus integrantes en situación de pobreza a lo que debe añadirse, como señala López Maya, los inconvenientes derivados “de las leyes y reglamentaciones aprobadas para la ciudad en distintas épocas y para distintos fines que han terminado por conformar un laberinto legal que obstruye la posibilidad de un gobierno eficaz y hace sumamente difícil cualquier cambio de políticas para la ciudad. El municipio está regulado por la Ley Orgánica de Régimen Municipal (LORM), sancionada en 1989, pero también por la Ley Orgánica del Distrito Federal. Ambas se contradicen en algunos aspectos y otorgan facultades y atribuciones concurrentes entre gobernador y alcalde. Adicionalmente, el gobernador del D.F. es designado directamente por el Presidente de la República, lo cual crea en él cierta orientación e intereses que difiere de las del alcalde, quien es electo directamente por la comunidad. Otra reglamentación que genera dificultades es la Ley Orgánica de Ordenamiento Urbanístico (1986), que establece planes para las ciudades venezolanas en las cuales una de las dependencias del Gobierno Nacional, el Ministerio de Desarrollo Urbano, tiene una jerarquía superior a los niveles federales o municipales, las acciones de este ente son motivo de tensión y complicaciones por concurrencia de facultades y atribuciones. Por si no bastaran estos inconvenientes, existen leyes o reglamentos que regulan aspectos de la vida urbana, que se remontan a principios de siglo o aun antes, y aguardan hasta ahora por su actualización.”
La larga cita anterior permite contextualizar los problemas afrontados por una gestión que se benefició del voto castigo para alcanzar el poder, ganó con una pequeña diferencia y que, como ya dijimos, lo hizo ante la sorpresa de propios y extraños, motivo que obligó a desarrollar ideas sobre la marcha sobre política local y crear un equipo que compartiera los conceptos fundamentales de transformación y lucha contra el clientelismo político. Para ello contó, por un lado, con el apoyo del gobernador del estado Bolívar, Andrés Velásquez y del ya mencionado alcalde de Caroní, Clemente Scotto y, por el otro, con la oposición conformada por la gobernación del Distrito Federal y el gobierno central quienes no estaban dispuestos a facilitar el éxito de un partido popular emergente como lo era La Causa R.
Si quisiéramos resumir al máximo las políticas impulsadas por el alcalde Istúriz ellas se podrían recoger en el término “democracia radical”, principio ideológico básico de LCR que a su vez derivaba en “el gobierno de la gente” o, en otras palabras, en la implementación de una democracia directa. “Esta democratización implicaba el desarrollo de una cultura participativa, cultura que el partido consideraba inexistente en Venezuela por la exacerbación de la práctica populista como forma de relacionamiento entre la sociedad y el poder”, acotará López Maya. Para ello debían desarrollarse mecanismos de información que empoderaran al pueblo, “pues Istúriz consideraba que el conocimiento del ordenamiento jurídico, técnico y contextual de los problemas es lo que hace perder el temor a participar e impulsa el proceso de asumir los derechos y compromisos”.
Así, el eje articulador de las acciones conducentes a impulsar la democratización es el llamado “gobierno parroquial” nos recordará López Maya y ya que el mismo superaba los alcances que la LORM otorgaba a las juntas parroquiales se procedió a promover la “Ordenanza para la Creación y Funcionamiento del Gobierno Parroquial en el Municipio Libertador” la cual fue aprobada a punto de culminar el último año de gestión (1995) mientras Isturiz buscaba ser reelecto, cosa que no consiguió.
Se trató por tanto de tres años lidiando con tropiezos, trabajando por ensayo y error e intentando poner en marchas algunas políticas de modernización de las estructuras y procedimientos de un municipio complejo que arrastraba vicios provenientes de la administración anterior y cargaba con enormes y muy variadas responsabilidades. Para garantizar la obtención de recursos que permitieran llevar adelante los planes previstos se optó por darle prioridad a la realización de un catastro actualizado, el cual se finaliza en 1994 sin que luego reportara cambios significativos en la recolección de impuestos ya que tampoco fue posible racionalizar los ingresos y la recaudación del municipio.
Trabajando dentro de una estructura híbrida que no facilitaba las cosas, es sólo empezando 1995 cuando se logró producir la reestructuración definitiva de la alcaldía, “creándose una dirección general… coordinadora de cuatro direcciones operativas, cada una de las cuales respondería a líneas de acción estratégicas del municipio: la dirección de gestión interna, la de gestión económica, de gestión urbana y la dirección de gestión ciudadana”, a los que se deben sumar doce entes descentralizados. Hay que añadir que la forma como fue manejada la problemática del personal heredado y que dependía de las diferentes direcciones (entre 12 y 15 mil trabajadores) es otro aspecto débil que la gestión fue incapaz de mejorar por temor a enfrentarse a problemas que la paralizaran.

Siendo pues el gobierno parroquial el motor de la democratización buscada y las juntas parroquiales los entes que a tal fin debían ponerla en marcha, se emprenden desde la Oficina Municipal de Planeamiento y la Dirección de Obras Municipales programas tendientes a ofrecer una mejora sustantiva en el ordenamiento de cada una de las 19 parroquias que conformaban el municipio, dándose origen así al nombramiento de los arquitectos parroquiales y, sobre todo, a la experiencia que derivará en la realización de los denominados Planes Parroquiales (PP), 14 de los cuales serán asignados a un grupo de profesionales seleccionados por credenciales. Por otro lado, respetando lo señalado por la Ley Orgánica de Ordenamiento Urbanístico, el Instituto de Urbanismo de la FAU UCV va elaborando simultáneamente el Plan de Ordenamiento Urbano Local (PDUL), lo cual, como diría Marta Vallmitjana en “Plan de Ordenamiento Urbano Local y Planes Parroquiales de Ordenamiento Urbano. Un diálogo necesario. Caso: Municipio Libertador”, texto aparecido en la revista Urbana nº 20 (1997), dejaría de lado la tradicional planificación “en cascada” (jerarquizada, centralista y dirigida desde arriba “en la que se hacen difíciles las debidas consultas a las diversas expresiones de las fuerzas sociales, económicas y políticas”) por una “planificación de compatibilización” que buscaba reconciliar y establecer vasos comunicantes entre enfoques contrapuestos: los representados por los planes de desarrollo urbano (PDUL) y por el proyecto de diseño urbano (PP). Se aprovecharía así el importante factor participativo que los Planes Parroquiales tenían implícitos para poder formularse dentro de las políticas generales de “democracia radical” y “gobierno de la gente”.
Toda esta intensa, rica y variada experiencia que vitalizó a buena parte el medio profesional y académico, así como los lineamientos estratégicos y las dificultades y tropiezos que acompañaron a la gestión de Istúriz, fueron seguidos con interés y atención por las diferentes páginas que en la prensa nacional se ocupaban de temas de arquitectura y ciudad, fenómeno particularmente relevante durante la década de los años 1990. Así, con diferentes grados de compromiso, frecuencia y enfoque, hemos podido detectar que las secciones dominicales de “ciudad” o “arquitectura y diseño” de El Diario de Caracas a cargo de Oscar Tenreiro y Farruco Sesto, de “arquitectura” de El Nacional donde participan William Niño, Hannia Gómez y Federico Vegas y el encartado sabatino Arquitectura HOY coordinado por Juan Pedro Posani, van dando cuenta prácticamente desde el llamado a elecciones municipales y más aún al conocerse los resultados de lo que consideran son sus responsabilidades divulgativas y de generación de opinión.

Serán Tenreiro y Sesto quienes con contenidos de mayor carga política en virtud de su compromiso con la gestión de Istúriz, se colocarán expectantes desde el mismo día de las elecciones (6 de diciembre de 1992) a través del artículo “Cambiar la democracia” (firmado por Tenreiro) y, una vez conocidos los resultados, el domingo siguiente le dedicarán la página entera al inédito acontecimiento escribiendo Tenreiro “Para los cinco alcaldes” y “Arquitectura contra populismo” y Sesto “La ciudad de Aristóbulo”. De aquí en adelante se darán ambos a la tarea a lo largo de todo el año 93 de tocar temas como “Arquitectos parroquiales” (Sesto, 14/02), “Sobre La Bandera” (Sesto, 07/03), “Alcaldes aprovechen la semana” (Tenreiro, 04/04), “Un cambio cultural” (Sesto, 18/04), “Ledezma y la lata” (Sesto, 25/04), “Adiós a la OMPU” (Sesto, 09/05), “Recado a los vecinos” (Sesto,16/05), “Fundarte” (Sesto, 30/05), “Nota al gobernador” (Sesto, 06/06), “Concursos” (Tenreiro, 11/07), “Dignificar las Juntas Parroquiales” (Tenreiro, 01/08), “Alerta máxima” (Sesto, 01/08), «¿Ignorancia o mala fe? (Respuesta a dos intelectuales)” (Sesto,08/08), “Ley de patrimonio-Almacaroní” (Tenreiro, 15/08), “¡Auxilio, Presidente Velásquez!” (Tenreiro, 22/08), “Un triste General del Sur” (Tenreiro, 05/09), “El Cementerio como problema” (Sesto, 05/09), “Buenas noticias para la arquitectura” (Sesto, 07/09), “Ocaso de una cultura perversa” (Sesto, 24/10), “Resumen, Moraleja, Viso (Tenreiro, 31/10) y “La ciudad en vilo” (Sesto, 14/11). Cerrando el año en pleno proceso electoral para las presidenciales, Tenreiro y Sesto fueron vetados por la redacción de El Diario de Caracas al tomar partido por la candidatura de Andrés Velásquez, lo que derivó en la salida de ambos y el abandono del espacio ocupado durante casi 4 años y con ello el acompañamiento a la gestión de Isturiz. Pensaban titular la página “Y vamos de política”.
Desde El Nacional es fundamentalmente William Niño quien se dedica a hacer seguimiento y plantear recomendaciones e ideas sobre la temática que más le apasionaba: la ciudad de Caracas. En medio del entusiasmo derivado por el triunfo de Istúriz, allí aparecieron a lo largo del año 93 en la columna dominical sus artículos titulados: “Vendrán tiempos mejores para recobrar la ciudad”, “Las siete heridas de Aristóbulo”, “La octava herida de Aristóbulo”, “El golpe de Aristóbulo”, “Pequeños detalles y Aristóbulo”, “Acciones para la ciudad”, “Tiempo de Caracas (a los alcaldes); y en el año 94: “Doce retos para los alcaldes” a lo que habría que añadir tres artículos de Enrique Larrañaga titulados “La ciudad posible” (dos escritos en el 94 y otro en el 95). En el año 96, ya habiendo perdido Istúriz las elecciones de diciembre del 95 con Antonio Ledezma, Niño escribe “Es bueno recordar ( A propósito de Aristóbulo)» y, para no perder la costumbre de aconsejar a quienes dirigen la ciudad, “Ledesma y las siete heridas capitales” y “La plaza de Ledezma”.


Arquitectura HOY asume en cierta forma el relevo de Tenreiro-Sesto con otra actitud a través de artículos como “La ciudad espera” (Juan Pedro Posani, nº 25, 07/08/93) y más en la tarea de registrar el proceso de conceptualización, discusión y presentación de los Planes Parroquiales en el nº 57 (23/04/94) aparecen “Credo de Caracas” (bajo la responsabilidad de Enrique Larrañaga), “Descentralizar la ciudad y descentralizar el pensamiento” de Miguel Posani y “Retrato de Caracas” de Azier Calvo; en el nº 61 (14/05/94) se recogió a modo de reseña la Presentación en la FAU UCV del primer grupo de Planes Parroquiales encargados por la Alcaldía del Municipio Libertador; en el nº 63 (28/05/94) aparecen los Planes Parroquiales de ordenamiento urbano de La Candelaria y San Agustín; en el nº 67 (25/06/94) se publican los Planes Parroquiales de Ordenamiento Urbano de Altagracia y Catedral, y San José; en el nº 71 (23/07/94) aparecen los Planes Parroquiales de Ordenamiento Urbano de El Recreo y Santa Rosalía Sur; el nº 78 (10/09/94) se publica el Plan Parroquial de Ordenamiento Urbano de Sucre; en el nº 97 (04/03/95) aparece el Plan Parroquial de Ordenamiento Urbano de Antímano; para cerrar con el nº 203 (16/05/97) en el que se reseña (casi de manera nostálgica) la exposición “Trazos de ciudad”, organizada por el MAVAO donde de mostraron 14 planes, recordando que se trataba de 19 parroquias en total.
Es en este amplio contexto donde tiene cabida la aparición de la revista Ciudad cuya portada de su número 1 o 0 (único en todo caso) ilustra nuestra postal del día de hoy. La publicación de la recién creada Dirección de Gestión Urbana de la Alcaldía del Municipio Libertador, encabezada por Francisco (Farruco) Sesto, aparece algo tarde (finales de 1995) con la doble finalidad de asentar ciertas directrices conceptuales que a lo largo de tres años han caracterizado la gestión municipal en el área y a la vez con miras a ofrecer al público en general una especie de programa respaldado en hechos que justificaban la aspiración de ser ratificados con el voto popular.
La revista, en un formato un poco mayor que media hoja tamaño carta (21,5 x 15 cms) y papel glasé, tenía 136 páginas sin ilustraciones, aparece publicada por el Instituto Municipal de Publicaciones de la Alcaldía de Caracas, editada por FUNDARTE y diagramada por Mariela Garcés.


El editorial titulado “Como un número cero” le correspondió a Farruco Sesto, quien afirmó que Ciudad nacía algo apresurada y como “un número de prueba” con “la idea de producir una revista de pensamiento sobre los temas de la ciudad”, añadiendo que el contenido fue elaborado por personas “muy allegadas a la Dirección de Gestión Urbana”, creyentes en la necesidad de difundir a través de ensayos tópicos de interés para la urbe.
La colaboración se tradujo en diez artículos, a saber: “Conversación con Pérez Jiménez”, Oscar Tenreiro; “Ciudad: Pensamiento y Ordenanza”, Fernando Lugo; “De la ciudad, su memoria y sus deseos”, Enrique Larrañaga; “En defensa de la ciudad. Las quebradas de Caracas ¿propiedad privada o bienes de dominio público?”, Alonso Jesús Martínez; “Carta a J. M. Rodríguez”, Alonso Jesús Martínez; “Apuntes para una comprensión de la Valoración Moderna en la relación Programa-Lugar”, Carlos Pou Ruan; “Caracas y el problema de su calidad ambiental”, Antonio De Lisio; “El funcionamiento del servicio de transporte y los efectos del Metro sobre el sistema de superficie”, Rosa Virginia Ocaña Ortíz; “La tercera casa. Anotaciones sobre la ciudad como objeto cultural”, Farruco Sesto; y “Ciudad, Cultura y Futuro”, Farruco Sesto.
Es particularmente llamativa la entrevista que le hiciera en aquel momento Oscar Tenreiro a Marcos Pérez Jiménez (residenciado en Madrid) donde más allá de que se decanta por tocar temas relacionados con el desarrollo de la ciudad, las obras públicas y la arquitectura de los años 50, luce un tanto desubicada dentro de los lineamientos característicos de una gestión que se consideraba de “izquierda”. Más aún cuando se lee en el preámbulo de la conversación elaborado por Tenreiro que “No fue mía la idea de hacer esta entrevista… La idea fue de Farruco Sesto, amigo y compañero de trabajo durante muchos años…”. Sin embargo añade que la entrevista cobraba sentido para “recoger el testimonio de alguien que desde el poder impulsó modificaciones en Caracas, únicas por su significación y amplitud, reconocidas como iniciación decisiva del proceso de transformación y modernización de nuestra capital; conocer sus motivos en relación al apoyo que le dio a algunas de esas obras y tratar de profundizar sobre antecedentes y circunstancias”. También confiesa que: “Para mí, pues, un antiperezjimenista de la adolescencia, ya cincuentón, era atractivo eso de conversar con un hombre al que he dejado de ver con rabia pasando más bien agradecerle ciertas cosas que me parecen no sólo extraordinarias, sino imposibles en un país, el de hoy, estancado y carcomido por la mezquindad y la pequeñez”.
También resaltan los textos de Lugo y Larrañaga quienes en cierta manera asumieron espontáneamente el liderazgo desde el lado de los participantes que realizaron los Planes Parroquiales desde los puntos de vista instrumental el uno y conceptual el otro, experiencia que derivó en una ordenanza que de manera expresa no se asoma en la revista ante el temor de afectar las aspiraciones de reelección del alcalde.
Como ya se señaló, Aristóbulo Istúriz pierde las elecciones de diciembre de 1995 donde buscaba ser ratificado. De allí en adelante se desentiende de la política local para abocarse a la nacional. En tal sentido se suceden eventos como la separación en 1997 de un grupo importante de integrantes de la Causa R (Istúriz entre ellos) quienes crean Patria para Todos, organización que posteriormente formará parte del Polo Patriótico que impulsará a Hugo Chávez a la presidencia. Antonio Ledezma, alcalde entrante, aunque mantiene su interés por terminar de desarrollar el PDUL rápidamente interrumpe el proceso de construcción de gobiernos parroquiales emprendido en la gestión anterior, regresando al esquema que durante tres años se trató de enfrentar y revertir restituyendo la dinámica de las juntas parroquiales y de las asociaciones de vecinos como canales de participación.
Para Margarita López Maya, la derrota de Istúriz en 1995 “puso en riesgo inmediato la permanencia de los escasos logros obtenidos en democratización y/o modernización de su gestión. Si estos logros hubiesen sido apreciados por la organización, e incluso por Istúriz, una estrategia de defensa de los mismos y de denuncia frente a su desmantelamiento hubiese sido la política a seguir. Sin embargo, nada de ello se hizo. (…) Esto ha significado casi tres años en los cuales un gobierno local tradicional, como el del alcalde Antonio Ledezma, en el más característico estilo efectista y clientelar de AD, ha desempeñado una gestión en medio de una total ausencia de oposición crítica. De haberse valorado la gestión y la institucionalidad que tanto esfuerzo tomó construir, no se hubiera abandonado tan fácilmente”, concluyendo (recordemos que López Maya escribe su ensayo en 1999): “… en Venezuela sigue sin fuerza un proyecto político alternativo y popular que le de el puesto que se merece a la gestión local y valore la necesidad de institucionalización de los cambios en sus estructuras y procedimientos, tome en serio la autonomía financiera del gobierno municipal y profundice la democracia a este nivel como camino hacia una cultura ciudadana plena.”
Hasta ahora, pese a los avatares “revolucionarios” nada ha cambiado. Más bien se diría que estamos peor. La senda seguida por Istúriz desde entonces así lo revela.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal. Colección Crono Arquitectura Venezuela
2 a 6. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad