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11 bienales de arquitectura a las que debes prestar atención en 2019
por Nicolás Valencia

(Tercera parte)
9 Enero, 2019
Tomado de Plataforma arquitectura

España: Bienal de Arquitectura Latinoamericana (BAL 2019)
24-27 de septiembre, 2019
La sexta edición de la Bienal de Arquitectura Latinoamericana (BAL 2019) destacará a 14 oficinas emergentes latinoamericanas en España, incluyendo a Obra Arquitetos (Brasil), Equipo de Arquitectura (Paraguay), Mutar Estudio (Chile) y IR Arquitectura (Argentina). Paralelamente, la organización confirmó a Uruguay como país invitado del evento. Liderado por el Grupo de Investigación AS20 de la Escuela de Arquitectura de Navarra, la BAL 2019 es organizada con la colaboración del Ayuntamiento de Pamplona, el Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro, el Gobierno de Navarra, el Ministerio de Fomento de España y la Universidad de Navarra.
La sexta edición de la Bienal de Arquitectura Latinoamericana (BAL 2019) destacará a 14 oficinas emergentes latinoamericanas en España, incluyendo a Obra Arquitetos (Brasil), Equipo de Arquitectura (Paraguay), Mutar Estudio (Chile) y IR Arquitectura (Argentina). Paralelamente, la organización confirmó a Uruguay como país invitado del evento. Liderado por el Grupo de Investigación AS20 de la Escuela de Arquitectura de Navarra, la BAL 2019 es organizada con la colaboración del Ayuntamiento de Pamplona, el Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro, el Gobierno de Navarra, el Ministerio de Fomento de España y la Universidad de Navarra.
ACA

La ciudad en el imaginario venezolano
IV: Del viernes negro a la Caracas roja
Arturo Almandoz Marte
Fundación para la Cultura Urbana
2018
Nota de prensa tomada de Prodavinci del 9/11/2018
La Fundación para la Cultura Urbana cierra el tercer trimestre del año con buenas noticias. La primera de ellas es la edición y lanzamiento de un cuarto tomo de la conocida y exitosa investigación que desde 2002 ha realizado Arturo Almandoz Marte desde la Universidad Simón Bolívar, con el apoyo de la FCU, La ciudad en el imaginario venezolano.
Siguiendo con el procedimiento y la ordenación de los tres libros anteriores de esta investigación –Del tiempo de Maricastaña a la masificación de los techos rojos (2002; 2009); De 1936 a los pequeños seres (2004) y, De 1958 a la metrópoli parroquiana (2009)–, esta cuarta parte, con prólogo de Ana Teresa Torres, identifica y articula los principales momentos del imaginario ensayístico y novelesco de autores venezolanos en los años 80 y 90 del siglo XX.
Un interesante recorrido lleva al lector desde el agotamiento de la Gran Venezuela y su paso de los años setenta hacia los ochenta, prefigurando el llamado Viernes Negro, como coordenadas históricas que abren el inquietante imaginario del primer capítulo, sobre los “malestares capitalinos”. La comedia humana que transita la muestra, principalmente narrativa, de la primera parte es completada en la segunda con el ensayo y la crónica que registran los irreversibles desequilibrios de la urbanización venezolana, sobre todo en lo atinente al desbalance entre cultura, civilización y memoria.
Tal como ha ocurrido en libros anteriores, una tercera parte se dedica al imaginario urbano venezolano siguiendo, por un lado, los itinerarios de los viajes y las migraciones internacionales –incluyendo Miami, por supuesto– y, por otro lado, a ciudades y comarcas del interior de nuestro país. Los capítulos finales –“Urbes fracturadas y violentas” y “Hacia la Caracas roja”– abren con las señaladas advertencias, que a partir del Caracazo de 1989, hicieran Uslar, Liscano y otros de los así llamados Notables sobre el inminente cataclismo político y económico, con sus nefastas consecuencias sobre las urbes ya fracturadas irreversiblemente. Encabezados por Ana Teresa Torres y Antonieta Madrid, Eduardo Liendo y Carlos Noguera, los novelistas dieron respuestas finiseculares a todo ese proceso, al reconstruir la memoria citadina a través de la urbanización de las parentelas que atraviesan el quinto capítulo. Destaca en este sentido el caso de Torres, cuya Malena, entre otras voces femeninas de El exilio del tiempo (1990), resuena como canto de cisne finisecular frente a la Maricastaña de Picón Salas, quien abriera el primer libro de esta investigación. Y como cierre de la trunca modernización nacional, pero a la vez como adelanto de las vicisitudes políticas y sociales por asolar al país en el siglo XXI –cuyo imaginario apenas asoma en este cuarto libro– el último capítulo vislumbra la Venezuela roja y revolucionaria.
En el prólogo a este libro, Ana Teresa Torres señala que Almandoz “trabaja con la parsimonia y la prolijidad del investigador para quien todo puede ser de interés para ampliar, circundar, iluminar el objeto propuesto, y así, con una prosa detallada (y elegante) va poco a poco penetrando en los terrenos que ha decidido urbanizar literariamente. Los nombres de ensayistas, novelistas, cuentistas y cronistas saltan entre las páginas componiendo el retablo de la escritura venezolana del último tercio del siglo XX, pero no a modo de panorama o de recuento sino de voces que hablan desde la ciudad, y asimismo la ciudad –la polis, podría decirse– habla desde ellos. No es un crítico literario reescribiendo la literatura venezolana, ni un experto en ciudades describiendo a Caracas, ni un historiador recontando los tramos de nuestro pasado, ni un sociólogo estudiando la venezolanidad. Es la labor de entretejido la que verdaderamente cuenta aquí.”
ACA

El edificio Santa María, ubicado en la avenida México, Caracas, proyectado por el arquitecto de origen alemán Klaus Heufer (1923) con la participación del joven venezolano Francisco Pimentel para la firma Arquitectos Asociados (recién fundada en sociedad con Klaus Peter Jebens), constituye una de las obras en las que de manera temprana se utiliza en Venezuela un elemento que permitirá a lo largo del mundo generalizar los códigos del Estilo Internacional, tanto en edificios de oficinas como institucionales: el “curtain wall” cuya traducción al español es “muro cortina”.
La foto que ilustra nuestra postal del día de hoy da cuenta de la elegante presencia de esta correcta edificación en fechas recientes a su puesta en servicio y de la absoluta limpieza con que es tratada su volumetría, integrada por un cuerpo bajo y una torre, donde de esta última resalta la cuidadosa modulación de su fachada sur, impecablemente resuelta con una piel vidriada de diferentes tonos, sostenida por perfiles de aluminio e independiente de la estructura, contenida entre los muros laterales ciegos que la delimitan y dan respuesta a las orientaciones este y oeste. Esta manera de mostrarse al exterior recuerda sin lugar a dudas referentes tales como la Lever House (1952) de Gordon Bunshaft trabajando para Skidmore, Owings & Merril y el Seagram Building (1958) de Mies van der Rohe ambos en Nueva York, pioneros en la utilización de este recubrimiento que empezó a darle a las fachadas un acento característico.
Ya antes en Caracas, con la realización de la Torre Polar (1953) de Vegas & Galia Arquitectos Asociados, el “curtain wall” hizo por primera vez su aparición recubriendo por igual los cuatro frentes de un edificio a todas luces emblemático que buscaba, dada su localización, impactar y constituirse en símbolo recogiendo la tradición de los rascacielos newyorkinos. Esta atrevida y polémica decisión de tratar indiscriminadamente las cuatro fachadas de la edificación con un material de comportamiento uniforme ante el asoleamiento, se enfrentó provocadoramente a las enseñanzas que con relación a las consideraciones climáticas había ido mostrando Carlos Raúl Villanueva en el desarrollo de la Ciudad Universitaria de Caracas y los mismos Vegas & Galia a través de su propia obra temprana.

Sin que nos conste que en el caso del edificio Santa María haya sido así, vale la pena recordar que para resolver el cerramiento definitivo del Polar, Vegas & Galia, cuando la estructura ya estaba concluida y se disponían realizar las fachadas según el proyecto original (a semejanza del edificio El Municipal), convocaron a representantes y vendedores de los cristales Saint-Gobain (ofrecidos como aislantes y absorbentes de la radiación solar) y de ACO, S.A. distribuidores y también representantes de la compañía norteamericana ALCOA (Aluminum Company of America), quienes les ofrecieron utilizar sus productos, siendo estos últimos con quienes finalmente se concluyó la obra no sin antes tener que sortear importantes inconvenientes técnicos tanto de instalación como de filtración del agua cuando llovía. De esta manera, entre 1953 (cuando se termina el Polar) y 1959 (fecha de apertura del Santa María), aunque tímidamente varios edificios asumieron esta manera de envolverse que daba protagonismo a la superficie vidriada (Centro Comercial del Este -1953- de Diego Carbonell, Cámara de Comercio de Caracas -1954- de Julio Volante, Edificio de Radio Continente -1956-, Edificio del Rectorado del Colegio San Ignacio de Loyola -1958- de Erasmo Calvani y Juan Capdevila Elías y Palacio Municipal de Maracaibo -1959- de Miguel Casas Armengol, por citar algunos), ninguno lo hará con la maestría y contundencia con que Heufer la maneja, para lo cual debe haber contado con la asesoría de los proveedores de productos importados de los Estados Unidos tal y como lo hicieran Vegas & Galia en su momento.
En adelante, proliferará el uso del “curtain wall” en Caracas, desatando, como lo hiciera el edificio Polar, una encendida discusión acerca de su conveniencia y adecuación en climas tropicales (traducida a los tiempos actuales en “sostenibilidad”), más allá del recato con que durante un buen tiempo los proyectistas lo usaban destinándolo a las fachadas norte y/o sur, hasta que se liberaron de tal condición a medida que se lograban, sin conseguirlo del todo, mejoras en los índices de polarización de los cristales.
Por otra parte, no estaría de más recordar que Klaus Heufer, formado como arquitecto en la Universidad Tecnológica de Braunschweig (la más antigua universidad tecnológica de Alemania), de donde egresa en 1950 bajo la tutoría del profesor Friedrich Wilhelm Krämer, viene a Venezuela en 1952 para incorporarse junto a su compañero de estudios Friedrich Beckhoff a la oficina Malaussena & Silveira, donde desde hacía ya un año trabajaba Klaus Peter Jebens también condiscípulo de ellos. Casi de inmediato comienza su participación en los proyectos para el Círculo de las Fuerzas Armadas y los hoteles Guaicamacuto y Maracay de la CONAHOTU, apareciendo la utilización del “muro cortina” de forma clara tanto en este último como en el Salón Venezuela del club militar lo que le permite a la firma, junto a otros atributos propios de un enfoque diferente desde lo proyectual, dar un giro hacia el uso de códigos modernos que se sumarán a los de corte académico que Luis Malaussena manejaba con maestría.

Radicado definitivamente en Venezuela, independizado de la oficina de Malaussena & Silveira, Heufer desarrolla en su firma Arquitectos Asociados una prolífica carrera profesional de más de 30 años donde se realizaron aproximadamente 150 proyectos y anteproyectos arquitectónicos, de entre los cuales han quedado piezas memorables, mostrando en ellas un claro interés por la perfección en los detalles acompañada de la impecable utilización de materiales y acabados los cuales siempre pone a prueba antes de decidir su incorporación a un proyecto. Desde muy joven Heufer mostró una gran habilidad para el dibujo y de su formación junto a Krämer aprendió a integrar la madera en sus propuestas de acuerdo con las prácticas y modos de uso de la arquitectura escandinava, de la cual también absorbió, tras su pasantía por Malmö, Suecia, la importancia de incorporar el diseño del mobiliario integrado a los ambientes. Su aclimatación a nuestro país pasó del primer impacto producido por la luz, el color y la exuberancia vegetal de Caracas a la asimilación paulatina de valores y elementos locales como el patio, el corredor y el alero, que le permitieron hacer una verdadera exploración en torno a la arquitectura doméstica de donde destaca su integración al medio ambiente, la continuidad espacial entre el interior y el exterior y el combinado equilibrio entre lo tradicional y lo moderno.

Sobre la obra de Heufer, Alonso Ayala publicó La arquitectura interior y exterior de Klaus Heufer (Armitano Editores, 2005) y en un tono más personal, con motivo de la celebración de sus 90 años, Lorenzo Davalos le dedicó un hermoso reportaje en su blog caracas 10N, 67W titulado “Klaus Heufer y su persistente pasión por los detalles”, aparecido el 27 de agosto de 2013 (https://caracas1067.wordpress.com/2013/08/27/la-persistente-pasion-por-los-detalles-de-klaus-heufer-1/), que vale la pena consultar.


Sin embargo, el mayor reconocimiento a su trayectoria como arquitecto clave para entender la modernidad venezolana se le rindió en 2014, cuando bajo la curaduría de Rafael Pereira, se montó en los espacios del Centro Cultural B.O.D., La Castellana, Caracas, la exposición “KLAUS HEUFER, Arquitecto: Arqueología de la modernidad” donde se pudieron apreciar maquetas, planos originales, fotografías y documentos personales del arquitecto, “a partir de los vestigios documentales rescatados, de sus edificaciones de mayor significación para nuestro acervo arquitectónico» simulando una «labor arqueológica”, como dirá el propio Pereira.

Hoy, diluido entre la vorágine del centro de la ciudad, intervenido sin compasión alguna (coloreando artificialmente su fachada, pintando de rojo el mármol verde alpi y otras superficies, añadiéndole grafismos fuera de tono y clausurando su zona comercial en planta baja), desvirtuado en cuanto a la sobriedad de su planteamiento original a favor de una visión populista de la cultura (cuyo ministerio hoy alberga), el edificio Santa María resiste al igual que toda una sociedad a la espera de la llegada de tiempos mejores.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal y 6. https://entrerayas.com/2018/06/edificio-santa-maria-abusiva-intervencion/
1 izquierda. https://www.som.com/projects/lever_house
1 derecha. Revista CIV, nº 217, abril 1954
2. https://coleccioncisneros.org/es/editorial/cite-site-sights/la-villa-moderna-en-caracas
4. https://twitter.com/ZonArquitectur/status/754720717904744448/photo/1
5. https://traficovisual.com/2014/07/23/exposicion-klaus-heufer-arqueologia-de-la-modernidad/
… el 17 de febrero de 1996 aparece en el número 142 de Arquitectura HOY, por tercera ocasión, un importante espacio dedicado a cubrir los resultados del «Concurso para la sede del Conservatorio de Música del estado Carabobo».

El Concurso para la sede del Conservatorio de Música del estado Carabobo, promovido por la Gobernación de dicho estado junto al Colegio de Arquitectos de Venezuela (filial Carabobo), se convirtió en el evento que copó la actividad disciplinar durante la última mitad de 2015, año particularmente movido en cuanto a la realización de llamados de este tipo. Basta recordar que en ese mismo lapso de doce meses la Dirección de Gestión Urbana de la Alcaldía del Municipio Libertador promovió el Concurso para proyectar las Áreas de Acceso al Cementerio General del Sur, El Cementerio, Caracas, adjudicándosele el Primer Premio al arquitecto Doménico Silvestro, y que la Gobernación del Distrito Federal y el Instituto de Patrimonio Cultural auspiciaron el Concurso Patio Jardín / Gobernación del Distrito Federal, Esquina La Torre, Plaza Bolívar, Caracas, ganado por los arquitectos Jorge Rigamonti, Mario Quirós y Alfredo Caraballo.
Así, el jurado integrado por Eduardo Santaella, Juan Pedro Posani, Guillermo Mujica Sevilla, David Gouverneur, Tomás Martínez, Frida Añez Magasrevy, Alfredo Fermín y Elizabeth Canales, decidió otorgar por unanimidad el 9 de diciembre de 2015 el primer premio del Concurso del Conservatorio de Valencia, al equipo conformado por Edwing Otero, Alfredo Sanabria, Juan Luchsinger y Hugo D’Enjoy (OSLD) con la colaboración de María José Sedales y José Guerra. El segundo premio recayó en María Mercedes Boggiero e Iván Niubó y el tercero sobre Manuel Delgado Arteaga con quien colaboraron de José Manuel Da Silva, Henry González, Claudia Medina, Ricardo Pérez y Miguel Ramírez. Además se otorgaron hasta 8 Menciones Honoríficas siendo expuestos todos los trabajos presentados del 10 al 15 de diciembre de 2015 en el Museo de la Cultura de la capital carabobeña.


Quizás por la escasa promoción que tuvo el certamen o quizás por haber sido un año cargado de eventos, lo cierto es que para ser evaluados se entregaron únicamente 29 proyectos apareciendo sus resultados por primera vez en la edición nº 136 de Arquitectura HOY del 16 de diciembre de 2015 con la nota «Valencia entra en tono» a cargo de Carolina Heredia y Enrique Fernández-Shaw. Posteriormente se le brindaría la oportunidad a los ganadores de mostrar su propuesta (una breve descripción y las imágenes más representativas) en el nº 137 del 13 de enero de 2017 cuya información fue recogida por Carolina Heredia en «Entonando el Nuevo Año con la ‘caja de música'», hasta que finalmente Juan Pedro Posani decide saldar bajo el título de “A petición” una deuda crítica que debía como jurado del concurso el 17 de febrero de 2017 en el nº 142 que hoy nos ocupa.
En tal contexto lo primero que destaca Posani es el “altísimo nivel de aportes y contribuciones al diseño que se ha evidenciado en buena parte de los concursantes” ello basado en que, a pesar de la “escasa” participación, “casi la mitad -o tal vez más- de las proposiciones reflejan notable madurez, seguridad de pensamiento y dominio y control del lenguaje formal”. Sin embargo tales bondades, no atadas “a formalismos y formulismos de moda”, en los mejores trabajos lucen “comedidas” o excesivamente sensatas y prudentes extrañando Posani “una cierta carencia de sentido del riesgo que frena los ímpetus del atrevimiento”.
Al entrar a analizar posibles razones para que aparezcan las apreciaciones formuladas, Posani se atreve a atribuirlas en buena parte a “una fuerte asimilación de algunas de las mejores enseñanzas de la arquitectura española contemporánea -cuya información ha tenido y tiene amplia acogida en Venezuela- y que se distingue por la serenidad con que ha absorbido y, en más de un sentido, superado la experiencia moderna (…) sin renegar del pasado, más bien apuntando a él como permanente y amable referencia, pero también sin permanencia enclaustrada en una sumisión carente de actualidad y de sentido activo de la historia”.
Finaliza Posani su aproximación general a los resultados del evento señalando: “… es con gran alegría que se advierte cómo ha crecido y se ha impuesto, en la mayoría de los trabajos, la consideración de la relación con el contexto, bien sea éste cultural, ambiental o simplemente paisajista”, apreciación que se corrobora con toda claridad cuando extraemos de la escueta memoria del proyecto ganador lo siguiente: “La solución se caracteriza por expresar con claridad las dos partes esenciales del programa, en una edificación compuesta por dos volúmenes que cumplen roles diferentes y que se articulan volumétricamente en un conjunto por medio de una plaza cubierta que orienta los accesos a cada una de las partes” o, en palabras de Posani, “… resuelta con gran dominio del tema funcional” lo cual “se evidencia a cabalidad en la diferenciación de los cuerpos volumétricos y en la distribución de sus contenidos programáticos”. Dentro de la misma línea “contextualista” pero alejada de la manera como se expresan los ganadores, Isabel Lasala no duda en calificar la propuesta presentada por su padre, dentro de la categoría “Puro paisaje” en el libro Creando lugares. Entre la exaltación y la superación del objeto arquitectónico en la obra de Pablo Lasala (2014) donde precisa: “Lasala ofrece paisajes construidos para la contemplación, lugares que no evidencian su programa pero que nos hacen saber que estamos ante algo especial”.
Para quienes quieran detenerse en recrear los comentarios puntuales que Posani ofrece a cada una de las propuestas que resalta en el artículo -lamentablemente truncado por los duendes que suelen aparecer en las imprentas- en el que además de los tres primeros premios incorpora únicamente las menciones otorgadas a Jesús Tenreiro, Pablo Lasala y Francisco Bielsa, siempre les queda la oportunidad de bajar el documento que encabeza esta nota. De resto, reconocer que la celebración de este concurso, aunque terminó de nuevo en frustración por la no realización de la obra, deja el sabor de estar en presencia de un episodio digno de ser repasado, donde se apostó de nuevo al talento nacional y la calidad se hizo presente de múltiples maneras, dejando en nuestras manos un calificado testimonio del momento que atravesaba nuestra arquitectura.
ACA