1957• En el mes de enero se inaugura el primer edificio de la sexta sede del Colegio Humboldt desde su fundación, construida en una parcela ubicada al pie de El Ávila, en la urbanización Alta Florida, diseñada por el arquitecto Federico Beckhoff.
En años sucesivos se hicieron numerosas ampliaciones realizadas según diseños de diferentes proyectistas, que constituyen lo que es hoy la moderna sede del colegio.
1955•La constructora E VICA que desarrolló conjuntamente con el arquitecto Diego Carbonell la Urbanización Santa Cecilia, inicia una campaña publicitaria para ofrecer en venta las casas proyectadas por el arquitecto Carbonell utilizando diferentes medios publicitarios impresos. Este aviso a página completa apareció en la revista A, hombre y expresión en enero de 1957.
Los expresivos dibujos recogidos en nuestra postal del día de hoy, elaborados por Domingo Acosta (Arquitecto, UCV, 1979; Master of Architecture, University of California Berkeley, 1982; Ph.D. in Architecture, University of California Berkeley, 1986; y profesor titular en la FAU UCV), como diseñador del hotel Stauffer (cuya construcción se culmina en 1995), nos podrían permitir rescatar y valorar el papel de acompañante en la concepción y desarrollo de un proyecto que cobra el croquis para algunos profesionales, y la vida propia que ellos empiezan a adquirir dentro de la aproximación que a su obra se pretenda hacer. Sobre este tema ha escrito con propiedad Frank Marcano Requena quien en su ensayo “El croquis como instrumento de diseño” (incluido en el libro Croquis.Plan Rector. Ciudad Universitaria de Caracas de Gorka Dorronsoro -2000-, reseñado en Contacto FAC nº 65 del 25-02-2018), precisa cómo este tipo de dibujos no sólo dan cuenta del proceso creativo que puede acompañar a determinada obra sino también acerca de los temas y preocupaciones que van de la mano de su autor como parte de su devenir intelectual.
Así, podríamos descubrir tras los bocetos de Acosta, por un lado, su utilización como recurso para explicar desde lo puntual varios de los aspectos fundamentales que develan el énfasis dado a la concepción de esta edificación y, a su vez, la manera como puede explicarse, a partir del diseño de algunos de sus elementos constructivos, la forma como se pensó en su caracterización y la ambientación que se buscaba dar a algunos de sus espacios más importantes.
Pero lo que esta aparente representación parcial denota es la presencia de una visión que sobre la arquitectura se tiene y que gira en torno a lo que se ha denominado el “desarrollo sostenible”, línea de trabajo que Acosta ha desplegado y puesto en práctica tanto en sus proyectos profesionales como en su actividad como investigador dentro del Instituto de Desarrollo Experimental de la Construcción (IDEC) de la FAU UCV, buscando demostrar permanentemente cómo ambas actividades pueden alimentase mutuamente en pro de una arquitectura “ecológica y socialmente responsable”. Estrategias tendientes a lograr una arquitectura y construcción sostenibles pueden encontrarse, entre otras, tras el diseño bioclimático, la reducción del consumo energético, la reducción del consumo de recursos y desechos, y la creación de lugares sostenibles, tal y como se señala en la página http://www.domingoacosta.com/site/.
De esta manera, cuando Stambul Ingeniería, Procura y Construcción le llama para proyectar el hotel Stauffer, Acosta (quien contó con la colaboración del arquitecto Carlos Gambino) encuentra una excelente oportunidad de poner en evidencia las preocupaciones que ya venía desarrollando con relación a los temas apuntados. Al describirlo, tal vez por lo temprano de la fecha, se hace mención no tanto a “desarrollo sostenible” sino más bien a “el clima como tema fundamental en el diseño”, condiciones ambas que sin duda siempre deben ir de la mano.
Para concebir la propuesta se apela a la valoración de su localización en los verdes llanos de Monagas (al norte de la ciudad de Maturín) a los que “hasta pareciera que la sequía no lo afecta” y a la voluntad de captar la infinitud que ofrece el paisaje, resumida en la consideración de un poderoso medio ambiente donde la lluvia, la humedad, el calor y la inmensidad de «un horizonte multiverde» conforman un inmejorable marco natural al que había de escuchar.
Según podemos extraer de la página ya mencionada: “El conjunto arquitectónico consiste en un anillo de edificaciones bajas que abrazan un gran patio central, como en las grandes haciendas y casas coloniales venezolanas. Los propietarios estuvieron de acuerdo en que hubiera sido un exabrupto construir una torre en medio del llano; además, apreciaron que el esquema adoptado permitiera proyectar y construir simultáneamente e inaugurar por etapas, como forma de disminuir los costos financieros”.
En un terreno de más de 3 hectáreas, con un área de construcción de cerca de 20.000 m2, un total de 230 habitaciones y el apoyo de todos los servicios que han permitido catalogarlo como un hotel cinco estrellas, su bien logrado diseño ofreció a los redactores del Arquitectura HOY la ocasión de presentarlo en las páginas centrales de su nº 64 (4 de junio de 1994) acompañándolo, entre otros, del siguiente comentario: “…la proposición ha trascendido la creación de un microclima; es un microcosmos en el cual galerías, balcones, aleros, pérgolas y vegetación conforman espacios intermedios de sombras que protegen y generan nuevos ámbitos, en donde los rigores del clima se apaciguan y se domestican, con una arquitectura que parece estar tejiendo sobre la urdimbre de la naturaleza presente. El conjunto hotelero expone sus adhesiones a las condiciones del sitio, a los materiales y los detalles que son familiares -como una Casa Grande- atendiendo también con naturalidad, a las disponibilidades técnicas contemporáneas y la racionalidad constructiva, como si la decisión de diseñar con el clima estuviera liberada de cualquier hábito formal o técnico”. Quizás valga la pena observar de nuevo la postal para confirmar lo expresado en el semanario.
Constituye el Stauffer una clara excepción dentro de los hoteles de reciente data que, basado de sus valores, ha salido al relevo de algunos de los pertenecientes a la emblemática cadena de la CONAHOTU construidos en los años 50 del siglo XX, y servido para dar una nueva oportunidad de mostrar de manera renovada cómo deben enfrentarse aspectos constructivos, ambientales y de caracterización ligados ahora al desarrollo sostenible. Pese al tiempo que los separa, podría sumarse perfectamente a la saga conformada por los hoteles Moruco, Prado Río y muy particularmente el Llano Alto dada su localización, materiales, lógica constructiva empleada y acento dado a las variables ambientales.
Afortunadamente al día de hoy el hotel Stauffer aún se encuentra bien mantenido y sigue siendo referencia se primer orden para quienes quieran visitar el oriente del país. Los operadores turísticos, sin escatimar en elogios, no dudan en promocionarlo en virtud de que “ofrece un armónico y placentero contraste con un paisaje en condiciones prácticamente vírgenes, además, brinda la cómoda cercanía de los principales y más variados encantos naturales de la región, como la Cueva del Guácharo, un imponente monumento natural y uno de los pocos santuarios de esta ave a nivel mundial, ubicado en el macizo oriental, importante reducto de bosques y fuentes de agua para la región”.
La visita que realizó Iñaki Ábalos a Venezuela el año 2010 obedeció, como la de muchas otras personalidades que se han acercado a nuestras tierras, a la invitación que se le cursara para formar parte del jurado de un importante concurso nacional promovido en este caso por la CAF (entonces Corporación Andina de Fomento) y la Fundación del Estado para el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela (Fesnojiv): el destinado a seleccionar la mejor propuesta para el “Nuevo Complejo Musical de Caracas” (o “Complejo de Acción Social por la Música Simón Bolívar” como también se le conoce), a ser localizado en el Bulevar Amador Bendayán, Sector Santa Rosa, que fuese ganado por los arquitectos Khristian Ceballos, Alejandro Méndez, Mawari Núñez, Daniel Otero, Jean-Marc Río y colaboradores (ADJKM), cuyo veredicto se dio a conocer el 2 de julio.
Para aquel momento Ábalos, quien se tituló de arquitecto en 1978 y de Doctor en Arquitectura en 1991 en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (de la que fue profesor del Departamento de Construcción entre los años 1984 y 1988), y destacaba como uno de los arquitectos españoles más reconocidos de su generación, ya había roto su sociedad (2006) con Juan Herreros con quien fundó en 1985 el prestigioso estudio Herrero & Ábalos y creado (desde el propio 2006) la firma Ábalos+Sentkiewicz arquitectos junto a Renata Sentkiewicz, la cual se mantiene activa hasta ahora.
El mismo año en que nos visita (2010), Ábalos, tras ser en 2009 RIBA International Fellowship, es invitado por la Universidad de Harvard comoVisiting Critic in Architecture and Urban Design, pasando luego a ser Professor in Residence (2012-2013), para luego asumir el cargo de Chair of the Department of Architecture (2013-2016).
Ábalos, cuya obra en sociedad con Herreros ya había sido objeto de diversas monografías, y empezaba también a despuntar como crítico a través del ensayo Natural-Artificial (1999, aparecido en el libro de Autores Varios del mismo nombre), comenzó a dejar constancia de su peso como pensador y teórico de la arquitectura a partir de la publicación de La buena vida. Visita guiada a las casas de la modernidad (2000), obra de gran impacto y trascendencia en los medios académicos.
Así, a punto de iniciar su experiencia en Harvard y luego de cuatro años de su filiación profesional con Renata Sentkiewicz, Ábalos se presenta el 6 de mayo de 2010 en el Auditorio Carlos Raúl Villanueva de la FAU UCV, donde dictó la conferencia “La belleza termodinámica. Obras y proyectos”, oportunidad que aprovechó para mostrar la línea de trabajo que en ese momento lo caracterizaba que a su vez había generado un claro eje de investigación proyectual, cuyos principales planteamiento ya habían sido recogidos en La belleza termodinámica (2008) publicación que puede consultarse en http://www.mansilla-tunon.com/circo/epoca7/pdf/2009_157.pdf.
En dicho texto (base indudable de la conferencia dictada), luego de realizar una interesante introducción, que vale a la vez como diagnóstico del estado en que se encuentra el tema de la sostenibilidad a nivel internacional y sus repercusiones en la arquitectura, Ábalos, quien reivindica la preponderancia que debe retomar la forma arquitectónica como génesis y soporte en el proceso de toma de decisiones (o, en otras palabras, una idea de belleza que debe esconderse tras la idea de sostenibilidad), plantea lo siguiente:
“Si atendemos ahora exclusivamente a las nuevas técnicas proyectuales desplegadas por las diferentes aproximaciones hasta aquí descritas, parece fácil identificar dos modelos proyectuales para la estética de la sostenibilidad o, en otras palabras, la belleza termodinámica -dos modos de operar que parecen ligados a dos climas diferentes y también unidos a dos prototipos primigenios-: un modelo basado en la construcción de un ambiente tecnificado, parametrizado y artificial, promovido desde el ámbito anglosajón, basado en gestionar el confort artificialmente y con medios maquínicos, de duración estacional; y el promovido desde el cinturón tropical y subtropical (incluyendo el mediterráneo), es decir, desde la geografía del sol, basado en una gestión hábil y sensualista de medios diversos más elementales (“bricolagista” en términos de Levi-Strauss), con ciclo más diario que estacional. Estos dos modos de operar, obviamente admiten todo tipo de gradientes de aproximación entre sí (…), pero sobre todo su caracterización (o caricatura) permite identificar dos tipos originales a los que se remiten en última instancia: el invernadero y el umbráculo”.
Más adelante, luego de explicar la manera como puede producirse la necesaria aproximación anunciada entre ambos modelos, concluye:
“La belleza termodinámica más creíble será aquella que sepa poner en relación de forma emotiva y directa la intensificación de la experiencia somática individual con el control científico de los elementos naturales y artificiales como instrumentos de construcción del ambiente. (…) Para avanzar en este cambio de paradigma desde el modelo tectónico y mecánico de la modernidad al modelo termodinámico contemporáneo, parece necesario construir una nueva cartografía que nos oriente en torno a las nuevas técnicas proyectuales, a la organización de los sistemas constructivo-tipológicos y a las filiaciones estéticas, adoptando como hipótesis de partida la convención o consenso en la necesidad de una integración entre arquitectura, paisaje y técnicas medioambientales”.
Esta postura, propia de la cultura arquitectónica contemporánea, sugerente, realista y de avanzada en su momento, sirvió para observar lo que, a modo de adelanto, Ábalos mostró entonces al presentar su obra en la FAU UCV y quizás también para especular acerca de si el proyecto ganador del concurso para el “Nuevo Complejo Musical de Caracas” de ADJKM se ubica en la senda de la “belleza termodinámica”. Además, contextualiza la importante invitación que se le cursara con la que inició su experiencia en Harvard, señal inequívoca de que dicha universidad intuía la presencia de un nuevo paradigma que merecía la oportunidad de ser puesto a prueba, y que en Caracas tuvimos el privilegio de escuchar prácticamente de primera mano (luego se Ábalos lo presentaría en julio de 2011 en la PUC de Chile) y cuyo impacto aún está por sentirse de forma notoria en nuestra enseñanza de la arquitectura. También vale para evaluar, transcurridos 8 años, la prolífica obra que Ábalos+Sentkiewicz ha podido realizar desde entonces y para emprender la lectura de su más reciente libro Textos críticos (2018), reseñado el pasado 9 de septiembre en el Contacto FAC nº 93.
ACA
Nos interesan temas relacionados con el desarrollo urbano y arquitectónico en Venezuela así como todo lo que acontece en su mundo editorial.