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ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 410

La inauguración el martes 25 de julio de 2017 de la exposición “Arquitectura Norteamericana en Caracas 1925-1975: Our Architects” en la Sala Trasnocho Arte Contacto (TAC), ubicada en el Centro Comercial Paseo Las Mercedes, significó para Docomomo Venezuela completar una trilogía de muestras en las que puso de relieve su interés por documentar y registrar la importante huella dejada, tanto en la trama urbana caraqueña como en su arquitectura, por tres maneras de incorporase a la construcción de la modernidad de un país que tuvo en el siglo XX su momento culminante.

Antecedida por “Las Italias de Caracas” (2012) y “Suite IBERIA. La arquitectura de influencia española en Caracas” (2015), la exposición que hoy nos ocupa fue organizada, coincidiendo con la conmemoración de los 450 años de la fundación de la capital, por Docomomo Venezuela y la Embajada de Estados Unidos, con el apoyo de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela (FAU UCV), de la Graduate School of Architecture, Planning and Preservation (GSAPP) de Columbia University y de Docomomo USA.

1. Dos imágenes del montaje de la exposición.

La muestra, compuesta por 26 capítulos, encabezados por frases provenientes de El Manantial (The Fountainhead), libro escrito en 1943 por Ayn Rand, permitió apreciar una selección de 27 autores de origen norteamericano del total que desarrollaron obras en Venezuela, entre los cuales se destacan los arquitectos Marcel Breuer, Richard Buckminster Fuller, Charles Dale Badgeley, John y Drew Eberson, Aymar Embury II, Arthur B. Frohelich, Bruce Goff, Don Hatch, Richard Neutra y Lathrop Smith Douglass; el promotor urbano Robert Moses; el artista plástico Alexander Calder; los paisajistas Olmsted Brothers y John Raymond Van Kleek y los diseñadores de campos de golf Charles Banks y Dick Wilson.

2. Dos imágenes del montaje de la exposición.

La curaduría de la exhibición, que reunió una serie de obras, fotografías, textos, documentos y maquetas, estuvo a cargo de la arquitecto Hannia Gómez (asistida por Valeria Ragonne), con la colaboración de Jennifer Gray Johnson y sus alumnos del Programa de Preservación Histórica de GSAPP. La museografía fue realizada por Frank Alcock, la asesoría de arte estuvo a cargo de Isabella Santander y las maquetas por alumnos de IV Pasantía Académica FAU UCV / Docomomo Venezuela, dirigidos por el profesor Víctor Sánchez Taffur. Los registros fotográficos tiene la autoría de Frank Alcock, Sandra Carrillo, Elías González, Sara Maneiro, Sergio Fernández, Alfredo Mata, Bettina Bottome, Valeria Ragonne, Iván Pirela, Gregory Vertullo, Fernando Ruiz, Julio Goncalves, Isabella Santander, Maria Teresa Novoa, Rafael Márquez Gil y Rossella Consolini, todos miembros de Docomomo Venezuela. El diseño de la publicación y de los paneles de sala correspondieron a Bettina Bottome y Antonio Huizi.

La acuciosa investigación que respalda el trabajo curatorial, fijó el período transcurrido entre 1925 y 1975 como marco temporal para señalar no sólo el inicio y auge de la explotación petrolera en nuestro país sino para subrayar el período de apertura, fortalecimiento y mayor influencia de los Estados Unidos sobre nuestra economía, nuestra política y nuestra cultura, cosa que se verá reflejada en una producción arquitectónica y urbana intensa que transformaron radicalmente a la capital de la República.

3. Portada desplegada del catálogo de la exposición.

Como bien señala Hannia Gómez en el texto introductorio “Our Architects: en Caracas”, que ocupa las páginas 9 a la 15 del cuidado catálogo preparado como acompañante de la exposición, varias fueron las situaciones inesperadas con las que se topó el trabajo de investigación. La primera fue la dificultad para discernir, dentro de la modernidad arquitectónica de la ciudad, entre lo realizado por los norteamericanos y lo se podría denominar como sus “avatares”: “formas urbanas y arquitectónicas que parecen norteamericanas, pero que fueron diseñadas por autores locales”, signo de la importante fusión de los modelos estadounidenses con la cultura local y su forma de vida.

El segundo hallazgo consistió en corroborar, al igual que ocurrió al estudiar las arquitecturas de influencia italiana y española, la altísima calidad de los protagonistas que se hicieron presentes para trabajar en Caracas, “una excelencia que se explica por la presencia en Venezuela de un hombre: Nelson Aldrich Rockefeller, (quien) quiso siempre lo mejor para Caracas y para Venezuela, un país del cual se enamoró y al que colocó en lugar preferencial sobre todos los demás países latinoamericanos”.

4. Dos páginas del catálogo de la exposición.

La tercera revelación versó sobre “la importancia de la influencia de la ciudad de Nueva York por sobre todas las ciudades norteamericanas en Caracas”, a la cual inconscientemente siempre se le tuvo como modelo.

Sin embargo, el que a nuestro juicio podría considerarse como la más interesante confirmación llevada a cabo por los investigadores tuvo que ver con las características de la relación norteamericana con lo que quedó aquí producto de su actividad: “… ‘todo lo que llamamos americano’ en Caracas fue la flor de un día, de unos años fructíferos, aunque en realidad breves. A diferencia de los italianos y de los españoles, … los norteamericanos en esa época no llegaron para quedarse. Se relacionaron de manera distinta con la ciudad, más temporalmente, porque sus obras eran proyectos singulares, jobs, por los que venían hasta aquí, a esta terra incognita, a esta booming capital city, cual jungle cowboys… a trabajar puntualmente para los diferentes clientes y empresas que los contrataban”.

5. Dos páginas del catálogo de la exposición.

Ese desapego al que hace mención Gómez, sin embargo, dejó muestras en muchos casos de una verdadera comprensión de lo que era adecuado proponer para un medio que presentaba condiciones no sólo culturales sino climáticas muy diferentes a las que Nueva York, Chicago, Boston o Beverly Hills poseían, y en casi todos de un profesionalismo a toda prueba que apuntaba a la realización de los trabajos ateniéndose a las más estrictas normas de construcción, cosa que ha garantizado su perdurabilidad en el tiempo.

6. Dos páginas del catálogo de la exposición.

Finalmente, señala Gómez, resalta el carácter fragmentario y disperso de la obra realizada y el peso que tuvo para sus autores la rememoración del lugar del que procedían que impregnó lo que se conoció como la American Way of Life cotidiano con múltiples formas de expresión y que salpicó el American Way of Planning, representada por el zonning, de honda huella en la determinación de la forma urbana de la Caracas moderna y que se conjugan en la figura omnipresente del automóvil y las vías diseñadas para su tránsito.

Mirar la ciudad con los ojos de quien busca detectar los fragmentos de la urbe norteamericana en Caracas se convierte para Gómez en todo un repaso de los años 50 capitalinos salpicados por ellos, que la exposición invitó a revisitar y su catálogo permite refrescar.

7. Plano de Caracas en el que se señala la ubicación de las obras realizadas por arquitecto estadounidenses.

La muestra se abrió justamente el día en que Caracas cumplía sus 450 años y cerró el 15 de octubre de 2017.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal, 1, 2 y 7. DOCOMOMO VE. OUR architects: en Caracas (https://www.facebook.com/media/set/?set=a.1756194931087196.1073741976.158070194233019&type=3&paipv=0&eav=AfZfZVGqv0YiPfAlUEU0EZl6qCHt-iYRAf08qwcOWrnjc6QLqLw027O3LJ9l5mXel30&_rdr)

3, 4, 5 y 6. Our Architects en Caracas. Arquitectura Norteamericana en Caracas. 1925-1975. Catálogo de la exposición. Sala TAC. 2017.

ARQUITECTOS EXTRANJEROS Y ARQUITECTURA NACIONAL

A raíz de la conmemoración el año pasado del 450 aniversario de la fundación de Caracas se llevaron a cabo, casi simultáneamente, dos eventos de diferente tenor tendientes ambos a resaltar el legado dejado por arquitectos procedentes de o establecidos en Norteamérica a través de múltiples intervenciones realizadas en nuestra ciudad capital a lo largo de 50 años o, en otras palabras, desde que Venezuela pasó a ser prioridad para los Estados Unidos como su proveedora fundamental de petróleo.

La exposición “Our architects en Caracas. Arquitectura norteamericana en Caracas. 1925-1975” y el proyecto «CCScity450» (reseñados en su momento a través de estas páginas), ofrecen, tanto desde el detonante que los originó como desde los valiosos productos resultantes de ambas iniciativas, la oportunidad de retomar la reflexión en torno al significado que cobra la presencia de profesionales y proyectos foráneos en nuestro país en la conformación de una arquitectura nacional.

Para empezar vale la pena decir que discriminar radicalmente en un país como Venezuela entre arquitectura nacional y extranjera no es tarea fácil siempre y cuando se intente ir más allá de un problema eminentemente territorial. Desde el mismo momento en que fuimos colonizados sufrimos los embates del desprecio por la cultura autóctona existente y de la necesidad de importar desde la metrópoli modelos que se implantarán en un territorio y circunstancias muy diferentes del que procedían. Esta manera de actuar, signada por una perenne dependencia de los dictámenes que vienen del exterior, para muchos es una constante que perdura hasta nuestros días con diversos grados de intensidad y variados polos de influencia. Esta dependencia, se insistirá, consiste no sólo en la copia de determinados patrones o la adopción de determinadas modas sino en la conformación de una actitud o una mentalidad adicta a la aprobación del influjo dominante, lo cual automáticamente convierte en «extranjero» todo intento «nacional» de producir cultura bajo tales condiciones. Ni qué hablar de la posible intervención en territorio “patrio” de un arquitecto no oriundo, del producto que procede de la llegada de un venezolano educado en el exterior o del egresado de una universidad nacional formado bajo una alta impronta extranjerizante. Los casos del mismo Carlos Raúl Villanueva y Carlos Guinand Sandoz o del contingente de arquitectos “nativos” que durante las décadas de los 40 y los 50 del siglo pasado empezó a ejercer hasta regularizarse la situación académica de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela, pasarían a ser en tal sentido claros ejemplos de lo señalado.

Es por ello que cuando se observa de un lado el grado de cosmopolitismo creciente alcanzado por la arquitectura venezolana a partir de la década de los 40 del siglo XX, y del otro el calado que en algunos arquitectos u obras va teniendo la reinterpretación que pide y ejemplifica un Villanueva ya aclimatado para con el pasado arquitectónico del país, uno no puede menos que preguntarse hasta qué punto nos encontramos ante una muy buena oportunidad para debatir sobre el grado de «extranjerización» o no que alcanza nuestra arquitectura en aquella etapa y sobre la capacidad desarrollada o no de traducir los mensajes exógenos al interior de la práctica profesional nacional.

Sin embargo, entre arquitecturas que podemos considerar como directamente importadas por la vía de la mímesis irreflexiva o nostálgica y claros intentos de adaptación a las variables locales, debe sin duda establecerse un importante grado de diferencia. Y en este caso no estaríamos hablando únicamente de la necesaria familiarización al sitio, lote, terreno o parcela donde deba desarrollarse la edificación y al programa que la determina, sino a otro tipo de aspectos que deben ser tomados en cuenta que tocan lo histórico, lo ambiental y lo cultural. Desde este punto de vista nos encontraremos que la incursión en la búsqueda y reinterpretación de nuestras raíces o el rescate de la herencia cultural del pueblo no son la única patente que pueda esgrimir una arquitectura que pretenda considerarse nacional a menos que se admita como parte de esas mismas raíces nuestra condición dependiente, nuestra fascinación por lo externo y nuestra pertenencia a la cultura occidental. Se trataría, por tanto, el de la nacionalidad de nuestra arquitectura, de un problema a veces producto de actitudes consecuentes y otras de la acumulación de respuestas específicas que manifiesten similares preocupaciones.

No existen dudas de la profunda influencia extranjerizante que ha tenido la arquitectura venezolana. Pero este hecho no puede dejar de lado los esfuerzos emprendidos por adaptar tipos de vigencia universal a las variables locales o elementos tipológicos de comprobada validez local a planteamientos con aspiraciones ecuménicas. Y en este sentido es posible encontrarnos en la muestra seleccionada por los dos eventos que señalamos al inicio, a pesar de la insistencia de quienes puedan esgrimir la dependencia como argumento en contra, con que muchas veces han sido o bien arquitectos extranjeros o bien arquitectos venezolanos formados en el exterior quienes con la mayor honestidad han dado respuestas que bien podrían asimilarse al legado «nacional». Quede claro pues que es indiferente desde el punto de vista cualitativo quien sea, extranjero o nativo, el que actúe arquitectónicamente sobre un lugar determinado mientras lo haga con el conocimiento suficiente. Quede claro también que si bien toda buena arquitectura procede de actitudes de ese tipo, no a toda ella se le puede acompañar con el apelativo de «nacional». Por último, también es importante afirmar que tanto las unas como las otras son constitutivas de la identidad arquitectónica de una determinada región por el simple hecho de convivir allí.

Así en Venezuela, al menos en el período que estamos repasando gracias a las actividades desarrolladas en 2017 y las investigaciones involucradas, se da de la mano de buena parte de los arquitectos procedentes del extranjero que proyectan en nuestro país un rico encuentro entre lo local y lo internacional que arranca de una comprensión clara y a la vez rigurosa de las variables a considerar para dotar de una cierta caracterización a la arquitectura que aquí hicieron. El clima que se vivía nacional e internacionalmente en aquel lapso que oscila entre la imposición del “neocolonial” y la crisis del Movimiento Moderno en la inmediata posguerra, con la consecuente insurgencia de planteamientos vinculados a las nociones de lugar y tradición y a la consideración de las preexistencias ambientales, los materiales del sitio y las condiciones ambientales, seguramente colaboraron a que ello fuese así.

Aclarados estos puntos, la hipótesis que nos guía no es otra de que cuando un arquitecto (con el perfil que hemos descrito) procedente del extranjero actúa en una realidad desconocida o diferente a la suya se produce con más frecuencia de lo que se piensa una cuidadosa asimilación y estudio de todas las condiciones que conforman el «nuevo» lugar signado, generalmente, por una clara distinción entre lo esencial y lo superfluo. Para ello se suele dar otro interesante y no muy frecuente fenómeno que consiste en la supeditación de la personalidad del individuo al estricto problema arquitectónico que tiene entre manos y no al contrario.

Desde la perspectiva señalada es que invitamos a mirar de nuevo la respuesta dada por Frederick Law Olmsted, Jr., John Ch. Olmsted y Charles H. Banks (colaborador) para el trazado y paisajismo de la urbanización y campos de golf del Caracas Country Club (1928), Wallace K. Harrison para el Hotel Ávila en San Bernardino (1941), Lathrop Smith Douglass para el Edificio sede de la Creole Petroleum Corporation (hoy Universidad Bolivariana de Venezuela) en Los Chaguaramos (1954), Emile Vestuti (junto a Guinand & Benacerraf) para el Hotel Residencias Montserrat en Altamira (1952) o la sucursal del Banco Unión (hoy Banesco) en la Calle Real de Sabana Grande (1953), Arthur B. Froehlich para el Hipódromo La Rinconada (1959), Marcel Breuer junto a Ernesto Fuenmayor y Manuel Sayago para el proyecto del Centro Urbano “El Recreo” (1960) o la evolución de la dilatada obra de Donald Hatch en Caracas, casos que en medio de las acuciosas indagaciones realizadas nos parecen relevantes y vale la pena rescatar. Para cerrar provisionalmente este asunto solo cabe invitar a dejar de lado la falsa creencia de que para realizar una arquitectura de valor es condición indispensable pertenecer o nacer en el lugar donde se levanta. Sin embargo, como ya hemos dicho, pareciera ser común a toda buena arquitectura el manejar las variables estructurales que junto a la destreza en el oficio pueden influir en su determinación (la historia y la cultura locales, por ejemplo), pero no hay duda de que si ella parte del conocimiento del marco físico-ambiental, el dominio de las formas constructivas enraizadas y adecuadas, la aprehensión de la estructura urbana y territorial de la zona de proyecto y la adecuación de los tipos edificatorios a las funciones requeridas, su valor se incrementará y aportará su grano de arena a la siempre inconclusa construcción de una arquitectura nacional.

ACA

LA NOTICIA DE LA SEMANA

Arquitectura norteamericana en Caracas 1925-1975: OUR architects

Sala TAC
Trasnocho Cultural Paseo Las Mercedes

La Sala Trasnocho Arte Contacto (TAC), Docomomo Venezuela y la Embajada de Estados Unidos presentan la exposición Arquitectura norteamericana en Caracas 1925-1975: OUR architects, cuya organización ha sido posible también gracias al apoyo de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, de la Graduate School of Architecture, Planning and Preservation (GSAPP) de Columbia University y de Docomomo US.
En el marco del 450 aniversario de la fundación de Santiago de León de Caracas (1567-2017) esta exposición reseña los diversos proyectos y la influencia que arquitectos, urbanistas, diseñadores y artistas norteamericanos aportaron en la construcción de la ciudad moderna entre 1925 y 1975.
Bajo la curaduría de Hannia Gómez y la colaboración de la profesora del Programa de Preservación Histórica de GSAPP, Jennifer Gray Johnson, y sus alumnos, junto a la museografía de Frank Alcock, la muestra reúne una serie de obras, fotografías, textos, documentos y maquetas, que ponen al alcance del público la manera como la arquitectura, el urbanismo y las artes caraqueñas se ven impactadas por diversos profesionales estadounidenses en un lapso de 50 años.
En este trayecto también se puede constatar cómo los diversos autores seleccionados, se aproximaron e interpretaron la ciudad y su contexto logrando en ocasiones un elevado nivel de asimilación de las variables propias del lugar. La exposición aborda el trabajo de 27 autores que desarrollaron su obra en el país. Entre ellos destacan los arquitectos  Charles Dale Badgeley, Marcel Breuer, Richard Buckminster Fuller, Lathrop Smith Douglass, John y Drew Eberson, Aymar Embury II, Arthur B. Frohelich, Bruce Goff, Don Hatch, Emile Vestuti, Wallace K. Harrison, John Hollabird, E. Root y E. Burgee, Clifford Charles Wendehack y Richard Neutra. Igualmente figuran en este recorrido la obra pública de un artista como Alexander Calder, de paisajistas como Olmsted Brothers y John Raymond Van Kleek, de diseñadores de campos de golf como Charles Banks y Dick Wilson y de promotores urbanos como Robert Moses.

Arquitectura norteamericana en Caracas 1925-1975: OUR architects fue inaugurada el pasado martes 25 de julio y estará abierta hasta el domingo 8 de octubre de 2017.

ACA