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El Concurso Nacional de Arquitectura destinado a elaborar el anteproyecto de la sede del Banco Nacional de Ahorro y Préstamo (BANAP), fue organizado por dicha entidad, con el auspicio del Colegio de Arquitectos de Venezuela (CAV), para ser realizado en dos etapas: la primera, promovida como un “Concurso de Ideas”, se abrió el año 1975 con una amplia participación; y la segunda, luego de seleccionarse los cinco mejores planteamientos de acuerdo a la evaluación del jurado, consistió en la entrega el mes de marzo de 1976 de los anteproyectos elaborados por los equipos clasificados.
Quizás valga la pena recordar que el Sistema Nacional de Ahorro y Préstamo (SNAP) surge en Venezuela luego de que en 1959 se iniciaran los primeros estudios de manos de un equipo de trabajo estructurado para determinar la posibilidad de implantarlo, por considerarlo como “uno de los medios efectivos para que la comunidad oriente sus ahorros hacia la solución del problema de la falta de viviendas», y porque además constituye «uno de los instrumentos con los que cuenta el Banco Obrero para cumplir con su labor». De allí que dicho equipo propusiera que el sistema inicialmente funcionara dentro de la estructura orgánica del Banco Obrero.
Sólo será en 1961, luego de la visita de la comisión técnica enviada por el Fondo de Préstamo para el Desarrollo (DLF, según sus siglas en inglés), que se cambie por completo la orientación inicial y se apunte hacia la creación de un instituto autónomo de ahorro y préstamo encargado exclusivamente de la dirección y supervisión del sistema. Mientras se daban los pasos concernientes ante el DLF para solicitar un préstamo destinado a la creación de dicho ente autónomo, se establece el Sistema de Ahorro y Préstamo en Venezuela, mediante el decreto Nº 520 del 5 de junio de 1961 y posteriormente el día 24 de noviembre del mismo año se dicta el decreto Nº 655 en el cual, el Ejecutivo Nacional modificó y amplió en forma sustancial las disposiciones contenidas en el decreto del mes de junio.
En el año 1964 se designa una Comisión de Ahorro y Préstamo nueva y para el mes de septiembre de 1966 se promulga la Ley del Sistema Nacional de Ahorro y Préstamo que crea el Banco Nacional de Ahorro y Préstamo organismo sucesor de la Comisión y de la Oficina Central. Esta ley fue modificada en el año 1975, con ocasión de la aprobación de la Ley Orgánica de Medidas Extraordinarias en Materia Económica y Financiera.
De acuerdo al ordenamiento legal señalado, el SNAP “tendrá por objeto crear, fomentar y mantener condiciones favorables a la formación de ahorros que se inviertan en préstamos destinados fundamentalmente a resolver el problema de la vivienda, con la finalidad de hacer propietarios a los beneficiarios de los mismos. Dicho Sistema estará integrado por el Banco Nacional de Ahorro y Préstamo, las Entidades previstas en el Título IV de esta ley y la Superintendencia de Entidades de Ahorro y Préstamo”.
Por su parte el BANAP, uno de los organismos integrantes del SNAP, inició sus actividades el 22 de diciembre de 1966 y se estableció con personalidad jurídica y patrimonio propio e independiente del Fisco Nacional. Se creó como un instituto autónomo dependiente del Ministerio de Hacienda, con un capital inicial de doscientos millones de bolívares. En pocas palabras, se trataba del organismo central del subsistema financiero de ahorro y préstamo; es decir, funcionaba como un Banco Central del Sistema y debía velar por el máximo desarrollo de éste en su conjunto. Con la aprobación del Ejecutivo Nacional, el BANAP dicta sus normas de operación y es garante tanto de los ahorros depositados en las Entidades de Ahorro y Préstamo por los socios, así como de los préstamos hipotecarios.
Todo esta explicación sirve de marco para entender la importancia que el Concurso revestía, ya que se trataba de proyectar la sede en un organismo de gran importancia que para la época se había convertido en eje de la reactivación económica que luego de varios años de estancamiento se estaba produciendo. El Sistema al que se integraba el BANAP había dirigido su atención primordialmente a las familias de ingresos medios y adoptado políticas orientadas a estimular la construcción de viviendas de interés social, mediante un programa llevado a cabo conjuntamente con el Instituto Nacional de Vivienda (ente que sustituyó al Banco Obrero).

De lo recogido en la nota elaborada para la revista Punto nº 56-57, junio 1976, las cinco propuestas presentadas como “ideas” entregadas en la primera fase (1975) que seleccionó el jurado conformado por los arquitectos Víctor Fossi (fungiendo de suplente de Tomás J. Sanabria), Carlos Guinand Baldó, Julio Coll Rojas, Luciano Giordano y el ingeniero Adolfo De Majo, para ser desarrolladas a nivel de anteproyecto, fueron presentadas por sendos equipos interdisciplinarios encabezados por los arquitectos: Oswaldo Molina, Cutberto Reyes y Jacobo Koifmann (Nº 1.002); Judith Laclé, Edwing Otero García y Andrés Mistaje (Nº 1.003); Baudilio González y Philippe Souchar (Nº 1.005); Jorge Soto Nones y Jeanette de Soto (Nº 1.012); y, Alberto Espinal y Román Dávila (Nº 1.019).

Luego de haber sido recibidos los trabajos llevados a un nivel superior de desarrollo por los cinco grupos escogidos, el mismo jurado (en este caso con Tomás J. Sanabria reintegrado al mismo por Víctor Fossi), se pronunció a favor de otorgar el primer premio al anteproyecto presentado por el equipo de 19 integrantes liderado por Oswaldo Molina, Cutberto Reyes y Jacobo Koifman con la asesoría estructural del ingeniero Agustín Mazzeo y colaboración en la elaboración de la maqueta de Jesús Vásquez, cuya foto ilustra nuestra postal del día de hoy

Así mismo, el jurado decidió otorgar Mención Especial al anteproyecto presentado por el equipo que tuvo a Baudilio González, Philippe Souchard y Domingo Escobar al frente de otras 13 personas entre ingenieros y colaboradores.
“El anteproyecto ganador una vez desarrollado en proyecto se construirá sobre una superficie de 8.500 m2 a un costo estimado en 40 millones de bolívares, implantándose frente al Edificio de la CANTV entre la Avenida Libertador y el Boulevard Santa Rosa”.

De la memoria entregada por los ganadores del concurso, aparecida en el nº 58 de la revista Punto, se puede extraer que el edificio se debía organizar, de acuerdo a las necesidades del BANAP, con base en tres tipos de espacios: “1) Espacios flexibles para oficinas; 2) Espacios generales para actividades específicas como Auditorium, Sala de Exposiciones, Biblioteca, etc.; 3) Servicios generales, estacionamientos y áreas de mantenimiento”, programa que a su vez debía cumplir con los siguientes requisitos: 350% de área de construcción y 20% de ubicación.



La completa descripción hecha por los proyectistas y sus colaboradores, todo un testimonio de la manera como de enfrentaban los retos proyectuales en la época, permite detectar cómo los “factores determinantes” fueron manejados a tres escalas: “1) El contexto; 2) El lote y 3) La edificación”, cuyo ponderación adecuada da pie a “la solución”. “Las determinantes programáticas, los porcentajes de construcción y ubicación, definen las áreas de oficinas como predominantes en el volumen de la edificación; no obstante la solución intenta jerarquizar los niveles de uso público, proponiéndolos como un sistema de plazas integradas al edificio; cuyo carácter y expresión estarán en relación a la intensidad de los flujos que en ella se producirán”, los cuales se encuentran resumidos en el diagrama correspondiente incorporado en los documentos entregados.
Las dificultades de contar con un lote que se encontraba comprometido en un tercio de su área por el derecho de paso de las vías del Metro y por los retiros mínimos que se debía respetar, llevó a que la respuesta ofrecida, además, se propusiera como “enlace de los flujos peatonales con destino al área cultural de la ciudad procedentes de la estación del Metro y del sector oeste adyacente a él (sector Morelos)”.

El carácter brutalista del edificio, donde la volumetría cobra un claro protagonismo, hasta el punto de esconder tras una gruesa piel el sistema estructural (con base a módulos cuadrados de 9 x 9 metros), se busca aligerar con la división en tres bandas de los 24 niveles que constituyen la torre, a los que se incorporan limpias transiciones, terrazas que miran al entorno, transparencias y un tratamiento que da cuenta del cuidado que se ha tenido con la orientación que se asume. La llegada al suelo y el remate (donde al igual que en el semisótano se proponen usos comunes) cumplen a cabalidad con los cánones clásicos permitiendo hablar sin mayores dificultades de una base permeable que se suma a los primeros tres niveles y da paso a tratamiento público ajustado a la topografía del terreno; un fuste tripartito trabajado con apego al respiro entre sus componentes; y un capitel sólido que se conecta al suelo a través de los elementos de circulación de los extremos.
El BANAP es sustituido, como tantas cosas a los largo de estos últimos 20 años, por el Banco Nacional de Vivienda y Hábitat (BANAVIH) que asume sus funciones luego de la promulgación el 9 de mayo de 2005 de la “Ley del Régimen Prestacional de Vivienda y Hábitat”, la cual tiene por objeto “regular la obligación del Estado venezolano de garantizar el derecho a la vivienda y hábitat dignos, y asegurar su protección como contingencia de la seguridad social y servicio público de carácter no lucrativo, para el disfrute individual y colectivo de una vida y un ambiente seguro, sano y ecológicamente equilibrado, que humanice las relaciones familiares, vecinales y comunitarias”. Entre líneas se puede detectar que si bien se trata de un “Instituto Autónomo, adscrito al Ministerio de Vivienda y Hábitat, como el Banco de Desarrollo del sector Vivienda, con personalidad jurídica, patrimonio propio distinto al del Fisco Nacional, con autonomía administrativa y funcional”, el claro componente ideológico en el que se basa y el tiempo han demostrado que ni funciona con autonomía ni los destinatarios de sus políticas pueden disponer con libertad de sus beneficios. A todas estas, el edificio proyectado como sede del BANAP en 1976, lamentablemente, no llegó nunca a construirse.
ACA
Procedencia de las imágenes
2, 3, 4, 5 y 6. Revista Punto, nº 58, junio 1977

“El Concurso para el desarrollo del Anteproyecto de la ‘Catedral de Ciudad Guayana’ fue convocado en mayo de 1981, y significó para ese momento un estimulante llamado a los arquitectos de todo el país. Ante una situación profesional ‘estancada’, con trabajos ‘limitados’, después de un largo tiempo sin ‘concursos’, lo sugerente del tema de ‘La Catedral’ y su específica ubicación en Ciudad Guayana, núcleo urbano ‘recién planificado y estrenado’, llevó a una masiva participación y a desmesuradas expectativas que no llegarían a ser satisfechas. El programa de las bases del concurso, si bien era bastante deficiente, permitía una deseable libertad para interpretar el problema, no así las limitadas condiciones de presentación y de entrega. El jurado inicialmente designado no participó en el veredicto final, y fue sustituido de manera no muy clara. Esto sumado al incumplimiento de la adecuada exposición de los anteproyectos, generó un clima de tensiones y polémicas entre los concursantes, el Colegio de Arquitectos de Venezuela y los representantes de la Corporación Venezolana de Guayana. Sin embargo la participación fue importante, se presentaron aproximadamente unos cuarenta y cinco anteproyectos”.
Esta larga cita de Maciá Pintó, al inicio de la completa reseña aparecida en el nº 64 (octubre 1982) de la revista Punto, titulada “Entre la catedral y la fábrica: LA ARQUITECTURA”, nos sirve para contextualizar las condiciones dentro de las cuales debe entenderse este llamado a concurso que terminó dando como ganadora la propuesta presentada por Oswaldo Molina, cuya fotografía de la maqueta ilustra la postal del día de hoy.
El lugar escogido por los organizadores se ubicaba en San Félix, confluencia de los dos ríos más importantes del país (el Orinoco y el Caroní), “con dominio visual de la zona de Alta Vista de Puerto Ordaz y del maravilloso espectáculo de los saltos del Caroní (…) desligado de algún tipo de eje referencial que lo conecte con la nueva ciudad, los antiguos centros o los bordes de los ríos”. Esta condición en principio desfavorable fue aprovechada por Molina para proponer una edificación que buscó convertirse en punto de referencia visible desde toda la urbe buscándose en la Catedral el detonante que iniciase el desarrollo de un sector de baja densidad y poca altura, conformada fundamentalmente por el uso residencial. Ello obligaba, como en efecto ocurrió, a generar un contexto urbano propio que diese cuenta de la extensa área del terreno asignado el cual oscilaba entre 3.45 y 4.83 hectáreas.

La opción adoptada por Molina apostó por crear un monumento ubicado en la parte más alta del lote como remate de un eje ascensional que conectaba con la calle, cubriendo así las expectativas expuestas en el programa del concurso: “La solución arquitectónica debe combinar de manera armónica la característica de monumentalidad propia de una Catedral, así como la condición pastoral de una edificación al servicio de la atención espiritual de los fieles”. La planta del espacio dedicado al culto se resuelve apegada a un esquema semicircular dando como resultado un limpio volumen que tomó la forma de un medio cono truncado posado sobre una gran plaza diseñada para permitir celebraciones litúrgicas al aire libre en la superficie semicircular restante y la vinculación con el Palacio Episcopal. Así, según Pintó, la solución propuesta por Molina, en cuanto al tratamiento espacial, caería en el grupo de proyectos “con vocación casi aséptica, de lenguaje ‘neutro’, ‘técnico’ o ‘profesional’, guiado por una fuerte geometría de pirámides, esferas, cubos, conos, y demás objetos de génesis tecnológica y deshumanizada escala”, que además desatiende la necesaria adaptación al exigente clima de la zona.
El proyecto de Molina, apunta Pintó, “era un proyecto hecho para ganar”, lo cual denota la gran capacidad que este talentoso arquitecto venezolano ya desaparecido desarrolló a la hora de abordar este tipo de contiendas convirtiéndose, para quienes durante años vieron en los concursos una oportunidad para ejercitarse y obtener los mejores resultados, en un temible contrincante.
Como tantos otros casos dentro de la historia de los certámenes de arquitectura en nuestro país, el anteproyecto ganador para la Catedral cayó en el pozo dominado por la burocracia y la irresponsabilidad, dando la sensación de que el llamado se hizo sin tener todas las variables que garantizarían su construcción debidamente cubiertas.
Luego de que Juan Pablo II viniera por primera vez a Venezuela en 1985 y diera una multitudinaria ceremonia el 29 de enero en Ciudad Guayana, se decidió reactivar la idea de construir la Catedral ahora en los terrenos donde el Santo Padre oficiara la misa, conocidos como Cruz del Papa en el sector de Altavista, los cuales fueron donados por la CVG a la Diócesis de la ciudad, creándose la Fundación «Catedral de Ciudad Guayana».

En 1986 cuando se dan los pasos para la elaboración del proyecto en el nuevo lugar, el entonces Ministro Presidente de la CVG, Ing. Leopoldo Sucre Figarella, obviando por completo el antecedente que constituía el concurso ganado por Molina, recurre a los arquitectos Julián Ferris y Jaime Hoyos para diseñar un «Templo (con capacidad para 1200 personas), la Curia Diocesana, casa parroquial, área para administración y servicio comunales, residencia de monjas, plaza con monumento a la virgen, más espacio para misas multitudinarias y estacionamiento para 150 vehículos. (…) El complejo ocupará un área de 22.345 metros cuadrados y la Catedral tendrá una altura de 33 metros, 40 de ancho y 60 de extensión. Desde ella se podrá dominar parte del paisaje del río Caroní y la Presa Macagua II», tal y como se recoge de http://historiadeladiocesisdeguayana.blogspot.com/2012/03/catedral-de-ciudad-guayana.html.

Las obras de acuerdo al proyecto de Ferris y Hoyos se iniciaron en 2001 con muchos altibajos interrumpiéndose en 2004 y reactivándose de nuevo en 2014, año en que, a raíz de la canonización de Juan Pablo II, la catedral de Ciudad Guayana, aún en construcción y con un adelanto de apenas el 40%, pasa a llevar su nombre. La historia continúa.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal y 1. Revista PUNTO, nº 64, 1982
2. https://www.youtube.com/watch?v=u5T_QoZHHME
3. https://www.correodelcaroni.com/ciudad/44-roban-en-la-construccion-de-la-catedral-de-ciudad-guayana
1981• La Corporación Venezolana de Guayana (CVG) con el auspicio del Colegio de Arquitectos de Venezuela (CAV) organizan el Concurso para la Catedral de San Tomé de Guayana el cual es ganado por el arquitecto Oswaldo Molina.

Posteriormente, a solicitud de la Curia y los feligreses, la CVG contrata al arquitecto Julián Ferris para que desarrolle el proyecto de la Catedral. Para la construcción del templo la CVG dona 22.345 m2 de terreno ubicados en la Unidad 251 de la ciudad. La construcción de la Catedral se inició en el año 2001, veinte años después.
HVH

1977• El Banco Nacional de Ahorro y Préstamo (BANAP), con el auspicio del Colegio de Arquitectos de Venezuela CAV, organizó un Concurso Nacional realizado en dos etapas para el Proyecto de su Edificio Sede, el cual fue ganado por los arquitectos Oswaldo Molina, Cutberto Reyes y Jacobo Koifman. El edificio nunca fue construido.
HVH