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LA RED HOTELERA NACIONAL

Dentro de las políticas adelantadas por la Dictadura perezjimenista tendientes a mejorar el medio físico y hacer de la obra pública su baluarte fundamental, una de las que con más empeño se siguió fue la correspondiente a dotar el país de una amplia red de hoteles, acorde con el potencial turístico que siempre Venezuela ha tenido y con la visión nacionalista que el Nuevo Ideal Nacional sostenía.
Así, casi desde el mismo momento en que asume en solitario la Presidencia de la República, Pérez Jiménez crea en 1953 la Dirección Nacional de Turismo dependiente del Ministerio de Fomento, responsabilizada de hacer el plan hotelero correspondiente con base en una serie de edificaciones existentes, a las que se incorporarán otras de nueva planta ubicadas en lugares de gran valor desde el punto de vista turístico, con lo que se abarcará prácticamente todo el territorio nacional.
El listado de instalaciones con que se contará, abarca, en primer lugar, los conocidos como “Hoteles Nacionales”, heredados de las iniciativas adelantadas durante la época en que Juan Vicente Gómez gobernó el país (1908-1935), entre los que se encuentran: el hotel Maracay (1919) en Maracay, el «Hotel Termal» en San Juan de los Morros (1920) –ambos proyectados por la Sala Técnica, Dirección de Edificaciones del MOP-, el hotel Miramar (Alejandro Chataing, 1928) en Macuto, y el “Hotel Jardín” (Carlos Raúl Villanueva, 1929), también en Maracay.
A dicha lista, habría que agregar los financiados a través de participaciones accionarias del Ministerio de Fomento, conjuntamente con el sector privado, entre los que se encontraban: el albergue Pico de El Águila (Mérida) y el hotel El Corozo (San Cristóbal); los hoteles Caribe (Las Piedras) y Nueva Cádiz (Pampatar), ambos en la Isla de Margarita; Cuatricentenario y Nueva Segovia (Barquisimeto); y los hoteles Tamanaco (Caracas), Del Lago (Maracaibo), Cumboto (Puerto Cabello), Coromoto (Guanare), Apure (San Fernando), Amazonas (Puerto Ayacucho), Barlovento (Higuerote), Torres (Carora), Bolívar (Ciudad Bolívar), Guácharo (Caripe), El Junkito (Distrito Federal) y San Felipe (Yaracuy), dispersos a lo ancho de la geografía nacional.
Luego, paulatinamente, el Ministerio de Fomento, una vez adquirida la mayoría de las acciones de las compañías de hoteles en que se involucró, aumentará su poder de decisión y ejecución, contemplando varias etapas, desde mediados de la década de los 50, en la complementación de la llamada “Red Hotelera Nacional”. En la primera etapa se inaugurarán los hoteles Trujillo (Trujillo), Bella Vista (Isla de Margarita, Nueva Esparta) y Miranda (Coro, Falcón). Para la segunda etapa, la Dirección de Edificios y la recién creada Corporación Nacional de Hoteles y Turismo (CONAHOTU) estarán participando directamente, en la escogencia de los terrenos, revisión de los proyectos y fiscalización de las obras, de los hoteles Maracay (Maracay, Aragua), Llano Alto (Barinas), Prado Río (Mérida) y El Tamá (San Cristóbal, Táchira). Los hoteles Humboldt (Parque Nacional El Ávila, Caracas) Guaicamacuto (Litoral Central, Vargas), Cumanagoto (Cumaná, Sucre) y Moruco (Santo Domingo, Mérida) estarían previstos para la tercera etapa. El Aguas Calientes (Ureña, Táchira), debería incorporarse a la primera etapa pese a no aparecer mencionado en las memorias oficiales. Se trata, pues, de un total de doce edificaciones que constituirán la red gestionada directamente por la CONAHOTU, ilustradas como parte de la significativa imagen propagandística de la época que acompaña esta reseña.
Con el criterio de ir convirtiendo cada hotel en punto de partida para el fomento del turismo interno, se llevó a cabo la contratación de los 12 proyectos, que gracias a la importante gestión del ingeniero Daniel Camejo Octavio (quien para 1951 había participado en la construcción del Laguna Beach Club, el Bahía Mar y posteriormente el club Puerto Azul), son otorgados a los más destacados arquitectos u oficinas de arquitectura que había en aquel momento en el país, localizadas básicamente en Caracas. Así, el Trujillo será contratado a Alberto Chávez, el Bella Vista a la oficina Vegas & Galia (Martín Vegas y José Miguel Galia), el Miranda a la firma OTEPI de Eduardo Arnal, el Maracay y el Guaicamacuto a la oficina Malaussena & Silveira (Luis Malaussena y Manuel Silveira), el Llano Alto a la oficina Carpio & Suárez (Oscar Carpio y Guillermo Suárez), el Prado Río y el Cumanagoto a Tomás José Sanabria y Julio Volante, El Tamá a Julio Volante, el Humboldt a Tomás José Sanabria, el Moruco a Fruto Vivas y El Aguas Calientes a la oficina Ferris & Vegas (Julián Ferris, Juan Andrés Vegas y Gustavo Ferrero Tamayo).
Ahondar en el análisis de este grupo de edificios podría conducir a clasificarlos por regiones, por tipologías o por el carácter asociado a la manera como enfrentan la relación entre modernidad y tradición, a lo que podría añadirse la valoración del sentido del lugar donde debieron construirse o la conciencia de estar representando un país a los ojos del viajero que los disfrutaba.
De todo ello nos iremos ocupando paulatinamente en próximas entregas contando con que este texto sirva de nota introductoria.

ACA

Procedencia de la imagen

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1953• Efectos urbanos asociados a la inauguración de la Avenida Urdaneta

Se redescubre el Edificio del Ministerio de Fomento.jpg

1953•  Una vez concluida la Avenida Urdaneta, los habitantes de la capital descubrieron nuevas perspectivas urbanas, algunas de ellas que revitalizaron edificios existentes, tales como el Correo de Carmelitas, edificación colonial cuya construcción se remontaba a 1781 y que había sido remodelada a fondo en 1932. Otro fue el hermoso edificio del Ministerio de Fomento (1934-1935), obra de Carlos Guinand Sandoz, el cual enaltece con sus fachadas la avenida y la esquina de Carmelitas.
Lamentablemente entre las casas que fueron demolidas con el trazado de esta avenida estaban dos de inmenso valor patrimonial para nuestra historia. La Casa de Don Juan de Vegas y Bertodano, Contador de la Real Hacienda, la cual había sido construida en 1783 y en donde funcionó el célebre Colegio Chaves desde 1842 y la Casa de Don Felipe de Llaguno, comerciante en cacao y añil, construida en 1785, la cual fue sede del Museo de Arte Colonial desde 1942 hasta su demolición.
Los cronistas caraqueños hacen notar que en los lotes que quedaron libres con las demoliciones se fueron levantado nuevos edificios casi simultáneamente. Afirman que luego de seis meses de la fecha de la inauguración de la avenida, el 30% de los solares vacíos ya contaban con “edificaciones que hacen honor a la arquitectura venezolana¨.

HVH