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Si existe un material que se podría considerar representativo de buena parte de la fiebre constructiva que envuelve a Caracas durante las décadas de los años 40 y 50 del siglo XX ese es el mosaico vítreo. Vinculado a la llegada de inmigrantes italianos quienes trajeron, junto al gusto por su presencia, la técnica de la elaboración y la destreza en su colocación tanto funcional como artística, aprovechado por sus excelentes cualidades como revestimiento de fácil instalación que garantiza durabilidad y buen mantenimiento, es sin duda el elemento estrella con el que se recubre el Centro Simón Bolívar (CSB) y ejecutan los más importantes murales de la Ciudad Universitaria de Caracas (CUC), dos conjuntos referenciales que servirán de antecedente y a la vez impulsarán a los constructores privados a incorporarlo como soporte de obras de arte que engalanarán las fachadas de edificios ubicados en importantes avenidas de nuevas urbanizaciones, dando con ello una importante señal de estatus.
Por otro lado, el uso del mosaico podría decirse que acompaña el definitivo triunfo logrado por el concreto armado por la misma época como sistema constructivo que se impone y abarca la casi totalidad de las edificaciones que desde entonces se realizan en nuestro país.
Blanca Rivero en la ponencia “El mosaico mural vítreo en el edificio moderno caraqueño”, presentada para la Trienal de Investigación FAU UCV 2017, registra como parte de su interesante investigación lo siguiente: “El mosaico vítreo llega a Venezuela para ser utilizado en la Ciudad Universitaria de Caracas de manos del comerciante italiano Paolo Cappellin, quien además de importar el material, ofrecía la instalación del mismo de manos de migrantes artesanos y mano de obra calificada que en principio subcontrataba para su empresa. El material venía desde la empresa Sarim, ubicada en Venecia.”

De esta manera, Rivero nos abre la oportunidad de encontrar en la figura de Paolo Cappellin (1919-2017) un referente importante en lo que fue la importación a través de la empresa Veneto Lombarda C.A. del material de origen veneciano y, en formato de 2×2 cm, que fuera utilizado en los primeros murales elaborados por Mateo Manaure en 1951 para los accesos del Estadio Olímpico de la CUC, cuando Manaure, recién llegado de París, comenzaba a transitar su etapa de abstracción lírica influenciada principalmente por Vasíli Kandinsky.
Para Cappellin, referido por Rivero, fue el edificio Caribe (1949) del arquitecto Arthur Kahn, “el primero en utilizar el mosaico vítreo de color amarillo en su pasillo interior” importado seguramente por su empresa. Simultáneamente Cappellin se dedicará también a la importación de mármol lo que le permitirá posteriormente crear otra empresa (Mármoles Venezolanos C.A.-MARVENCA-) que aún hoy perdura de la mano de sus sucesores habiendo ampliado su rango a la comercialización de mármoles y granitos nacionales.
Posteriormente, en virtud del éxito que obtuvo su utilización, el mosaico vítreo comenzó a fabricarse en el país a través de al menos dos firmas: Productos Cerámicos LLAMART y Cristalerías Nacionales C.A. (CRISTANAC), cuyo aviso aparecido en 1957 en el nº3 de A, hombre y expresión que hoy recoge nuestra postal nos ha permitido abordar el tema.

CRISTANAC, cuya fábrica se encontraba en el Barrio San Miguel de Maracay y sus oficinas en Caracas entre las esquinas de San Francisco y Sociedad en el edificio Magdalena, de cuya fecha de creación como industria nacional fabricante de “mosaico vidrioso” no poseemos datos exactos, ya aparece anunciada en el nº1 (1954) de A, hombre y expresión. Seguramente sigue la senda abierta por las importaciones iniciales provenientes desde Italia en cuanto a detectar un mercado pujante y creciente de uso del material y en cuanto a aprovechar al máximo las técnicas asociadas a su fabricación. De hecho, si los primeros murales de la CUC (1951-53) se realizaron con material veneciano fabricado por Sarim e importado por Cappellin, CRISTANAC ya empieza a abrirse paso y aparece de la mano de Pascual Navarro como firma fabricante de los “mosaicos vítreos industriales de 2×2 cm” del impactante mural curvo (259 x 1592 cm), fechado en 1954, ubicado en la Plaza Cubierta de la CUC y de otro igualmente curvo de menores dimensiones (308,5 x 1000 cm) diseñado por Mateo Manaure para el exterior del Aula Magna entre el corredor cubierto y las taquillas, el cual forma parte de la etapa correspondiente a una abstracción geométrica más influenciada por Kazimir Malévich y Piet Mondrian, que constituye el grueso de su aparición con un total de 26 de las 69 obras murales presentes en el campus entre 1951 y 1956, en las que CRISTANAC entre el 54 y el 56 seguramente fue importante proveedora de la materia prima y habilidosos artesanos los encargados de trabajarla para logran el grado de perfección que todos podemos todavía apreciar.
LLAMART, la otra empresa del ramo a la que hicimos mención anteriormente, estuvo involucrada (que sepamos) en tres murales realizado todos en “cerámica esmaltada” por Mateo Manaure en 1954: el que sirve de telón de fondo (302.5 x 1162 cm) al espacio ubicado fuera de la Plaza Cubierta presidido por el “Pastor de nubes” de Jean Arp (reconstruido en 1989 con productos de Cerámicas Carabobo); el que recubre la fachada este de la Sala de Conciertos (640 x 1465 cm) y el que engalana la fachada norte del Paraninfo (945×1670 cm) -inspirado claramente en Malévich-, permitiéndonos todos calibrar la utilización por parte del mismo artista de dos acabados distintos de un mismo material en idéntico formato ofrecidos por dos empresas diferentes.
Por el uso de qué producto proveniente de cuál firma se decantaron Víctor Vasarely, Fernand Léger, André Bloc, Sophie Taeuber-Arp, Alejandro Otero, Oswaldo Vigas, Carlos González Bogen, Alirio Oramas, Víctor Valera, Omar Carreño, Armando Barrios o Wilfredo Lam (aparte de los ya mencionados Pascual Navarro y Mateo Manaure) al momento de realizar sus murales en cerámica (tanto en espacios techados como a la intemperie), no lo sabemos así como tampoco el volumen que provino de Italia o de las dos empresas nacionales que hemos relatado. Lo cierto es que el formato predominante fue el mismo y el acabado vitrificado prevaleció, lográndose en todos los casos una altísima calidad de ejecución dentro de complejas composiciones geométricas (lo que se traduce en una mano de obra de primera) y prolongada durabilidad, aunque hoy el tiempo y la falta de mantenimiento hayan comenzado a hacer estragos.
A pesar de que Blanca Rivero centró su trabajo en identificar y analizar 20 edificios caraqueños cuyos permisos de construcción se otorgaron entre 1954 y 1956, que incorporan murales artísticos de mosaico vítreo en su concepción arquitectónica, ubicados en toda la extensión de la ciudad, sin duda nos ha ofrecido la oportunidad de comprender todas las implicaciones que su uso tuvo en aquel estelar momento donde seguramente CRISTANAC también se hizo presente. Su investigación no hace sino reforzar la idea del valor y presencia del material en la ciudad y su arquitectura y destacar no sólo el hecho de que quienes promovían las obras eran constructores de origen italiano sino la intervención en sus fachadas de connotados artistas, en especial Ennio Tamiazzo (1911-1982), quien desarrolló su trabajo plástico en Venezuela del 53 al 59 en paralelo a lo que acontecía en la CUC.
Reconocer “el mosaico mural vítreo como un elemento importante e imprescindible que forma parte fundamental de los materiales con los que fue construida la arquitectura moderna caraqueña”, que “representa parte irremplazable de la integración arte-arquitectura, al ser la materia desde la cual, dadas sus características físicas, se permitió dicha integración”, donde su “versatilidad, fácil instalación, manejo y comercialización fueron claves en la construcción de la modernidad en Caracas” y sin el cual “parte del lenguaje arquitectónico que la define no hubiese sido posible, ya que él constituye parte esencial que da unidad al aspecto final de las edificaciones”, son algunas de las conclusiones a las que llega Rivero dentro de la necesidad de ir sumando “criterios de apreciación para los edificios de la época” y que hoy para comenzar el año no podemos menos que compartir.
ACA
Procedencia de las imágenes
Todas. Revista A, hombre y expresión, números 1, 2, 3 y 4