LA CARLOTA SIGUE A LA ESPERA

Con esa oración terminamos la nota publicada el pasado fin de semana que acompañó nuestra postal, dedicada en esta ocasión a mostrar una imagen de la propuesta ganadora del concurso nacional de arquitectura, celebrado entre 2012 y 2013, para el anteproyecto del “Recinto Ferial de Caracas” a construirse en terrenos de la Base Aérea Francisco de Miranda, La Carlota. Lo que escribimos buscaba, como de costumbre, ampliar los aspectos a nuestro juicio necesarios para contextualizar la convocatoria hecha por la entonces denominada Oficina Presidencial de Planes y Proyectos Especiales (OPPPE).

Lo expuesto por nosotros produjo, cosa que no ocurre con la frecuencia que deseáramos, el envío por correo electrónico de parte de nuestro colega y asiduo lector Enrique Larrañaga, de un oportuno comentario no exento de polémica que, por lo adecuado, nos llevó a solicitarle autorización para publicarlo en esta página, la cual gentilmente nos dio y que transcribimos a continuación.

Hola, gente

Espero que estén todos bien.

Me interesó la nota sobre el proyecto ganador del concurso para el Recinto Ferial en La Carlota; más que el proyecto en sí, lo confieso…

Creo que a las pertinentes reflexiones que se plantean, sobre todo la relativa a la inherente estafa que significa convocar un concurso sin haber garantizado los mecanismos que permitirían construir la propuesta premiada, sería interesante sumar el hecho de que este concurso se convocó como una suerte de «contrapropuesta» al que la Alcaldía Metropolitana, ya casi a punto de ser eliminada, convocó para el desarrollo del Parque La Carlota; otra experiencia que hizo mucho ruido y llegó a pocas nueces, no sólo por la abolición de la Alcaldía Metropolitana sino porque en su planteamiento no se habían considerado las necesarias acciones de coordinación con las distintas entidades «dolientes» de La Carlota, ni la previsión de fondos para la construcción y, peor, para garantizar su mantenimiento.

Discrepé en aquel momento de ambas convocatorias, por estos y otros motivos. Lo que, al parecer, no fue un tema demasiado relevante para algunos colegas que, sin empacho, participaron en ambos concursos (no creo que sin advertir la contradicción entre ellos) e incluso llegaron a obtener reconocimientos en ambos. ¿Qué hubieran hecho si hubieran ganado en los dos certámenes? Ni lo sé ni creo que ellos lo supieran o, al menos, no parece que les haya preocupado demasiado.

Así que a la irresponsabilidad institucional de convocar actividades sin prever los mecanismos que las harán pasar de la pompa, los diplomas y las diatribas de «aquí mando yo y no tú», toca sumar una que me resulta mucho más grave: la de profesionales que, como desesperados por alguna chamba, parecen no ver inconveniente alguno en cambiarse la careta como el más ecléctico arquitecto ecléctico, que puede ser gótico en la mañana, clásico en la tarde y, quién quita, protomoderno al anochecer…

Gracias por el recuerdo que trajo la nota, aunque el saborcito que deja sea poco grato.

Gran saludo

EL

ACA

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