El arquitecto español Rafael Moneo recibirá el premio León de Oro a la Trayectoria durante la 17 edición de la Bienal de Arquitectura de Venecia, que abrirá sus puertas del próximo sábado 22 de mayo al domingo 21 de noviembre de 2021. Moneo fue nominado por Hashim Sarkis, curador de la Bienal 2021; y, más tarde, fue seleccionado por el Consejo de Administración del evento. El reconocimiento le será entregado junto con el León de Oro Especial a la Trayectoria in memoriam a Lina Bo Bardi.
Rafael Moneo nació en la ciudad de Tudela en 1937, y realizó sus estudios de arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Madrid donde obtuvo el grado en 1961. Su carrera en la arquitectura comenzó al colaborar en los estudios de Francisco Sáenz de Oiza, en Madrid, y Jorn Utzon, en Dinamarca; antes de regresar a España y abrir su propio estudio en 1965.
Durante su carrera fungió como docente en la Escuela Técnica Superior de Madrid, y luego en la Escuela Técnica Superior de Barcelona. En 1985 fue nombrado presidente del Departamento de Arquitectura de la Escuela de Diseño de la Universidad de Harvard; y en 1991 fue nombrado profesor de Arquitectura en esa misma institución, donde continúa impartiendo clases como profesor emérito.
Además, Moneo es el primer arquitecto español en recibir el Premio Pritzker; y también ha recibido galardones como la Medalla de Oro Real RIBA (2003), y el premio Praemium Imperiale (2007).
Entre sus obras más conocidas se encuentran la transformación del Palacio de Villahermosa en Museo Thyssen-Bornemisza (1989-92); la Fundación Pilar y Joan Miró en Palma de Mallorca (1987-1992); el Edificio Diagonal de Barcelona (en colaboración con Manuel de Solá-Morales, 1988-1993); los Museos de Arte y Arquitectura Moderna de Estocolmo, Suecia (1994-98); el Auditorio y Palacio de Congresos Kursaal de San Sebastián (1991-1999); la Ampliación del Museo del Prado (2001- 2007); los zocos de Beirut (1996-2009); el Northwest Science Building de la Universidad de Columbia (2007-2010); el Princeton Neuroscience Institute y Peretzman-Scully Hall (2007-2013).
Para celebrar al arquitecto, Hashim Sarkis ha montado una pequeña exposición compuesta por una selección de maquetas plásticas y cuadros emblemáticos de los edificios realizados por Rafael Moneo; los cuales encarnan el tema de la Bienal 2021: «¿Cómo viviremos juntos?».
La revista El Farol aparece por primera vez en Caracas el mes de junio de 1939, tal y como reza en la portada de su nº1 que hemos reproducido para ilustrar nuestra postal del día de hoy. Surge como órgano divulgativo de una empresa petrolera pero también se mostró desde sus inicios como una publicación de corte cultural que sin duda llenó un vacío ante la ausencia de variedad de opciones de ese tipo en el país.
Cuando laStandard Oil of New Jersey de Venezuela y la Lago Petroleum Corporation deciden lanzar El Farol sólo circulaban como revistas que podían tener alguna vocación cultural: Élite, fundada en 1917, de carácter variado, única que dejó por fuera contenidos políticos en la época gomecista e introdujo la fotografía de acontecimientos, nuevo concepto de reportaje gráfico en Venezuela; Pitorreos y el semanario humorístico Fantoches creados en 1918 y 1923, respectivamente, que mantuvieron siempre el humor como arma de doble sentido que no cesaba de criticar al régimen, lo que a la primera le valió el que tuviera una duración de tan sólo un año tras ser censurada y cerrada por el gobierno del Benemérito; Cultura Venezolana, publicada por primera vez en 1920, revista de información cultural, científica y filosófica, de sencillo formato con propósitos diferentes a la crítica política desarrollada en la época; y la más importante de todas, la Revista Nacional de Cultura que empieza a circular en 1938 después de la muerte de Gómez y cuyo director fundador Mariano Picón Salas le imprimió una vocación claramente dirigida al mundo intelectual y artístico.
Al momento de la aparición de El Farol Venezuela estaba saliendo del largo período que tuvo a Juan Vicente Gómez como controlador del poder y ya Eleazar López Contreras había dado los primeros pasos para lograr encaminar la reinstitucionalización del país. Aunque El Farol, dado su corte corporativo, si bien evadió siempre las manifestaciones de tipo ideológico en su contenido, logró dar cabida en medio de ese ambiente, por un lado, a la exaltación y difusión de los valores tradiciones venezolanos y, por otro, a ofrecer a una diversidad de artistas la oportunidad de ilustrar sus portadas.
Será a partir de 1943 que la revista sea asumida por la Creole Petroleum Corporation (que, como se sabe, surge de la fusión de la Lago Petroleum y la Stándard Oil of Venezuela) hasta finales de 1975 cuando aparece su último número, cuando ya era inminente la nacionalización de la industria que se decretaría el 1 de enero de 1976. Fue una publicación de circulación interna subsidiada para su distribución gratuita que además podía ser adquirida por el público en general a través de una suscripción. En sus inicios se producía mensualmente, desde 1955 se comenzó a publicar bimestralmente y finalmente, a partir de 1963, se editó trimestralmente llegando a alcanzar un tiraje que oscilaba entre 30.000 y 50.000 ejemplares. Sus medidas se mantuvieron en el tiempo, siguiendo un formato aproximado de 31 x 23 cms.
Otra característica de la revista es que utilizaba el color en la parte exterior (portada y contraportada) mientras en la tripa se empleaba una impresión a blanco y negro, lo cual va a variar hacia la década de los 50 cuando se incorporan diversas tonalidades en el interior de la misma. Las imprentas a cargo de la reproducción de los ejemplares estaban sujetas a los requerimientos específicos que los editores demandaban. Otro detalle interesante es que las obras artísticas que ocupaban la portada lo hacían en su totalidad, clara señal de que primaba la forma sobre el texto. Únicamente se superponía el logotipo que daba nombre a la revista y la fecha de salida.
Tal y como señala Ariana Elizabeth García Balbi en “Relación entre las Artes Plásticas y el diseño gráfico a través de las portadas de la revista El Farol (1939 -1975)”, trabajo con el que obtuvo la Licenciatura en Arte (2012), “La Litografía y Tipografía del Comercio fue la encargada de imprimir las primeras tapas de El Farol, porque era una de los pioneras en realizar reproducciones a cuatro colores con la técnica litográfica. Luego en 1949 se comienza a imprimir en Unión Gráfica y finalmente en 1954 la reproducción estuvo a cargo de Cromotip mediante la técnica de off-set, este taller se consideraba, para la época, como el de mejor calidad. (…) Notamos una variación en el empleo del tipo de papel utilizado, que puede explicarse según las necesidades y los requerimientos específicos de cada portada. En este sentido, para las tapas y contratapas se empleaban papeles estucados, con los cuales se lograban colores más vivos y se brindaba un acabado sedoso, tanto al tacto como a nivel visual. Además, sus propiedades materiales le otorgaban a la reproducción de imágenes, como las obras de arte, mayor calidad. Con el paso del tiempo se utilizaron papeles satinados de mayor densidad.”
El número 1 de El Farol estuvo organizadoen secciones: sociales, cultura, literatura, nuevo personal y seguridad industrial, entre otras. Presentó en la portada unaobra del artista plástico venezolano Tomás Golding, que muestra una imagen de carácter figurativo de una playa caribeña en la que aparecen dos mujeres saliendo de su vivienda y dirigiéndose a realizar su faena cotidiana. La carátula no ofrece mayores complicaciones en cuanto a su diagramación más allá de la sutileza y ubicación proporcionada de la identificación (arriba a la izquierda) en un lugar que no afecta lo que la protagoniza. Sin embargo, como apunta Sean Nesselro de Moncada en “PANORAMA PETROLERO: El regreso de Cruz-Diez a El Farol”, artículo aparecido en las memoria de las I Jornadas Internacionales de Estudios sobre Revistas Culturales Latinoamericanas, Buenos Aires, 8-9 de mayo de 2017,con el primer número se “estableció una plantilla que definiría la primera década de la revista: fue una fantasía de un paraíso tropical y primitivo, la cual fue no sólo un programa visual tan como una misión ideológica” precisando que: “A Nelson Rockefeller, miembro de la junta directiva de la Creole, le impresionó esta fantasía cuando viajó a Venezuela en 1937 para reconocer las actividades de la compañía”.
Será la propia Nesselro de Moncada quien complemente: “El número inaugural de El Farol fue publicado en respuesta a una crisis internacional de relaciones públicas, resultado de la reciente expropiación de las reservas petroleras mexicanas en 1938 y una campaña de huelgas petroleras en Venezuela, en las cuales la clase trabajadora demandaba un aumento del salario, mejores condiciones laborales, y el derecho a la creación de un sindicato. En un momento de tumulto tanto regional como global, las compañías petroleras como la Creole tuvieron que justificar su presencia en países como Venezuela, la Creole lo hizo a través de la creación de una revista con la que se comprometía por ‘el bienestar del país’, en las palabras de Nelson Rockefeller. Con El Farol los ejecutivos de la Creole fabricaron una plataforma en la que se podían unir (conceptual y literalmente) las operaciones de la industria petrolera con la historia, la cultura, y la identidad de la Venezuela moderna. En este sentido, este primer número de El Farol abre con unas ‘Palabras Preliminares’, en donde se articula la estrategia formulada por Rockefeller: ‘aspiramos a recoger en nuestras páginas las palpitaciones más intensas del alma nacional, y…ratificamos…lo sincero de nuestra patriótica devoción’. El contenido de este primer número –y de todos los números de la revista– combinan relatos de las nuevas operaciones y campos petroleros de la compañía, con artículos sobre la historia y cultura del país, mezclando así los intereses de la industria con un emergente sentido de ‘patriótica devoción’.”
1. Cuatro portadas de la revista El Farol ilustradas por artistas pláticos venezolanos. De arriba a abajo y de izquierda a derecha: Arturo Lares, agosto de 1943; Héctor Poleo, agosto de 1946; Rafael Rivero, noviembre de 1946; y Carlos Cruz-Diez, diciembre de 1946.
Para Sagrario Berti en “Alfredo Armas Alfonzo, El Farol y Ricardo Armas”, texto de 2014 aparecido en http://sagrarioberti.com/alfredo-armas-alfonzo-el-farol-y-ricardo-armas/, el período 1948-1958, cuando Alfredo Armas Alfonzo trabajó en la revista, “es decisivo en la historia económica y sociocultural del país y consideramos que con El Farol se comienza a edificar el imaginario de identidad nacional. En sus páginas se difunde la idea de modernidad y progreso, representado en: fotos de extracción de hidrocarburos, gerentes de la industria o cifras de productividad petrolera. Estos temas están enlazados con reportajes sobre: el origen de la arepa, pesebres, carnaval, cultura afro-venezolana, restos y tiestos prehispánicos, comunidades indígenas o paisajes. Según el profesor Miguel Tinker Salas, en El Farol: ‘las costumbres de los llaneros, la forma de vida de los andinos, y las expresiones culturales de los orientales dejan de ser simples testimonios culturales regionales aislados y pasan a formar parte de un repertorio amplio que refleja una cultura nacional’. Este conjunto de prácticas sociales y culturales fue cobrando importancia y, para esta generación (incluye a Armas Alfonzo) y otras empezó a definirse lo que implicaba ser un venezolano”.
Con el tiempo, las portadas de El Farol, como ya se anunciaba con la inclusión de la pintura de Golding en el nº 1, le abrieron paso a la presencia de jóvenes artistas venezolanos. Entre otros, Arturo Lares ocupará la portada de agosto de 1943, Héctor Poleo la de agosto de 1946 y Rafael Rivero la de noviembre de 1946. También en su contenido “entre los años treinta y cuarenta, aparecieron artículos sobre el Salón de Arte Venezolano y otros pintores como Héctor Poleo, Rafael Monasterios y Mateo Manaure… . Pero quizás aún más notable fue la contratación de artistas locales como empleados de la revista. Entre ellos estaba Carlos Cruz-Diez, quien se unió al personal de la revista en los años cuarenta como ilustrador y, eventualmente, como Director Artístico. Se conoció el diseñador norteamericano Larry June, quien había llegado a Caracas dos años antes a la invitación de la Creole para trabajar en el equipo de El Farol. Asumió responsabilidad por el plano de la revista y, según su pupilo Cruz-Diez, llevó una actitud alegre a la tipografía. Con la llegada de Cruz-Diez y June, y el lanzamiento de la publicación hermana Nosotros en 1946 –que adquirió la mayoría de las secciones de sociales, deportes, y promociones de los empleados de la Creole– El Farol empezó a definirse como una publicación cultural además de un órgano empresarial.”
Cruz-Diez, lejos aún de su compromiso con la abstracción, asumiría en aquel entonces para dos portadas ilustraciones de carácter decididamente figurativo inspirados “en parte por el florecimiento del realismo social en el hemisferio”, como señalará Nesselro de Moncada. Más adelante diseñaría la carátula del número 150 (febrero de 1954), dedicado a la metamorfosis de Caracas bajo el Nuevo Ideal Nacional de Marcos Pérez Jiménez, con base a una fotografía de la nubes de Calder ubicadas en el interior del Aula Magna de la Ciudad Universitaria de Caracas y, ya plenamente comprometido con la abstracción, el paradigmático número “El Farol: La calidad de la vida 1” de 1974.
2. Dos portadas del El Farol diseñadas por Carlos Cruz-Diez. Izquierda: nº 121, junio 1949. Derecha: nº 150, febrero de 1954.3. El Farol 166 (septiembre–octubre 1956), diseño de Gerd Leufert4. El Farol: La calidad de la vida 1 (1974), diseño de Carlos Cruz-Diez
A pesar de lo señalado, la dirección artística propiamente dicha de la revista no estuvo formalizada hasta 1957, pese a que en el número 97 de 1947 se hace mención tangencialmente de Luis E. Mejías Donzella como responsable de dicha actividad. Es el año 57 el momento en que aparece por primera vez mencionado el creativo a cargo de la revista, lo cual se mantuvo hasta el último número. Como primer director artístico estuvo Gerd Leufert desde 1957 hasta 1959 (período en que diseñó la carátula de varios números). A partir del 59 Nedo Mion Ferrario (Nedo M.F.) se encargaría del área (y del diseño de diferentes portadas) hasta 1973. Luego en 1974, de regreso a la revista, Cruz-Diez asume la dirección creativa y un año después Oscar Vásquez se encargará de esta labor hasta finalizar la edición de El Farol con el número 252 en 1975. A lo dicho cabría añadir que desde la partida de Cruz-Diez a París en 1955, de la mano de Gerd Leufert y Nedo M.F., ambos recién llegados a Venezuela procedentes de Europa, El Farol va de la mano con la “continua legitimación del diseño abstracto», marcando así un período que podría calificarse de “modernista”. En aquellos años Mateo Manaure ocupará la portada de la entrega de julio-agosto de 1957.
La arquitectura, también se manifiesta en El Farol durante los años 50 y 60. Sin ser demasiado exhaustivos hemos detectado que: en 1955, nº 161, diciembre, Fruto Vivas publica por primera vez el artículo “El campesino, arquitecto por la gracia de Dios”. Después en 1961, (nº 192, enero-febrero), ejemplar prácticamente monográfico, aparecen: “Creación de ciudades y Leyes de Indias” de Carlos Raúl Villanueva, “La casa colonial, sus orígenes y desarrollo” de Carlos Manuel Möller, “Riqueza y pobreza de los templos coloniales” de Graziano Gasparini, “Nuestras fortificaciones coloniales” de Jerónimo Martínez Mendoza, “La vivienda en las áreas industriales” de Julián Ferris y “La arquitectura en Venezuela” de Diego Carbonell. En 1963, nº 205, abril-junio, Villanueva publica “Santa Teresa y el Teatro Municipal”; en 1966, nº 217, W.J. Alcock “El problema de la recreación en la Caracas del futuro”; y en 1967, nº 222, Miguel Casas Armengol, Decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Zulia, “Situación actual y perspectivas de la universidad venezolana”.
Con esta nota dedicada a El Farol quisimos dejar constancia, aunque sea breve, del que sin duda es un ícono dentro de la historia editorial del país.
Desde el pasado 20 de abril se encuentra a la venta la edición nº 134 de la revista entre rayas dedicada a Arquitectura de Oficinas.
Es el primer número del año y en 184 páginas de contenido trae:
– Información técnica de las empresas patrocinantes, tanto a través de sus avisos publicitarios (al inicio de la revista) como en seis artículos técnicos realizados por destacadas empresas del área (al final de la revista).
– Las secciones: Entre Datos, realizada por Mariano Rodríguez Saglimbeni; Arquitectos, realizada por el Arq. José Luis Colmenares y Dossier, dedicado a Oficinas 2, realizada por el Arq. Martín J. Padrón.
– Un proyecto de arquitectura interior (una tienda en Las Mercedes).
– Trece proyectos de oficinas, por construir y construidos, realizados en Bolivia, Curazao, Ecuador y diferentes partes de Venezuela.
También se supo que desde el 26 de abril los editores de entre rayas ya comenzaron a trabajar en el nº 135, meses mayo-julio 2021, dedicado al tema Arquitectura Residencial Multifamiliar. En tal sentido invitan a participar a todos aquellos profesionales que tengan proyectos (construidos o por construir), en cualquier parte de Latinoamérica.
Con este número de la Colección Espacio y Forma, preparado con amplio criterio editorial, la Facultad de Arquitectura y Urbanismo rindió tributo a quien fuera uno de sus más valiosos profesores y uno de los más importantes arquitectos venezolanos del siglo XX, perteneciente a lo que se ha considerado la primera generación, formada en su mayoría en el extranjero (Europa fundamentalmente), clave en el proceso de introducción de la modernidad en la arquitectura venezolana a partir de 1920.
Junto a Guinand, quien realizó sus primeros estudios en el Colegio Alemán de Caracas y secundarios en La Chaux-de-Fonds (Suiza), seguidos por los cursos de arquitectura en la Königlich Bayerische Technische Hochschule de Münich, de donde egresó el 7 de agosto de 1913 y revalidó en la UCV en 1936, como parte del mencionado grupo precursor se encuentran: Gustavo Wallis, Carlos Raúl Villanueva, Luis Malaussena, Manuel Mujica Millán, Cipriano Domínguez, Heriberto González Méndez, Leopoldo Martínez Olavarría, Rafael Seijas Cook, Rafael Bergamín, Luis Eduardo Chataing, Enrique García Maldonado, Roberto Henríquez, Fernando Salvador, León Achiel Jerome Höet, André Potel, Hermann Blaser, Guillermo Salas, Luis Bello Caballero, Ricardo Razetti, Erasmo Calvani, Edgard Pardo Stolk, Luigi Tani y Willy Ossott.
El arquitecto Carlos Guinand Sandoz y un detalle del Parque del Este
Guinand, descendiente de una familia suiza importadora de equipos industriales establecida en Venezuela a mediados del siglo XIX, había nacido en Caracas el 17 de julio de 1889 y fallecido el 4 de mayo de 1963, por lo que la aparición de esta publicación se asumió como una deuda para con su memoria a casi un año de que su desaparición física sucediera.
La revista está conformada por una breve nota introductoria titulada “Homenaje” que ofrece la semblanza de una persona caracterizada por la espontaneidad y la generosidad en todo lo que emprendía siempre acompañadas de amor, entusiasmo, sinceridad y valor. “Vivió para dar lo que sabía, con naturalidad, desinterés y a todos por igual. El trato personal con él era un placer lleno de provecho, pues no conocía la mezquindad. (…) Un paseo en su compañía por los jardines de su casa en Los Chorros era una experiencia inolvidable por la riqueza de sus observaciones, sus preguntas y sus respuestas, su amor contagioso por la naturaleza y la exquisita sensibilidad que mostraba por cada planta, cada árbol, cada gramínea. Ahí todos tenían su lugar, su historia, su personalidad. (…) Guinand fue un maestro generoso y sincero, un hombre de indomable personalidad, intransigente pero comprensivo y sobre todo de mucha sensibilidad (…) Dejó un sinnúmero de plantas y árboles sembrados de su propia mano, y en los últimos años de su vida volcó todo su entusiasmo y valiosos conocimientos en la realización de aquella magnífica obra de su buen amigo Roberto Burle Marx: el Parque del Este de Caracas.”
La publicación contiene, además, una cronología de su trayectoria donde destaca su condición de Individuo de Número de la Academia de Ciencias Naturales, Físicas y Matemáticas, el haber obtenido la Orden del Libertador en Grado de Caballero y sido profesor de acuarela y guache en la Escuela de Arquitectura de la UCV entre 1950 y 1953 y, además, uno de los fundadores de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo en 1953. Posteriormente, fue profesor de Paisajismo junto a José Miguel Galia.
De su amplia obra, separada en dos etapas, destacan de la primera (1915-1952): la Policlínica Maracay (1930-31); finalización de la Casa Club del Caracas Country Club (1930); Policlínica Caracas (1932); Ministerio de Fomento (Caracas, 1934-1935); Club Alemán (El Paraíso, Caracas, 1935); Escuela de Aviación Militar (Maracay, 1936); Urbanización Pro-Patria Venezolana (1939-1940), con 330 casas; Teatro Boyacá (1940-1941, demolido en 1969); Edificio Taurel & Cía. Sucrs. C.A. (La Guaira, 1940); Teatro Continental (remodelación, Caracas, 1941); residencias privadas en diversas urbanizaciones de Caracas, entre ellas la Casa Gathmann en La Florida (1938), la Taurel en Los Caobos (1940) y su residencia familiar Atapaima en la Urb. Los Chorros (1943-1944 y ss.). También de esta etapa se recuerda su participación frente a frente con Villanueva en el concurso para la Reurbanización de El Silencio (1940) algunos de cuyos criterios de diseño serían incorporados al proyecto seleccionado que podrían por primera vez en acción el Plan Monumental de Caracas de 1939 el cual Guinand tuvo ocasión de supervisar desde la Dirección de Urbanismo del Distrito Federal.
De la segunda etapa (1952-1963), como Presidente y Jefe de Proyectos de Guinand & Brillembourg, C.A., vale la pena señalar: el edificio administrativo del Observatorio Cagigal (1954-1956); las capillas de los colegios San José de Tarbes en las Urbanizaciones El Paraíso (1957-1958) y La Florida (1961); y el Planetario Humboldt en el Parque del Este (1961).
Como dirá Juan José Pérez Rancel en “Carlos Guinand Sandoz”, artículo aparecido en https://entrerayas.com/2018/09/carlos-guinand-sandoz/ el 5 de septiembre de 2018, “la arquitectura de Carlos Guinand Sandoz puede inscribirse en las categorías arquitectónicas del romanticismo y el racionalismo, heredadas de la obra decimonónica del alemán Karl F. Schinkel, tendencia que influyó a su generación como estudiante y que fue adoptada por Guinand durante sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Münich. En esta Escuela había estudiado entre 1901 y 1902 el que sería influyente arquitecto Heinrich Tessenov, quien postulaba desde ese comienzo del siglo en el ambiente germánico (fundó el Werkbund alemán en 1907), una convivencia entre la tradición academicista y las surgentes tendencias a la modernización de la arquitectura, con las artes, las técnicas y las artesanías. (…) Al llegar Guinand a Venezuela en 1915, inició su acercamiento a la naturaleza tropical, dedicándose a labores agrícolas en terrenos familiares cerca de la capital venezolana, antes de fundar su primera oficina de arquitectura en Caracas en 1917. A partir de entonces esta naturaleza acompañará invariablemente sus proyectos, especialmente los residenciales. En éstos utilizó formas neohispanistas y Art Dèco, mientras que sus edificios públicos y privados combinarían rasgos del clasicismo y el Dèco, con volumetría y axialidad academicista”.
Siguiendo con la publicación que hoy nos ocupa, allí también aparece un sentido texto de Carlos Raúl Villanueva titulado “Un compañero que se va: Carlos Guinand” del cual vale la pena rescatar lo siguiente: “Cuando regresó Carlos a Venezuela, después de la Primera Guerra Mundial, llevando bajo el brazo un flamante diploma de Arquitecto, las pupilas todavía dilatadas de bellas visiones europeas, nadie pensaba que le iba a tocar en nuestra profesión, la misión de pionero, de misionero, de abridor de caminos; a él le correspondió enseñar a la gente, que existía un profesional llamado Arquitecto, y que en nuestra tierra podían hacerse construcciones bellas que llegarían a ser arquitectura. Nosotros, los que llegamos después, hemos aprovechado de las brechas abiertas, y los caminos despejados por Carlos Guinand. (…) Hay que insistir sobre eso, porque es muy importante: Carlos Guinand fue el iniciador de la nueva etapa de la Arquitectura en Venezuela, camino señalado con anterioridad por hombres como Juan Hurtado Manrique, Alejandro Chataing y Antonio Malaussena.”
Continúa el nº 12 de la Colección Espacio y Forma con otra semblanza, en este caso del botánico Leandro Aristeguieta, en la que resalta de su amigo, o del “viejo Guinand” como cariñosamente se le decía, su interés por la naturaleza y la oportunidad que tuvo de acompañarlo, junto a Burle Marx a varias exploraciones a las selvas de Venezuela donde iban “a buscar plantas vivas, silvestres, tesoros botánicos escondidos para exhibirlos y utilizarlos en los jardines de mi patria, estuvimos en las selvas de Guatopo, de la Colonia Tovar, de Canaima y en las selvas milenarias de El Dorado. Las plantas están vivas, adornan hoy muchos de los ambientes y jardines del Parque del Este de Caracas, son un monumento vivo al esfuerzo, el entusiasmo y a la creencia del gran gladiador de ese Parque, el doctor Carlos Guinand.”
En páginas siguientes se publica el “Discurso del arquitecto Carlos Guinand Sandoz durante el acto de inauguración del Planetarium Humboldt el 24 de julio de 1961” y el artículo “La naturaleza y el arquitecto” firmado por Guinand, piezas ineludibles para quien quiera seguirle los pasos a su visión de arquitecto culto e integral pionero del conservacionismo en el país.
Del segundo texto, para finalizar, citaremos lo siguiente: “Por qué pretenden las Artes Plásticas deshacerse del ‘yugo’ de la naturaleza? Disponemos siempre del mismo medio de percepción y lo que percibimos es siempre luz, sombra y color. ¿Qué nos importa el nombre del objeto? ¿Es acaso igual un árbol pintado por Corot, a un árbol pintado por Cézanne? ¡No! Y sin embargo nos gusta ‘El Corot’, nos gusta ‘El Cézanne’ y nos gusta el ‘Papa Dios’ al cual le pusimos nombre ‘Arbol’.
Se han recibido con entusiasmo los ‘Móviles’ de Calder y se aplauden como no figurativos. ¡Es un error! Nada más objetivo que un móvil de Calder. La Palmera bajo el viento, con la suma de sus equilibrios, con sus movimientos en progresión geométrica, que salidos de la unidad de su tronco van multiplicándose hasta desembocar en la infinidad de sus hojuelas, ese movimiento que va creciendo a medida que las masas van achicándose, esa danza fantástica cuya suma no logramos captar porque sobrepasa nuestros medios de asimilación, son lo que Calder con esa bonachonería infantil, ha sabido observar y sintetizar, para que lo sumemos como su nuevo medio de expresión a las Artes Plásticas. Nos conmueven menos sus ‘estables’ nacidos al pie del yunque y de la fragua, lejos de la naturaleza.”
Nota
Las imágenes que acompañan este texto han sido extraídas directamente de la publicación que hemos reseñado.
La Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela en una actitud de resistencia, se ha negado a sucumbir a la decadencia que la rodea y promueve hoy con entusiasmo un concurso de ideas y fabricación, para la instalación de un sistema de estacionamiento de bicicletas, nada más y nada menos que en su sede, en la Ciudad Universitaria de Caracas, patrimonio de la humanidad.
Este concurso llamado TériumCaracas, y que se desarrollará entre los meses de abril y agosto del presente año, va dirigido principalmente a estudiantes y recién egresados de las escuelas de diseño, arquitectura e ingeniería, con un enfoque que procura ir más allá del ámbito de las ideas, para aproximarse a soluciones verdaderamente viables, a través del prototipo como instrumento de proyecto.
Esta visión se expresa en la estructura del evento, que contempla una primera fase o ronda general de proyecto, y una segunda fase en la que los tres mejores trabajos tendrán la oportunidad de confrontar sus ideas a la realidad física del objeto, a través de la fabricación en escala real de un fragmento del sistema propuesto. Los ganadores culminarán la experiencia en ruedas, puesto que el certamen ha contemplado como premio único dos bicicletas.
El evento, cuyo veredicto será determinado por un selecto grupo de profesionales, cuenta con el aval del Decanato de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU), del Instituto de Urbanismo (IU) y del Consejo de Preservación y Desarrollo de la UCV (COPRED-UCV); su realización será posible gracias a los aportes de la empresa Maploca, y de la tienda de ciclismo profesional Ultrabikex.
El diseño y producción han sido realizados por Genus (@genus.let), colectivo de arquitectos dedicado a la concepción de actividades formativas en comunidades populares, y a la realización de experiencias de desarrollo del diseño como instrumento para la transformación de la ciudad contemporánea.
TériumCaracas es, en definitiva, una iniciativa nacida en plena pandemia, que ofrece una mirada renovada de la academia y de sus procesos formativos, en un momento en el que un llamado a la acción es la mejor manera de romper la parálisis y la incertidumbre que genera el enfrentarse a tiempos de cambio.
Inscripciones abiertas hasta el 10 de mayo de 2021.
Para mayor información, visita la cuenta @teriumcaracas_ en Instagram, donde podrás acceder al formulario de registro y al link de descarga de las bases de concurso.
Plazo de inscripción y entrega
Inscripciones hasta el 10/05/2021
Entrega de los proyectos hasta el 06/06/2021
Participantes
estudiantes y jóvenes egresados (hasta cinco años) de las escuelas de diseño, arquitectura e ingeniería.
*la persona responsable de equipo debe residir en la ciudad de Caracas para efectos de supervisión, en caso de quedar seleccionado para la ronda de fabricación de prototipos patrocinada por Maploca.
Costo de inscripción
20 dólares americanos por equipo (individual, en pareja o hasta tres personas)
Premio
dos (02) bicicletas montañeras Sílex Redwood patrocinadas por Ultrabikex.
Organizador
Genus, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV.