LA RED HOTELERA NACIONAL

1. Vista del hotel Humboldt desde la estación de llegada del teleférico (postal de finales de los años 1950)

Hotel Humboldt (I)

Sin lugar a dudas, el hotel Humboldt es el buque insignia, la joya de la corona o, en todo caso, la más emblemática de las edificaciones que forman parte de la red hotelera que la CONAHUTU (Corporación Nacional de Hoteles y Turismo, adscrita al Ministerio de Fomento) construyó y administró a partir de 1955. Con el Humboldt hemos querido cerrar nuestro recorrido por esa importante cadena de instalaciones que dejaron huella en la impronta arquitectónica del país, tanto por la calidad de los resultados como por la posibilidad de entenderla como oportunidad de mostrar un claro acercamiento a las condiciones de tiempo y lugar en las que se gestaron, desarrollaron y levantaron.

Para empezar, podemos dividir nuestra aproximación a este edificio en dos momentos: aquel que repasa las razones que lo originaron y el contexto que lo circundaba, selección del arquitecto, ideación, proyecto, desarrollo, construcción y puesta en funcionamiento; y otro que daría cuenta del desempeño a través del tiempo de la obra, las diversas lecturas que ha suscitado desde su inauguración hasta nuestros días, su conservación y sucesivas intervenciones y, fundamentalmente, su vigencia y significado dentro de la cronología de la arquitectura venezolana, a sabiendas que se trató de un trabajo polémico, sujeto a la contaminación de aspectos ideológico-políticos, pero enfrentado con el más absoluto profesionalismo, siguiéndose la máxima que tanto repetía Villanueva de que “los gobiernos pasan pero las obras quedan”.

Tal y como hemos ido destacando cada vez que nos hemos aproximado a alguna de sus manifestaciones, el observar el desarrollo del Plan Hotelero Nacional ofrece la ocasión de apreciar el estado de la arquitectura venezolana del momento en toda su amplitud, es decir, permite palpar la totalidad de los visos que ofrece su variada identidad. De aquí que las fuentes a ser interpretadas por los proyectistas encargados de materializarlo no provengan sólo de lo tradicional o lo popular sino también directamente de las corrientes dominantes en el ámbito internacional, produciéndose casi siempre una traducción más que un simple traslado de códigos, donde la oportunidad ofrecida por la temática, en lo que de recreo y ocio contiene, hace que la mitigación funcionalista de las condiciones de cada lugar se convierta en excusa para caracterizar la respectiva experiencia. Es por ello que el Humboldt, de entre aquellos hoteles que se nutren con mayor claridad de lo que se está haciendo más allá de las fronteras nacionales, se erige en caso paradigmático.

2. Izquierda: trayecto del teleférico entre Maripérez (Caracas) y El Cojo (Macuto, Litoral Central). Derecha: vista aérea del lugar escogido para implantar el hotel

También lo es por su características excepcionales: en primer lugar por el emplazamiento escogido (la cima del cerro El Avila -2.140 metros sobre el nivel del mar- uno de los puntos más altos de la Cordillera de la Costa a lo largo del Valle de Caracas); en segundo lugar por las implicaciones constructivas que ello conllevaba ya que se trataba de la primera incursión humana de magnitud en una zona de difícil acceso y poca superficie; y, en tercer lugar, por el compromiso político, social y estratégico asociado a su diseño, ya que se convertiría en el bastión del desarrollo de una serie de puntos de servicio turístico en el Parque Nacional El Ávila destinados a incrementar la actividad recreacional de la capital de la República. Es, pues, el proyecto para el hotel Humboldt un caso que viene de antemano cargado de toda una serie de implicaciones que no tuvieron que soportar en tal grado otros desarrollos hoteleros.

De esta forma, teniendo como precedente “la visionaria ocurrencia que un Ingeniero francés, el Conde Vladimir de Bertren, con experiencia en teleféricos en Suiza, presentó en 1954 al Ministro de Obras Públicas Julio Bacalao Lara”, apuntado por Juan José Pérez Rancel en la “Reseña” escrita en abril de 2015 para el portal entrerayas del libro Hotel Humboldt. Un milagro en el Ávila (Joaquín Marta Sosa, Gregory Vertullo y Federico Prieto, 2014), se toma la decisión entre política y caprichosa de emprender la obra sobre El Ávila sin tener los estudios que respaldaran su viabilidad económica ni su inserción dentro de un plan más global. Por tanto, se acomete empíricamente la empresa bajo el supuesto de que ella motorizará y determinará el resto de las intervenciones que un futuro plan establezca, y como demostración extrema del alcance de los planteamientos del Nuevo Ideal Nacional con relación a la «transformación racional del medio físico», que en este caso viene a ser sinónimo a dominio de la naturaleza e imposición de una señal que a la vez sirva de control visual sobre la geografía. La gran suerte ha sido el haber contado con los profesionales capaces de dar una respuesta si bien polémica desde un cierto punto de vista, absolutamente racional, seria y coherente desde otro.

Mientras a un grupo de expertos alemanes de la firma Ernst Heckel, se les encarga el estudio para el trazado y funcionamiento del Teleférico (que garantizaría en primer lugar la realización de las obras en la cima y posteriormente brindaría la posibilidad de comunicar la ciudad con el Litoral Central), a Alejandro Pietri se le asignan los proyectos de la estación terminal de Maripérez (en Caracas) y la de transbordo de El Cojo (en el Litoral) con toda una serie de servicios adicionales que significaban el preámbulo de un itinerario visto como opción clara para el esparcimiento de una masa importante de la población. «El Teleférico con un recorrido de 3.400 metros, salva un desnivel de 1.100 metros en un tiempo de 12 minutos ofreciendo a los viajeros hermosas vistas de la ciudad desde diferentes alturas», se señalará en la Memoria Descriptiva que junto a los planos del proyecto aparecen por vez primera desplegados en la revista Integral, nº 10-11, Caracas, abril 1958, bajo el título «Parque Nacional del Ávila. Estación de llegada y Hotel Humboldt, en la Cima del Ávila».

3. Croquis esquemático de Tomás J. Sanabria indicandola implantación del hotel y su contacto con el teleférico
4. Izquierda arriba: boceto de la estación de llega del teleférico. Derecha arriba: croquis de la primera proposición presentada por Tomás J. Sanabria. Izquierda centro: bocetos conceptuales y explicativos de la propuesta definitiva para el hotel. Derecha centro: foto de la maqueta del proyecto del hotel. Abajo: corte esquemático explicativo del programa.

Es a Tomás José Sanabria (1922-2008), graduado de arquitecto en la Universidad de Harvard (1947), a quien con sólo 32 años corresponderá la responsabilidad de planificar y diseñar toda la intervención en el tope del cerro. Para ello se asumió desde un principio la división del proyecto en dos zonas claramente diferenciadas e incluso separadas mediante un atractivo tratamiento paisajístico a cargo de Roberto Burle Marx. Estas dos zonas serían: el Área Pública (ubicada al oeste, contenida dentro de un volumen compacto, cubierto por un sistema de bóvedas y resuelta bajo el criterio de un espacio flexible que se adapta mediante terrazas a la topografía), donde además de la llegada del Teleférico se previó el funcionamiento para un máximo de 800 personas de los servicios de bar, restaurant, terrazas de estar con amplias vistas y el atractivo especial de una pista de patinaje sobre hielo, y el Hotel de Turismo Humboldt (ubicado al extremo este como remate de todo el trayecto), el cual se conectaría con el Área Pública únicamente a través de un pequeño teleférico de 600 metros de recorrido (cuya pequeña estación conforma otro volumen de similares características al de la Áreas Públicas), sistema que garantizaría el control del acceso al hotel además de proporcionar al turista otra interesante perspectiva. Aquí cabe destacar que lamentablemente el proyecto original de Burle Marx se vio severamente afectado al tomarse la decisión de conectar con una calzada permanente de forma directa el Área Pública con el Hotel.

Con todos los argumentos técnicos y funcionales a su favor Sanabria llega a la conclusión de hacer del hotel un conjunto que debería permitir aprovechar las excelentes visuales en 360º, adaptándose lo mejor posible a la topografía. La pequeña meseta con que se contaba y el incremento sustancial del programa, el cual en un principio se pensó modestamente para contar con un rango de 13 a 20 habitaciones, pasándose luego a 100 (siguiendo instrucciones directas del propio Pérez Jiménez, quien a su vez vetó la propuesta de Sanabria de considerar la incorporación de un casino como fuente segura de financiamiento para su mantenimiento), y quedando definitivamente en 70, no daba cabida a soluciones extendidas o en todo caso mimetizadas al paisaje como originalmente se pensó. Así, para Sanabria fue de trascendental importancia el giro que tomó el incremento del programa para jugar con la escala y así lograr con un edificio de medianas proporciones la sensación a la distancia de que se trataba de uno mayor basado en acrecentar la verticalidad. Para ello la elección del punto preciso de su localización, muy próximo a un precipicio de cerca de 500 metros de profundidad, es la clave utilizada para sumarle la máxima esbeltez en virtud de que la forma más común de apreciarlo es mirándolo desde abajo y desde lejos.

5. Vista del conjunto de la estación y el hotel en plena construcción
6. Arriba: fotos del hotel en plena construcción. Izquierda abajo: el hotel prácticamente concluido. Derecha abajo: perspectiva del proyecto del hotel
7. Izquierda arriba: vista del hotel desde la llegada desde el teleférico. Derecha arriba: vista de la piscina temperada. Izquierda abajo: planta fiestas y planta pent house. Derecha abajo: vista interna de las áreas sociales

La opción definitiva de hacer del edificio un faro iluminado de noche y brillante de día gracias su aluminizada coraza se resuelve ubicando las 70 habitaciones-suites (5 por nivel) en una torre de planta circular, de 14 pisos y 60 metros de altura en la que la circulación ocupa la menor superficie posible para no entorpecer el aprovechamiento de las vistas. Las áreas sociales sí se solucionarían explotando el terreno al máximo mediante la creación de terrazas, cubiertas por un interesante juego de bóvedas parabólicas intersectadas, cerradas mediante grandes ventanales, con las que se ha logrado crear la suficiente intimidad sin perder la oportunidad de disfrutar del majestuoso paisaje circundante, producir una gran riqueza espacial, dar la escala justa en la medida que el visitante se aproxima al edificio y ofrecer una visual agradable a los techos vistos desde la torre. La piscina climatizada, el sauna y el gimnasio, techados por un bóveda independiente, también gozan del mismo privilegio espacial que el resto de las áreas con orientación en este caso hacia el norte, hacia el mar.

El sistema estructural adoptado para la torre (columnas perimetrales amarradas a una pantalla cilíndrica central de gran resistencia al sismo), difiere evidentemente al adoptado para las áreas sociales (a base a costillas parabólicas de gran envergadura que soportan las cubiertas abovedadas), aunque en ambos se utilizó el concreto armado como material fundamental. El cálculo, a cargo del ingeniero Oscar Urreiztieta, acompaña con total precisión la preocupación de Sanabria por este importante tema que colabora decididamente en la caracterización de una obra que logra culminarse en 199 días de la mano de la compañía venezolana ENECA y el aporte del ingeniero Gustavo Larrazábal. A esta apreciación se sumarán otros aspectos que ligan el edificio al espíritu de la arquitectura internacional del momento: el criterio de composición básica (torre y cuerpo bajo) y la solución espacial que se decide adoptar para las zonas comunes, cuyas formas curvas remiten a la experiencia brasileña.

8. Vista del hotel desde el camino que conduce a Galipán

Sin embargo, es la voluntad que ha manifestado la arquitectura a lo largo de toda la historia de trascender a través de objetos vistos como monumentos, lo que creemos pesó mucho a la hora tomar la decisión definitiva. Sanabria, dotado de una gran capacidad profesional y una incuestionable sensibilidad, logra resolver magistralmente el problema que tenía entre manos usando los elementos que desde siempre han acompañado a la arquitectura (forma, escala, espacio y orden) y los recursos que la más moderna tecnología le podía aportar. De esta manera arquitecto y régimen demostraron en este caso estar en plena sintonía con el afán de crear un símbolo que representase la voluntad y posibilidad de una sociedad para alcanzar las metas que se propone por sobre cualquier dificultad. Con el Humboldt, obelisco impregnado de contemporaneidad, inaugurado el 29 de noviembre de 1956, se transformó de manera importante la silueta del cerro que siempre ha acompañado a la ciudad, por lo que se puede decir que a partir de entonces Caracas sí comenzó a ser otra y que este icono querámoslo o no ya forma parte de su más profunda identidad.

ACA

Procedencia de las imágenes

  1. https://www.puentedemando.com/hotel-humboldt-icono-de-venezuela/

2. Izquierda: Revista Integral, nº 10-11, abril 1958. Derecha: Colección Tomás José Sanabria. Fundación Privada de Compromiso Urbano, Fundación Alberto Vollmer.

3. Colección Tomás José Sanabria. Fundación Privada de Compromiso Urbano, Fundación Alberto Vollmer.

4. Izquierda y abajo: Revista Integral, nº 10-11, abril 1958. Derecha: Colección Tomás José Sanabria. Fundación Privada de Compromiso Urbano, Fundación Alberto Vollmer.

5, 6 y 7. Colección Tomás José Sanabria. Fundación Privada de Compromiso Urbano, Fundación Alberto Vollmer.

8. https://conocedores.com/reinaugura-el-hotel-humboldt-con-la-mejor-vista-de-caracas-14906

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