NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

La destrucción de la memoria

Robert Bevan

La Caja Books

Colección Caja Alta

2019

 

Nota del editor

Dresde, Guernica, Vukovar, Sarajevo. Tíbet, Mostar, las Torres Gemelas, Palmira. La destrucción de la memoria propone un aterrador viaje por una serie de guerras y conflictos en los que la aniquilación de iconos arquitectónicos ha ejercido un papel fundamental. Desde la destrucción de las ciudades aztecas por parte de Hernán Cortés hasta los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial; desde el genocidio armenio hasta la guerra en la antigua Yugoslavia, el terrorismo del IRA o los ataques del yihadismo contra monumentos emblemáticos.

En este profundo ensayo, que combina erudición con testimonios de primera mano recogidos sobre el terreno, Robert Bevan expone la guerra cultural que se libra detrás de la demolición del patrimonio. Su objetivo es exterminar a un pueblo, erradicar la memoria de su cultura y, en última instancia, borrar el recuerdo de su misma existencia. Es el llamado urbicidio.

Lo sabían los babilonios que destruyeron el Templo de Salomón en Jerusalén. Lo sabían los nazis que quemaron las sinagogas. O los guardias rojos de Mao que arrasaron miles de monasterios budistas del Tíbet: lejos de ser un daño colateral, la destrucción de bienes culturales y edificios simbólicos constituye un acto deliberado de guerra. Un ataque para destruir la memoria, para liquidar una cultura, para enterrar a un pueblo.

 

Sobre el Autor

Robert Bevan es periodista, escritor y consultor en patrimonio y reconstrucción. Ejerce de crítico de arquitectura para el London Evening Standard y escribe para numerosas publicaciones internacionales. Su ensayo sobre la destrucción de monumentos emblemáticos, que abre un nuevo campo de estudio en el marco de las guerras y la cultura, ha servido de base para un documental homónimo galardonado en distintos festivales de Estados Unidos. Es miembro del Consejo Internacional de Monumentos y Lugares, que asesora a la Unesco en materia de patrimonio. Vive en Londres.

ACA

LA RED HOTELERA NACIONAL

Hotel Trujillo

Al que hoy se le conoce como “Hotel Country Trujillo”, es la instalación de menos renombre de cuantas formaron parte del grupo emprendido por el Ministerio de Fomento y administrado por la CONAHOTU durante la década de los 50 del siglo XX, entre otras cosas por su localización en la capital del estado menos próspero de los andes venezolanos, por lo limitado de sus servicios y por no haber sido diseñado por un arquitecto de los que para la época ya empezaban a destacar dentro del ejercicio de la profesión, cuya selección mayoritariamente pasó por las manos de Daniel Camejo Octavio.

Conocido como “Hotel Carmona” cuando se daban los primeros pasos dentro de su incorporación al plan hotelero nacional (nombre que se le asignó asociándolo a la calle y sector donde se ubica), se planificó asumiendo los estándares de diseño internacionales de acuerdo a su escala y magnitud y, por su localización estratégica, para formar parte, junto a los hoteles Llano Alto (Barinas), Moruco y Prado del Río (Mérida) y El Tamá y Aguas Calientes (Táchira), del circuito sub-regional andino que ya contaba para aquel entonces con una red de carreteras bastante completa.

Según consta en la Memoria y Cuenta del Ministerio de Fomento del año 1953, como resultado de la política emprendida por dicho despacho, “se dio comienzo a la construcción del ‘Hotel Carmona’, de Trujillo, para lo cual el Gobierno Nacional suscribió acciones por un valor de setecientos mil bolívares (Bs. 700.000,00), que junto con lo aportado por el Gobierno del Estado, permitirá que en esta ciudad se construya un hotel digno de ella”.

Su proyecto original estuvo a cargo del arquitecto Oscar Lupi quien lo hace a instancias de la Dirección de Edificios, Departamento de Arquitectura, del Ministerio de Obras Públicas (MOP). Por los problemas resultantes de “las deficiencias arquitectónicas en el sentido hotelero” de la propuesta original y a raíz de la celebración de una reunión con el arquitecto Lupi “para subsanar esas deficiencias, no llegándose a ningún acuerdo pues el mencionado arquitecto pide le sean remunerados sus servicios, y se opondrá dentro del M.O.P. a que sean realizadas allí” (según se recoge en la Memoria y Cuenta del Ministerio de Fomento del año 1954), será directamente Fomento, a través de la Asesoría Técnica de Ingeniería, quien encargará al arquitecto del departamento Alberto Chávez, conjuntamente con el ingeniero inspector de la obra, la responsabilidad de hacer las modificaciones necesarias y completar las especificaciones de arquitectura y materiales de construcción en los acabados. Chávez, colombiano graduado en los Estados Unidos, radicado en el país desde inicios de la década de 1950, se dedicará a la docencia del diseño en la Escuela de Arquitectura de la UCV y al ejercicio profesional privado, proyectando un buen grupo de viviendas unifamiliares.

La misma Memoria y Cuenta citada apuntará: “Se da el contrato de la piscina a Inveco. Por atraso de la obra se hacen recomendaciones al Contratista y se elabora un programa de trabajo para que la misma fuese concluida para fines de noviembre de 1954, habiéndose inaugurado en diciembre del mismo año y puesto en servicio en la 2a. quincena de enero del año en curso. Se convoca a una Asamblea para aumentar el capital social de la Compañía en Bs. 700.000,00 y las acciones correspondientes a este aumento son tomadas por el Ministerio de Fomento. (…) En esta misma Asamblea se acordó cambiarle el nombre de Hotel Carmona por el de Trujillo.”

Finalmente el hotel Trujillo es inaugurado el 22 de enero de 1955 formando parte de la primera etapa del plan de establecimiento de la Red Hotelera Nacional impulsada desde la Dirección de Turismo del Ministerio de Fomento. Al momento de su apertura contaba con un área de construcción de 2.950 M2 distribuidos entre un volumen de dos pisos (que contiene las habitaciones) y una planta baja (donde se localizan las áreas sociales y los servicios comunes). Estaba compuesto por 32 habitaciones, 28 dobles (de 44,88 M2 cada una) y 4 suites (de 64,86 M2 ubicadas en los extremos de cada una de las dos plantas); salón de usos múltiples, restaurante, piscina (de aproximadamente treinta metros de largo por quince de ancho), parque infantil, cancha de bolas criollas y jardines, entre otros servicios, y se incluiría en la categoría de “hotel de turismo”. Se encuentra ubicado (como ya se asomó) en la avenida Carmona frente al parque Los Ilustres sobre un terreno de 10.000 M2, de los cuales una parte es en pendiente pudiendo permitir una posible ampliación.

Desde su inauguración sus sencillas áreas lo convertirán en punto de “descanso familiar y de disfrute ambiental…” de la sociedad trujillana. Ello permite detectar, a su escala, un aspecto común a todos los hoteles de la CONAHOTU: la integración a la comunidad donde se encuentra y el ofrecer sus servicios para su amplio disfrute.

Podría decirse que el Trujillo pertenece al grupo de hoteles que se caracterizan por ser edificaciones “en altura”: cuerpo conformado por un paralelepípedo rectangular destinado a las habitaciones, con volúmenes de menores dimensiones de baja altura y variantes de pasillos techados como elementos conectores de dichos volúmenes. Su sencillo esquema organizativo presenta para la resolución de las habitaciones lo que se denomina como “crujía simple” (pasillo de circulación que sirve a las habitaciones dispuestas en un solo lado), el cual permite aprovechar para todas ellas las vistas hacia la ciudad. Su concepción estructural está basada en pórticos y placas de concreto armado con tabiquería de bloques. Contaba con materiales y acabados resistentes y duraderos (pisos de granito en las habitaciones, oficinas y áreas de servicio, baños con cerámica, fuente de soda y su área circundante en cerámica tipo terracota y, en el área de la piscina, cerámica antiresbalante), adaptados a la categoría que le corresponde (tres estrellas) y un nivel de lujo relativamente modesto.

Su ubicación en una zona de clima intermedio (temperado) permite reconocer cómo dicha variable es considerada dentro del diseño. Su orientación franca al norte, hacia donde se ubican los balcones de las habitaciones a modo de retícula horadada en su fachada, responde al acceso y a las visuales largas. La ventilación cruzada se incorpora gracias a su organización en crujía simple y los pasillos de acceso ubicados al sur, relacionados con la piscina, actúan como filtros ante el ruido proveniente de dicho uso.

Junto a los hoteles El Tamá, Cumanagoto y Miranda, el Trujillo fue en su momento incorporado al plan de privatización emprendido por el Fondo de Inversiones de Venezuela a inicios de la década de los años 90 con el objeto de rescatar su antiguo esplendor y ser repotenciado, para lo cual en 1991 se inventarió y elaboró un informe que valoraba su excelente ubicación, buen estado de mantenimiento, funcionalidad y “amplitud de las habitaciones en comparación con instalaciones turísticas afines”.

Hoy, bajo la denominación (como ya señaláramos) de hotel Country Trujillo, tras ser objeto de sucesivas remodelaciones y ampliaciones (se le aumentó un piso al edificio, se le agregó un ascensor y se ampliaron los servicios), hechas sin el debido cuidado, padece de serios problemas de mantenimiento. Cuenta, según consta en páginas dedicadas a promocionarlo, con “52 habitaciones distribuidas en 16 con cama matrimonial, 33 con dos camas y 3 suites. Las habitaciones cuentan con aire acondicionado integral, agua caliente, tv cable, teléfono, nevera ejecutiva, room service. Servicio de restaurant y bar, piscina, áreas verdes, salón ejecutivo (para 120 personas), servicio de tintorería, peluquería, servicio de taxi, parque infantil, ascensor, centro de navegación, mini tienda, salón recreacional, amplio estacionamiento con vigilancia, entre otros”. Además está ubicado a pocos kilómetros del Monumento de la Virgen de la Paz y del Aeropuerto Internacional Antonio Nicolás Briceño de Valera. Sin embargo, algunos de los que lo han visitado recientemente opinan que “debe cerrar para ser renovado”, cuenta con “buenas instalaciones pero deterioradas”, “es un lindo lugar, pero puede mejorar” o el consolador “excelente relación precio-calidad”, dándose siempre a entender que se trata de una muy buena instalación lamentablemente venida a menos.

Nota Esta aproximación al hotel Trujillo ha sido posible en buena medida gracias al apoyo que hemos conseguido en el Trabajo de Grado para obtener el título de Magister Scientarium en Historia de la Arquitectura de la UCV de Juan Manuel De Ascencao De Jesús, titulado “Arquitectura hotelera estatal en Venezuela: 1952-1958” presentado el año 2005. De allí procede la foto que encabeza esta nota y los dibujos que la acompañan. Las otras imágenes fueron bajadas de internet.

ACA