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La muestra “Arquitectura Visionaria” (Visionary Architecture) abierta originalmente en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York entre el 29 de septiembre y el 4 de diciembre de 1960 (ver https://www.moma.org/calendar/exhibitions/2554), por su singularidad se constituyó en el evento de mayor impacto con el que esta prestigiosa institución le daba la bienvenida a una década que desde el punto de vista social, político y cultural dejó una huella imborrable dentro del convulsionado siglo XX.
Ya la temática a la que se dedica el evento, cuya comisaría estuvo a cargo del entonces director del Departamento de Arquitectura y Diseño del MoMA, Arthur Drexler, da importantes señales de una apuesta por constituirse en señal de avanzada a su tiempo. Como bien señala Miquel Lacasta a través de su blog Axonométrica en el comentario que dedica a la muestra el 28 de noviembre de 2016 (https://axonometrica.wordpress.com/2016/11/28/visionary-architecture/), “si bien el fermento de las utopías ya empezaba a reaccionar a finales de los años 50, comparativamente a la producción utópica de toda la década de los 60 y bien entrada la de los 70, esta exposición se sitúa temporalmente en los primeros balbuceos de lo visionario. Ya sea por un ejercicio de indudable lucidez de Drexler o por una apuesta personal, no exenta de riesgo, podríamos afirmar que esta exposición llega demasiado pronto. Mirando atrás, hoy entenderíamos que esta exposición se hubiera desarrollado a finales de los 60, más que a principios”.
Un optimismo contagioso muchas veces traducido aquello de que “un arquitecto piensa que virtualmente nada es técnicamente imposible de realizar”, cosa que el día de hoy podemos corroborar con mayor peso, empapa todo el espíritu que acompaña la muestra, la cual refleja el advenimiento de una nueva sociedad. Ello se puede constatar en la misma clasificación que Draxler hace de los proyectos presentados. El primer tipo toma lo mineral como registro esencial de su geometría. El segundo tipo incluye “… edificios que de alguna manera están relacionados con la carretera. Más que celebrar el fin de un viaje, este tipo de edificios celebran la idea de viaje en sí mismo”, apareciendo muchos de los proyectos visionarios de los años 20 que, como indica Lacasta, se acercan conceptualmente “a la idea de megaestructuras, edificios que fuerzan la geometría debido a la gran escala del proyecto en consonancia con la idea de edificio/infraestructura”. La tercera categoría, según Drexler, “comprende aquellos edificios que parecen confinar e intensificar una experiencia emocional. Estas formas son elaboradas con la geometría. La tecnología moderna ofrece este tipo de formas en abundancia. Igualmente el otro ámbito de inspiración en esta categoría es la variedad de formas que encontramos en la naturaleza”.
Para completar una visión general de la exposición, nos ha parecido pertinente transcribir la lista de arquitectos y proyectos (28 en total) que se hicieron presentes dentro de un rango temporal que los agrupa, por un lado, alrededor de los años de las vanguardias y, por el otro, a los años más cercanos al propio montaje (extraída del texto de Lacasta): “estaban presentes Theo van Doesburg con el grupo de rascacielos proyectado en 1929; Clive Entwistle con la catedral metropolitana de Cristo Rey para Liverpool de 1960 y el Cristal Palace y centro cívico -sin fecha ni lugar-; el edificio ideal de Herman Finsterlin de 1920; el edificio puente de James Fitzgibbon y SIDES de 1960; la famosa cubierta para una parte de Manhattan de Buckminster Fuller de 1960; el proyecto para el centro de la ciudad de Filadelfia de Louis Kahn de 1957, así como una torre de 1955; William Katavolos y su proyecto de arquitectura química de 1960; la ciudad en el espacio de Frederick Kiesler de 1925, así como la casa sin fin de 1949 a 1960; la ciudad marina de Kiyonori Kikutake de 1959; el plató para la película Things to come de Vincent Korda de 1936; la ciudad agricultura de Noriaki Kurokawa de 1959; los edificios autopista para Rio de Janeiro y Argelia de Le Corbusier de 1929 y 1930 respectivamente; der Wolkenbügel de 1924 de El Lissitzky; la ciudad metro-linear de Reginald Malcolmson, sin fecha; la ciudad ideal de Jean Claude Mazetde 1957-58; la casa suspendida de Paul Nelson de 1938; el Festival Hall de Salzburgo de 1920 y la casa Friendship de 1916 de Hans Poelzig; el puente long-span concrete bridge de 1948 y el centro teológico para la ciudad biotécnica de 1959 de Paolo Soleri; la arquitectura alpina de Bruno Taut de 1917; el edificio de oficinas de 1959 de Michael Webb; y finalmente la torre de una milla de 1956 y el centro cívico de Pittsburgh de 1947 de Frank Lloyd Wright”.

“Visionary Architecture”, concebida como una exposición itinerante, barata y fácil de transportar (compuesta de 19 archivos, 2 cajas y 74 fotos murales con imágenes y texto), le dio la vuelta al mundo durante casi diez años ejerciendo tras su éxito una enorme influencia. Contribuyó, según Lacasta, “a predefinir un estado de ánimo receptivo a los proyectos utópicos y las ideas radicales que justo empezaban a bullir a principios de la década de los 60. A tenor de lo visto posteriormente, la exposición del MoMA fue una inductora del pensar la arquitectura desde otros territorios, más cercanos a la lógica de la complejidad y las geometrías exuberantes, que a los preceptos del Movimiento Moderno”.
Tuvo una primera versión que se movió entre 1961 y 1965, en orden cronológico, por 5 ciudades de Alemania (Baden-Baden, Berlín, Munich, Frankfurt y Dortmund), 1 de Holanda (Delft), 1 de Escocia (Edimburgo), 1 de Inglaterra (Londres), 1 de Noruega (Oslo), 3 de Suecia (Goteburgo, Estocolmo y Landskrona), 1 de Austria (Viena), 2 de la antigua Yugoslavia (Zagreb y Belgrado), 1 de Italia (Florencia), 3 de Israel (Jerusalén, Tel Aviv y Haifa) y 2 de Dinamarca (Humlebaek y Aarhus), realizando una última escala entre septiembre y diciembre de 1965, antes de dispersarse, en la VIII Bienal de Sao Paula en Brasil representando a los Estados Unidos.
La segunda versión “viajera” de la muestra (embarcada entre 1961y 1964 cuando también se dispersa) fue todavía más lejos: visitó 2 ciudades de Australia (Sydney y Brisbane), 2 de Nueva Zelanda (Christchurch y Auckland), 1 de Singapur (Singapur), 1 de Filipinas (Manila) y 5 de Japón (Tokyo, Kita Kyushu, Kumamoto, Nagoya y Shizuoka).
No sabemos cual de las dos versiones llegó a Caracas en 1966, pero lo cierto es que lo hizo gracias a la colaboración de quien para entonces era Director de la Escuela de Arquitectura de la UCV, el arquitecto Oscar Carpio, enmarcada dentro de la política de permanente animación que promovía desde la División de Extensión Cultural de la FAU el profesor Antonio Granados Valdés. Así, en una breve nota aparecida marginalmente en la revista Punto nº 29 se señala, casi por salir del paso, lo siguiente: “Esta muestra integrada por la reproducción de importantes obras de arquitectura no realizada debidas al talento creador de nombres tan universales como los de Sant’ Elia, Frank Lloyd Wright, Le Corbusier, Taut, Doesburg, Poelzing, Khan, etc., etc., estaba constituida por 73 paneles acompañados de anexos con textos en español”. Sin embargo, el interés suscitado durante el corto lapso en que estuvo abierta (28 de octubre-16 de noviembre) permitió calificarla de “suceso fundamental para profesores, estudiantes y profesionales de la arquitectura e ingeniería, así como para el numeroso público que mostró un vivo interés por esta exposición”.
El que, a diferencia de otros eventos, “Arquitectura Visionaria” no se haya visto acompañada de foros, debates o charlas, pareciera no compadecerse con la trascendencia e importancia de su contenido. Su evidente apuesta por mostrar ejercitaciones proyectuales pertenecientes a un contexto “ajeno” que buscaba sacudirse del pesado clima de la posguerra, alejadas del realismo corto de miras predominante en la enseñanza en nuestra Escuela de Arquitectura, donde por otro lado poco a poco iba calando una paulatina exigencia de “compromiso” que derivó pocos años después en el proceso de Renovación académica, quizás pueda ser una explicación a tan particular circunstancia que impidió ver en muchos de los proyectos presentados reflejos de claras preocupaciones por los urgentes problemas sociales y económicos, e incluso nuevas y radicales soluciones para el transporte y el uso de la tierra. Tal vez “Arquitectura Visionaria” aunque llegó a nuestro país tal vez en un momento inoportuno pasando casi inadvertida, permite hoy ser revisitada para, a la distancia, convencernos de que se trató de una oportunidad única dentro de nuestra historia académica. La precisión hecha por Arthur Drexler en la nota de prensa de 17 páginas preparada en 1960 al abrirse la exposición en el MoMA, nos permite cerrar reafirmando que “los verdaderos proyectos visionarios usualmente combinan una crítica a la sociedad conjuntamente con una fuerte preferencia personal por ciertas formas” y, de inmediato, añadir que por lo general damos más importancia a la fascinación y banalización de lo segundo que al verdadero peso de lo primero o, en palabras de Miquel Lacasta, al hecho de que “la forma de la arquitectura está íntimamente ligada a la sociedad que la acoge y no a la tecnología que la soporta”.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal. Revista Punto, nº 29, noviembre-diciembre 1966

El Comité Organizador de la XIII Bienal Nacional de Arquitectura anuncia que se han extendido los lapsos de inscripción del material, así como el de entrega de las obras participantes hasta el martes 30 de octubre. También que se ha incluido la categoría Proyectos de museografía y montajes.
Por otro lado informa que, con mucho orgullo, se cuenta desde ahora con el apoyo de la Red de Bienales de Arquitectura de América Latina (Red BAAL) para la difusión de la convocatoria, por lo que se ha actualizado ligeramente el ribete superior del formato para posters, tal y como se puede ver en el que acompaña esta nota.
También participa el Comité que desde este momento puede accederse al Material XIII Bienal Nacional CAV actualizado desde el link previamente compartido:
CAhttps://drive.google.com/drive/folders/1TnVNSU39qlRb-hyEPCXxDNZHcjfcrYxC?usp=sharing
ACA

AA Projects
Snøhetta, architectures de paysages
64 páginas
Bilingüe francés/inglés
Tomado de la editorial “L’art des prépositions” escrita por el Redactor en Jefe de L’Architecture d’Aujourd’hui, Emmanuelle Borne
Hace diecisiete años, Snøhetta entregó la Biblioteca de Alejandría en Egipto. Al atacar tal mito, la oficina noruega adquirió desde el principio una reputación internacional que, sin embargo, debía confirmar cosa que no ha dejado de hacer desde la Ópera de Oslo, la rehabilitación de Times Square en Nueva York, el Centro Internacional de Arte Rupestre Lascaux IV en Dordoña IV … Estos proyectos tienen al menos dos características comunes: su relación con el paisaje y la inclusión, dentro del edificio, de espacios públicos no sólo para los usuarios, sino también para los residentes locales y, más ampliamente, para el público en general. ¿Puede esta visión del espacio compartido ser vista como un «tropismo» noruego? Sin duda. En cualquier país que construyan, Snøhetta tiene la intención de crear una arquitectura que sea tanto democrática como específica del sitio. De hecho, el otro enfoque distintivo de la oficina es combinar la arquitectura y el paisaje en una relación «simbiótica» que, de acuerdo con los arquitectos, desde el principio, se han esforzado por magnificar la conexión natural entre las dos disciplinas. En Snøhetta, el paisaje enriquece la arquitectura de la misma manera que una huella agrega definición a una superficie. En este sentido, Kjetil Thorsen Trædal, cofundador de Snøhetta con Craig Dykers en 1989, define la arquitectura como el arte de las preposiciones. «Puede colocarse encima, delante, detrás o en la parte superior de un edificio. Necesita comprender las preposiciones para ubicarse en el mundo». Esta es la misión que Snøhetta se ha fijado y que se confirma de proyecto en proyecto: diseñar y construir una arquitectura desde el aquí y el ahora. Para todos.Fundada en 1989, Snøhetta, cuyo método de trabajo practica una exploración simultánea de la artesanía tradicional y la tecnología digital de vanguardia, hoy cuenta con 230 empleados de 30 nacionalidades diferentes, que laboran en cada una de las 8 oficinas ubicadas en Oslo, Nueva York, Innsbruck, París, Estocolmo, Adelaide, Hong Kong y San Francisco. En 2018, esta oficina noruega tiene 30 proyectos en progreso, incluida la sede del grupo Le Monde en París o la torre residencial 50 West 66th Street en Nueva York. Ahora que la famosa oficina noruega está abriendo una nueva sucursal en París, aparece la última publicación de AA Projects dedicada a sus trabajos y su enfoque hacia la fusión de la arquitectura y el paisaje.
ACA

Hotel Aguas Calientes
Formando parte de una de las instalaciones destinadas a promover el turismo en nuestro país, impulsadas tras la creación en 1955 de la Corporación Nacional de Hoteles y Turismo (CONAHOTU), el hotel “Aguas Calientes” ubicado en la fronteriza población de Ureña del estado Táchira, se sumará al grupo de edificaciones diseñadas en su gran mayoría, gracias a la insistencia del ingeniero Daniel Camejo Octavio, por reconocidas oficinas de arquitectura o arquitectos venezolanos. En este caso la contratación del proyecto recayó en la firma Ferris & Vegas conformada por Julián Ferris Betancourt (1921-2009) y Juan Andrés Vegas Pacheco (1921-1992) a la que se sumará Gustavo Ferrero Tamayo (1923-2015).
Ferris & Vegas ya venían de realizar con éxito edificios vinculados al tema recreacional como Laguna Beach (1952) en Caraballeda y Bahía del Mar (1952) en Tanaguarenas, además de la Comunidad Picure (1955) en Arrecife, todos ellas en el Litoral Central del Distrito Federal (hoy estado Vargas). Pertenecientes a la misma generación, se forman ambos en los Estados Unidos: Ferris obtiene su título de arquitecto en la Universidad de Syracuse (1947) -previa finalización de estudios de Ingeniería en Oklahoma (1945)-, el cual revalidará en la Universidad Central de Venezuela (UCV) en 1949; Vegas por su parte se forma en el Massachussets Institute of Technology (MIT) revalidando su título también en la UCV a su regreso al país en 1945. Ambos se incorporan como docentes de “Composición Arquitectónica” en la Escuela de Arquitectura de la UCV en 1953 y ambos obtendrán individualmente el Premio Nacional de Arquitectura: Ferris en 1965 y Vegas en 1994. Ferrero Tamayo por su parte se forma en la Universidad Nacional de Colombia egresando en 1947 y a su retorno se incorpora a la Comisión Nacional de Urbanismo donde trabajaría entre 1947 y 1951, coincidiendo allí con Julián Ferris entre 1949 y 1951, pasando luego de 1951 a 1956 a ser Director Gneral de dicha Comisión. También coincidirá posteriormente con Juan Andrés Vegas en la Comisión para el Desarrollo de Guayana y en la realización de varios proyectos urbanísticos en la región. Ferris, tras la caída de la dictadura perezjimenista, es dedignado decano interino de la FAU UCV para luego convertirse en el primer decano electo democráticamente para el período 1959-62.

Gracias al apoyo que hemos conseguido en el Trabajo de Grado para obtener el título de Magister Scientarium en Historia de la Arquitectura de la UCV de Juan Manuel De Ascencao De Jesús titulado “Arquitectura hotelera estatal en Venezuela: 1952-1958”, la Memoria y Cuenta del Ministerio de Fomento del año 1953 ya se refiere la “próxima construcción del hotel de Aguas Calientes, en Ureña – estado Táchira…”, pero es en la de 1954 donde se precisa “…continuando la proyección y ejecución de hoteles modernos, amplios y adecuados a nuestro y clima tropical y al medio ambiente (…) se contrató el proyecto de un hotel para Aguas Calientes, Ureña estado Táchira con la Oficina Vegas y Ferris, a un costo de Bs. 122.000,00, con una capacidad de 34 habitaciones dobles y se contrató su construcción con la Empresa “Metrovial” a un costo de Bs. 1.720.440,30…”. También se añade más adelante: “Se contrata a Inaca para la ejecución de trabajos topográficos y de estudios y proyecto de abastecimiento de agua potable y aguas termales del hotel, a un costo de Bs. 27.000,00. Se da comienzo a la construcción el 1-10-54. Este hotel estará en funcionamiento a fines de noviembre del año 1955”.
Abierto finalmente el 28 de enero de 1956, en la “Memoria…” del año 1955, donde ya se da por concluido, se habla de “un costo total de Bs. 6.000.000,00” y que está, definitivamente, “compuesto de 29 habitaciones dobles y una suite presidencial, salón de recepción, estacionamiento con capacidad para 60 vehículos, piscinas, baños termales y extenso parque de 14.000 metros…”.
Tras estos datos se encierra una edificación que logró sumarse (junto a los hoteles Llano Alto, Prado Río y Moruco) a las que respondieron a una tipología que apostaba a la horizontalidad, se vinculaba sin mayores dificultades al paisaje circundante y se apelaba a su condición extraurbana para aprovechar al máximo las condiciones ambientales en la consecución del deseable confort climático. Sin renunciar al uso de los códigos modernos que imponían los estándares hoteleros internacionales, su sencillo planteamiento estructural en concreto armado, le abrió la puerta a la utilización de recursos que buscaban tender la mano a lo regional: corredores, pequeños patios-jardines de expansión para cada habitación, cubiertas inclinadas.
Juega sin duda un papel muy relevante en la escogencia del lugar (muy próximo a la frontera colombo-venezolana) en el que se edificó el hecho de verse beneficiado por la presencia de aguas termales (de allí el nombre que lo identifica), lo cual pasó a constituirse en una variable que permitió que se ofrecieran como servicios adicionales al hotel baños termales privados y públicos con instalaciones que permitían su disfrute en las mismas habitaciones. Compuestas por aguas del tipo: Sulfurosa, Pringue y San Roque, las mismas son aprovechadas con fines medicinales y terapéuticos, y por su misma condición, son utilizadas para la “balneoterapia” tanto de la población de Ureña como del turismo que alrededor de este tema ya se había iniciado con el Hotel Aguas Termales de San Juan de Los Morros (estado Guárico) inaugurado en 1920 por Juan Vicente Gómez.Como la gran mayoría de las instalaciones de aquel luminoso período, el “Aguas Calientes”, aunque aún sobrevive, con el pasar del tiempo por un lado sufrió una intervención que amplió a 48 el número de habitaciones y por el otro ha visto disminuir su potencialidad de impulsor del turismo (en este caso fronterizo y terapéutico) tras haberse descuidado el mantenimiento de su infraestructura y haber caído en manos de malos administradores. Como toda la red que se creó hace más 60 años espera por la llegada de tiempos mejores mientras sirve de lugar de disfrute y esparcimiento de los lugareños.
ACA
Procedencia de las imágenes
De Ascençao J.M. “Arquitectura hotelera estatal en Venezuela: 1952-1958”, Trabajo de Grado de la Maestría en Historia de la Arquitectura, FAU UCV, 2005