EL ACERVO EDITORIAL DE LA FAU UCV

La casa colonial venezolana

Graziano Gasparini

Centro de Estudiantes de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela (con la contribución de la Fundación John Boulton)

Talleres Gráficos Cromotip

1962

La casa colonial venezolana, libro “originado en una generosa petición del Centro de Estudiantes de Arquitectura”, no sólo se trata de la cuarta publicación del para entonces profesor de Historia de Arquitectura Precolombina y Colonial así como de Composición Básica de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV y Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia, Graziano Gasparini (Gorizia -Italia- 1924), sino de una obra que le permitió abrir la puerta a “una visión sucinta de las razones que intervinieron en la formación y expresión de nuestra arquitectura civil colonial” a través de la que quizás se pudiera considerar una manifestación menor dentro de un legado signado mayoritariamente por el anonimato: la casa.

Tampoco deja de ser este texto, reseñado en la revista PUNTO nº 9 (septiembre 1962), una nueva oportunidad de sacar a la luz lo que para Gasparini significó recorrer el país de punta a punta desde su llegada desde Italia en 1948 luego de estudiar en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia, tanto para ir consolidando una aproximación teórica a lo que se le fue presentando ante sus ojos, como en lo relativo al registro que, gracias a sus dotes de excelente fotógrafo, fue acumulando. Junto a Templos Coloniales de Venezuela (1959) -su opera prima-, La casa colonial venezolana -el primer libro surgido en el seno de la FAU UCV- le sirvió a Gasparini para sentar las bases conceptuales y metodológicas de lo que sería un eslabón fundamental dentro de su destacada labor como historiador: La Arquitectura Colonial en Venezuela (1965), comentada en el Contacto FAC nº 56 del 3-12-2017, donde el contenido del texto que hoy nos ocupa conforma la totalidad del primer apartado dedicado a “La arquitectura civil”.

Son varios los aspectos que conviene resaltar de esta pieza realizada sin grandes pretensiones editoriales pero lograda con base en una cuidadosa selección del valioso material gráfico que la acompaña (del cual el 80% de las fotografía son del propio autor) y una impecable impresión de parte de los Talleres Gráficos Cromotip. El primero de ellos tiene que ver con la dignificación de la arquitectura desarrollada en nuestro país durante el período colonial postura desde la cual Gasparini rechaza la actitud crítica asumida por algunos historiadores que acostumbraban a señalarla como “pobre”. Así, respaldado por su formación veneciana donde aprendió a valorar la “arquitectura menor” y apoyado en una clara actitud beauxartiana y “puro visualista”, Alfonso Arellano enHistoriografía de la arquitectura venezolana. Arquitectura como arte” (portafolio, nº 18, 2008), señala (adentrándose en la Introducción de La Arquitectura Colonial de Venezuela titulada “Tres siglos de arquitectura anónima”), cómo para Gasparini dicho rechazo se suma a una revisión “fundamentada en la valoración de la sensibilidad de quienes la erigieron, producto de un indudable, determinado y ‘anónimo’ talento artístico en medio de limitadas condiciones socioeconómicas, no tanto en su ‘creatividad intencional’. Para Gasparini, el valor fundamental de esta arquitectura consiste en la conformación de una notable continuidad histórica a través de ‘sus sencillas pero vigorosas soluciones volumétricas’. Efectúa así una compleja operación crítica mediante la cual neutraliza el papel del arquitecto como figura que aporta los valores al objeto arquitectónico, una vez que estos pueden determinarse a partir de una ‘actitud crítica objetiva’ (Ob. Cit., p. 13). Por lo demás, se trata de una objetivista valoración estética que puede ser reconocida como propia de considerar a la arquitectura como una de las bellas artes”. En otras palabras, por un lado para Gasparini “la historia de la arquitectura en Venezuela nace como una historia sin arquitectos, aunque en el fondo se clame por su presencia” y, por el otro, valora las “obras menores” objeto de selección y estudio cuan si fueran “monumentos” en una actitud aparentemente contradictoria anclada más en su actividad como restaurador que idealiza el pasado que en la de estudioso de la historia, como también acotará Arellano en “La primera época de la historia de la arquitectura en Venezuela, 1959-1980: cuestiones historiográficas”, ponencia presentada en la Trienal de Investigación FAU 2014 publicada en las Memorias del evento.

Otro aspecto a destacar lo constituye la estructura en sí misma del libro conformada por un “Prefacio” donde Gasparini destaca, como para reforzar lo dicho en el párrafo anterior, que “el tema no fue tratado con la intención de lograr un elenco completo de los monumentos que aún nos quedan, puesto que en nosotros prevaleció el propósito de apuntar los conceptos y destacar las características generales de las construcciones que por su significación arquitectónica contribuyeron a representar el período histórico en que fueron concebidas”.

Al “Prefacio” se suman cinco capítulos: “Orígenes”, dedicado a mostrar la arquitectura aborigen encontrada en nuestro territorio al momento de la conquista española vista como punto de partida de un proceso de transculturación que “con el aporte recíproco de ambas culturas fue plasmando poco a poco la actual estructura etnológica”; “La Formación”, donde se hace un repaso al período en el que se va fraguando la arquitectura objeto de estudio dentro del libro, a la transformación que se da entre una conquista inicialmente militar a otra de carácter cultural (en la que se resaltan los productos emanados del arte popular), y a la influencia que trajo tanto desde el punto de vista urbano como arquitectónico la aplicación de las Leyes de Indias; “Los Exteriores” está consagrado a mostrar la respuesta dada por la arquitectura analizada hacia el afuera, marcándose las diferencias existentes entre pertenecer a un contexto urbano, donde la fachada que da a la calle y sus aperturas pasan a ser fundamentales en su caracterización, o pertenecer a un medio suburbano o rural donde no existió el problema de la fachada y “la vida diaria en lugar de concentrarse alrededor de los patios interiores se desenvolvió en los corredores exteriores…”, las maneras como influyen los aspectos climáticos dependiendo de la zona del país en la que se realizan y cómo en las ciudades se ponen en evidencia diferentes niveles socio-económicos mediante el tratamiento muy particular de las portadas; “La Intimidad”, por su parte, permite valorar el zaguán, el patio y los corredores que lo acompañan como espacios intermedios, y su rol protagónico en la preservación de la vida interior sin perderse la oportunidad de detallar los elementos constructivos que los acompañan; y, finalmente, en “Continuidad”, Gasparini realiza un esfuerzo por cubrir el espacio que va desde la Independencia hasta nuestros días para subrayar las continuidades que se dieron al proceso iniciado en la colonia y sobre todo las rupturas que la modernización trajo sin que la preservación y el cuidado por un legado transformado en memoria hayan sido las guías en el desarrollo de las ciudades.

La aparición de La casa colonial venezolana se inscribe dentro de un período en el que se acentúa la preocupación en nuestros medios intelectuales por sentar las bases de una identidad nacional caracterizada por la heterogeneidad socio urbana en el que se construye, según palabras de Arellano,un frente ideológico unitario en torno a las raíces coloniales del arte y la arquitectura venezolana, al enmarcarse lo nacional-hispano como la fuente de identidad”. Sin embargo, Gasparini rápidamente marcará distancia de visiones nostálgicas o nacionalistas defendiendo la tesis de las múltiples influencias europeas en la arquitectura colonial latinoamericana, apuntando a una visión abiertamente cosmopolita. Su postura, en definitiva, puede resumirse en la cita premonitoria con que cierra el libro:

“Los pueblos que viven y se desarrollan en la comprensión histórica de sus tradiciones, valores y contenidos, tienen asegurada una trayectoria positiva, una cultura sólida, una visión abierta y una sociedad organizada.

Los pueblos que ignoran su historia por primitivos o por encontrarse en una incipiente fase de evolución, aún tienen la esperanza que les reserva el porvenir.Pero los pueblos que con actitud indiferente no cultivan ni respetan su historia, tienen -con seguridad- una vida sumida en el caos”.

ACA

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